"(...) En realidad el problema no es la austeridad, ni siquiera la
devaluación salarial. Son meras excusas. El trofeo que persiguen las
élites, guiadas por su instinto de clase, es otro, de caza mayor. Se
trata de mantener o no el estado de bienestar.
Se trata de tener prestaciones sociales o leyes de pobres, de tener un buen sistema laboral o el modelo chino.
Se trata de si el sector público tiene o no un papel en la economía. Se
trata de pervertir el contrato social, de privatizar, de forrarse.
Estamos en una profunda guerra de clases, y si no les paramos a tiempo
nuestra sociedad acabará como la de la trilogía de Los Juegos del Hambre.
Déjenme introducir uno de esos elementos donde la visión dominante vuelve a engañar a la ciudadanía sin ningún complejo, bajo la mirada depravada de unas élites financieras profundamente corrompedoras y corrompidas. Nos referimos al intento de reducir, sino eliminar, los sistemas de pensiones públicos de reparto.
El problema de las pensiones
El esquema de pensiones públicas basado en el sistema de reparto se
encuentra sometido a un ataque constante por parte de la ortodoxia
neoclásica. Estos sistemas han funcionado bien en el pasado, sin embargo
en la actualidad presentan una serie de problemas de financiación como
consecuencia del envejecimiento de la población, la ralentización del
crecimiento salarial, y los cambios en la distribución de la renta.
A partir de estos problemas reales, los responsables de las políticas
públicas están hablando de una nueva crisis que se avecina, la de las
pensiones públicas basadas en el sistema de reparto.(...)
La hipótesis de partida de la ortodoxia neoclásica es que la transición
desde un sistema público de reparto a otro completamente financiado,
público o privado, tendrá un efecto positivo real de dotar a las
generaciones futuras de un mayor capital y un producto per cápita más
alto, ya que debería producir un aumento del ahorro agregado y del stock
de capital, lo que permitirá preparar a la economía para afrontar
desarrollos demográficos futuros.
En el corazón de este
razonamiento se encuentra la causalidad neoclásica de que “el ahorro
genera inversión”, frente al punto de vista postkeynesiano donde “es la
inversión la que genera ahorro”.
La evidencia empírica –basta
analizar la actual crisis sistémica– valida la hipótesis postkeynesiana,
rechazando la causalidad neoclásica. Los modelos de vectores
autorregresivos muestran como los impulsos a la inversión afectan
positivamente al ahorro, pero impulsos al ahorro no impactan en la
inversión (véanse los estudios de Thomas Palley). (...)
Recientemente, en el informe de primavera de este año del Fondo Monetario Internacional, concretamente en el capítulo 4, que ya comentamos en su momento, bajo el título Private Investment: What is Holdup?
se analiza por qué la inversión fija privada en las economías avanzadas
apenas se ha recuperado respecto a los niveles de inversión existentes
en 2007, tras la fortísima contracción en plena crisis sistémica. La
conclusión no puede ser más keynesiana y sraffiana.
La razón de la ausencia de inversión productiva es la debilidad generalizada de la actividad económica.
Por mucho que mejoren los beneficios empresariales, vía menores costes
financieros o laborales, la inversión productiva no despega por falta de
demanda. (...)
Los problemas reales son otros
Las críticas y trabajos empíricos que rechazan la visión neoclásica
de la relación ahorro-inversión, invalidan, en definitiva, la opinión
dominante sobre la reforma de las pensiones. Pero además, las
implicaciones económicas de este tipo de políticas no sólo no resolverán
el problema planteado por tener una gran cohorte de jubilados, sino que podrían agravarlo, al ser deflacionistas y retardar en realidad la acumulación de capital.
Sin embargo, todo es mucho más sencillo, los problemas asociados al
actual sistema de pensiones público de reparto, y que se deberían
atacar, son otros: el estancamiento del crecimiento de los salarios, la desigual distribución de la renta, y la caída de la productividad.
Remediar el estancamiento de los salarios y la desigualdad salarial,
unido a un crecimiento de la productividad son, por lo tanto, partes
intrínsecas que permitirían solucionar los problemas de las pensiones
públicas bajo el sistema de reparto, sin necesidad de acudir a sistemas
financiados y a sus efectos perversos." (Juan Laborda, Vox Populi, 23/05/2015)
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