"¡Cómo se ríen de nosotros! ¿Han visto ustedes como nos venden unos datos
de empleo miserables como la panacea del bienestar patrio? ¿Han visto
ustedes como ni se inmutan ante los datos de deuda total, deuda externa y necesidades de financiación de nuestro sistema bancario?
¿Han sentido ustedes el deterioro significativo y programado de
nuestros servicios públicos? Lo peor es que hemos sido nosotros, la
ciudadanía, quienes les hemos permitido empeorar nuestros niveles de
vida y bienestar a marchas forzadas sin levantar la voz. Nuestros hijos y
nietos viven y vivirán peor que nosotros.
El ascensor social ya no
funciona. La riqueza se acumula cada vez más en solo unas pocas manos. Y
encima hay que aguantarles ese inagotable relato orwelliano de que todo
va muy bien. ¡Basta ya!
Pero este fenómeno no afecta solo a España. Es el denominador común, tristemente, en la inmensa mayoría de democracias occidentales, donde la maquinaria de defensa de las superclase trabaja a pleno rendimiento. Es lo que el gran Sheldon Wolin denominó Totalitarismo Invertido.
Lo que ocurre es que se traslada de distinta manera según países. Y
aquí, nuestras élites, profundamente antipatriotas, son copartícipes del
diseño de un país cuasi-fallido. Digámoslo claramente, España es
irrelevante, no pintamos absolutamente nada.
Todo se decide fuera, tanto
en el ámbito de lo público –recuerden la genuflexión de nuestros
políticos ante Herr Merkel durante la Gran Recesión-; como de lo
privado, al ir diluyéndose con el paso del tiempo la propiedad patria de
nuestras joyas de la corona. Les da todo igual. (...)
El mercado laboral español recoge los frutos sembrados durante décadas
por las élites económicas patrias, básicamente rentistas, dominadas por
la interacción de una serie de oligopolios dañinos para nuestra salud.
El binomio bancario-inmobiliario, aderezado con distintos monopolios
naturales privatizados, ha subyugado, y sigue subyugando, la vida
económica de este país.
Para ello contó con la colaboración, algunos
dicen incluso que con el diseño, por parte de una clase política que en
plena ola burbujil, alentando un endeudamiento masivo,
hundió definitivamente las esperanzas de futuro de este país. Y para
colmo nuestro sector exterior patrio está siendo raptado por el capital
foráneo, sin darnos cuenta de lo importante que es para un país que la
propiedad de su industria esté en manos españolas. Y de aquellos barros
estos lodos.
Pero el problema de fondo es todavía más profundo. El núcleo del sistema
político de las otrora democracias occidentales ha devenido en un
control centralizado del fraude que permite un enriquecimiento masivo de
unos pocos a expensas de la ciudadanía. Y todo ello mediante un proceso
totalmente legal, es decir, dentro de la letra de la ley.
Para ello han cooptado la maquinaria legal
y la han usado para permitir a aquellos que han amasado una ingente
cantidad de dinero y riqueza no pagar los impuestos que les
corresponden. Lo peor es que cuando se amasa tanto dinero se hace
mediante la extracción de rentas al resto de la ciudadanía. El sistema
protege el engaño. Recuerden como en 2008 se rescató a aquellos avaros
que arruinaron la economía global.
La gran tendencia global es que los titulares de esa
riqueza utilizan las ruedas del sistema mundial para obtener ganancias
extraterritoriales en lugares seguros donde no pueden ser gravadas o
recuperadas.
El concepto es simple, pero los mecanismos son por
naturaleza complejos para ocultar el rastro. No dudan en utilizar las
ruedas de la contabilidad y el gobierno para permitir la deslocalización
de la riqueza, a menudo transmitiendo pérdidas a los contribuyentes en
forma de deuda.
Una vez que oligarcas, cleptócratas, corporaciones y
plutócratas políticamente poderosos estacionan su riqueza en paraísos en
el extranjero, protegidos de los impuestos, obligan al resto de la
ciudadanía a soportar una mayor carga de los impuestos, es decir, pagar
impuestos más altos.
El punto importante aquí no es
que el control fraudulento sea habilitado por instituciones
centralizadas. La centralización concentra el poder necesario para que
los privilegiados se beneficien a sí mismos a costa de todos los que
están fuera del círculo de poder. El mecanismo para enriquecer aún más a
las elites adineradas y a los que tienen información política no es un
desafortunado accidente del poder centralizado, es el único resultado
posible del poder centralizado tal cómo está diseñado en la actualidad." (Juan Laborda, Vox Populi, 07/01/18)
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