"(...) Las pensiones públicas en España suponen ya más del 10 por ciento del
PIB, correspondiendo la mayor parte a las de jubilación, aunque no son
despreciables las cuantías dedicadas a la contingencia de viudedad
(alrededor de 2 puntos de PIB).
En los dos últimos años el recurso
sistemático al Fondo de Reserva de la Seguridad, la “hucha” de las
pensiones, para financiar el déficit del sistema (que puede alcanzar el
próximo ejercicio 20.000 millones de euros) ha disparado todas las
alarmas.
Por eso, lo que se venía interpretando como una urgencia para
la próxima década, los problemas de financiación del sistema cuando las
generaciones del ‘baby boom’ cesaran en la actividad para convertirse en
pasivos del sistema, ha devenido en una prioridad inminente.
Lo que
ahora tenemos sobre la mesa, ni más ni menos, es el hecho de que los
problemas de financiación ligados a la coyuntura económica, han
aparecido mucho antes de acuciaran los efectos de la demografía. (...)
El problema de nuestro sistema público de pensiones, ahora y en las próximas décadas es, sobre todo, de ingresos (...)
Al fin y al cabo, el problema de la escasez de ingresos, esperada para
un plazo mayor, ha aparecido de forma acelerada, drenando la “hucha”, no
por un acuciante problema de envejecimiento de la población, que se
manifiesta más lentamente, sino por la dinámica de un mercado de
trabajo, que a pesar de la moderada recuperación económica no genera
ingresos adicionales para el sistema de la Seguridad Social.
¿Por qué?
El diagnóstico es sencillo. Tenemos más personas empleadas, sí, pero no
sustancialmente más horas de trabajo. Además las horas trabajadas están,
en media peor remuneradas, ya que el empleo que se crea es de baja
cualificación y, por tanto, con menores niveles salariales que los
previamente existentes. (...)
La financiación de las pensiones, requiere por tanto en primera
instancia de más y mejores salarios. En las condiciones actuales, con
las tendencias registradas en la evolución de las bases de cotización
del sistema y el gasto en pensiones, para equilibrar financieramente el
sistema habría que tener 3,1 millones de afiliados más que los que hoy
tenemos.
Y es que a menudo pasamos por alto, probablemente porque nos
guiamos por frases hechas y repetitivas, algunas cuestiones esenciales
que afectan a uno de los elementos fundamentales del empleo que se está
creando: su calidad y su retribución.
Destruir empleo de calidad,
con elevados salarios, reducir buenos contribuyentes para el sistema
financiador de las pensiones públicas, ¿a cambio de qué? Pues como viene
ocurriendo en estos años de incipiente recuperación, a cambio de
ladrillo y hostelería (que está sufriendo por cierto un enorme deterioro
en sus condiciones laborales) para turismo de sol y playa, nuestras
singularidades productivas. (...)
Una subida sostenida de alrededor del 4% anual en el Salario Mínimo
Interprofesional durante el próximo lustro podría aportar ingresos
adicionalesHay medidas que pueden llevarse a cabo sin elevar
cotizaciones o establecer nuevas figuras tributarias finalistas o
complementarias.
Si la política de estímulos al empleo (a través de
tarifas planas y otros instrumentos, por otra parte muy cuestionables
desde la perspectiva de su eficiencia) fuera financiada por el
presupuesto del Estado, o directamente suprimidas, podrían incrementarse
los ingresos en alrededor de 3.000 millones de euros anuales.
Además,
una subida sostenida de alrededor del 4% anual en el Salario Mínimo
Interprofesional durante el próximo lustro podría aportar ingresos
adicionales de alrededor de 1000 millones al año y aportaría a nuestro
mercado de trabajo dosis de igualdad salarial imprescindibles tras el
intenso aumento de la desigualdad y la pobreza laboral en estos años de
crisis.
La supresión de los topes máximos de cotización hoy vigentes
incrementaría los ingresos a corto plazo en no menos de 4.000 millones
de euros, aunque es verdad que los gastos en pensiones también crecerían
a plazo dado que habría que subir en una medida similar los topes
máximos de pensión habría una ganancia transitoria de tesorería durante
el periodo de ajuste.
Por supuesto, la implantación de estas
medidas no evitaría la necesidad de nuevos ingresos pero reduciría la
intensidad del incremento complementario de las nuevas fuentes
tributarias. Si todo el peso de los nuevos ingresos recayera sobre una
figura que, de modo similar al establecido en Francia, incrementara la
contribución al sistema a través del IRPF y el Impuesto de Sociedades la
recaudación actual debería crecer en algo más del 20%. Se trata de una
cuantía no precisamente pequeña.
Algo parecido ocurriría si el
impuesto a recargar fuera el IVA. De ahí que no deba descartarse una
salida transitoria consistente en un paquete de medidas mixto que
incluyera también, junto a la nueva figura tributaria, un incremento en
las cotizaciones sociales a cargo de trabajadores y empresarios.
No es
desde luego la mejor opción, pero los tipos de cotización españoles
permanecen hoy en un nivel inferior al vigente a lo largo del último
tercio de siglo y, dada la reducción de costes laborales llevada a cabo
con la devaluación salarial, permitiría un margen de actuación
complementario. Un punto de cotización adicional supone hoy alrededor de
3.000 millones de nuevos ingresos.
Más vale que centremos el
debate en estos ámbitos. Porque si pensamos que esto se arregla
reformando la pensión de viudedad, trasladándola a las Comunidades
Autónomas, eliminando su carácter contributivo, que es el que hoy tiene,
entonces no solo estaremos equivocando la receta sino alterando de
forma sustancial una de las bases fundamentales de nuestro sistema de
pensiones.
Dejemos que un renovado Pacto de Toledo atienda a estas otras
cuestiones con sosiego, en tanto que se pone de inmediato en marcha lo
que urge, nuevas fuentes de ingresos." (Valeriano Gómez, El Confidencial, 14/11/16)
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