"(...) Los reportajes periodísticos en caliente así
como los testimonios de los militantes que tomaron parte en los bloqueos
permiten señalar la heterogeneidad en términos de composición de clase
que contrasta con su composición espacial.
Su composición multiclasista no deja lugar a
dudas, en lo fundamental integrado por proletarios (obreros y empleados,
asalariados o no), a los que se añaden miembros de las capas inferiores
del marco (agentes de control, técnicos) o de la pequeña burguesía
(esencialmente artesanos, a menudo autónomos, pero también campesinos e
incluso intelectuales, por ejemplo, enfermeras liberales) e incluso
elementos de pequeños empresarios.
Podemos también destacar la presencia
de mujeres y jubilados con mucha más importancia de la habitual en las
movilizaciones.
Si esta heterogeneidad no ha dañado al
movimiento, es que el conjunto comparte cierto número de puntos comunes
que han hecho posible su convergencia. Son las víctimas de las
políticas austericidas llevadas a cabo por todos los gobiernos desde
hace cuarenta años.
Estas se han traducido para ellas en la degradación
de sus condiciones de empleo, de trabajo y de remuneración; en la
dificultad creciente para “reunir dos sueldos a final de mes”; en la
angustia creciente respecto al mañana para sí y los suyos (sobre todo
los hijos); en la degradación o incluso la desaparición de los
servicios públicos y equipamientos colectivos a los que apenas podían
acceder; en el sentimiento de no sentirse ya representados (tomados en
cuenta o consideración) por nadie (sobre todo las organizaciones
sindicales, profesionales y políticas), salvo por algunos alcaldes
(aunque estos tienen cada vez menos poder); por el sentimiento de estar
abandonados y dejados a su albur y de estar francamente despreciados,
por los gobernantes que solo tienen ojos, oídos y voz, para ¡”los
primeros de la fila”!
Sin embargo estos “desposeídos” aun disponen
de esta fuerza colectiva que es la solidaridad local, basada en los
vínculos de parentesco y vecindad, hecha de conocimiento y
reconocimiento recíprocos, y también de una “economía subterránea” de
colaboración; de intercambio de servicios de donaciones recíprocas, que
asegura, más allá de la supervivencia, la posibilidad de “ir tirando”,
Sin eso, no se explicaría que hombres y mujeres hayan participado en las
operaciones realizadas por los “chalecos amarillos”, en la frialdad de
noviembre durante varios días, y más de diez en ciertos casos.
La segunda característica sociológica notable
del movimiento es su localización en el área rural peri-urbana. Eso es
porque a las categorías sociales antes citadas cada ves se les expulsa
más de los centros urbanos e incluso de las periferias urbanas más
cercanas debido al aumento de precios de los alquileres y de las
viviendas urbanas y a la expansión espacial de las ciudades (desarrollo
rural-urbano).
Por otra parte, en este espacio, la dependencia respecto
al automóvil individual es máxima: se necesita al menos un automóvil por
hogar, no solo para ir al trabajo, sino también para hacer las compras,
llevar a los niños a la escuela y a las actividades complementarias, ir
al médico, realizar las gestiones administrativas indispensables,
participar en las actividades asociativas locales, etc., dada la
concentración creciente de los equipamientos y los servicios, privados o
públicos, en los centros de las periferias urbanas, por la ausencia o
carencia de medios de transporte colectivo, por la preferencia concedida
a la vivienda individual que favorece la dispersión del hábitat.
De ahí, el carácter obligatorio de los gastos
en carburantes para estos hogares y en consecuencia, vista su
precariedad presupuestaria, la extrema sensibilidad de estas personas
respecto a su precio. Son sus aumentos continuos en el transcurso de los
últimos meses, siguiendo el precio del petróleo en el mercado mundial y
el anuncio de su próximo aumento ( el 1 de enero: 6,5 céntimos el litro
de gasoil, 2,9 céntimos el litro de gasolina sin plomo de 95) derivado
de la elevación del impuesto interior de consumo de productos
energéticos (TICPE) que ha significado la ¡gota que colma el vaso!
Tanto
más que, dado que el gasoil ha estado durante mucho tiempo
subvencionado respecto a otros carburantes, el parque de automóviles
individuales supone aún hoy más del 60% de vehículos con motor diésel.
De ahí la opción de sus formas de actuar (bloquear o filtrar la
circulación de automóviles para sensibilizar a los conductores) y la
elección del símbolo de convocatoria (el chaleco amarillo).
La composición sociológica del movimiento basta en esencia para explicar
los límites originales en el terreno político e ideológico. Sus
reivindicaciones inmediatas se han limitado a exigir una reducción del
precios de los carburantes, sobre todo de los impuestos que configuran
el 60% del precio. (...)
Fue argumentando con semejantes límites inmediatos como se han hecho oír
diferentes voces para desacreditar el movimiento, o al menos, para
arrojar sospechas sobre él. Dejemos el desprecio ordinario de los
“primeros de la fila” por el “bajo pueblo”. Más sorprendentes e
inquietantes han sido las voces provenientes de la izquierda o incluso
de la extrema izquierda. El movimiento ha sido así calificado de
poujadiste. (...)
Nuestras “almas cándidas” de izquierda y de una parte de la extrema
izquierda han acusado a este movimiento de haber sido arrastrado por la
derecha dura y la extrema derecha. Tales acusaciones han sido difundidas
basándose en la observación de objetivos, eslóganes o comportamientos
sexistas y racistas en el seno de los colectivos de “chalecos
amarillos”; de la presencia en los colectivos de símbolos o marcadores
de la derecha o la extrema derecha nacionalista (la bandera tricolor, la
Marsellesa); del apoyo inmediato obtenido por ellos, proveniente de los
líderes de la extrema derecha o de la derecha extrema (Le Pen,
Dupont-Aignan, Vauquiez) tendente a recuperarlo para sus propios fines y
a la participación de militantes de la extrema derecha en alguno de sus
colectivos.
(...) esperar que un movimiento popular espontaneo sea ideológicamente puro
para apoyarlo e intervenir en él, es condenarse a la impotencia y poner
el carro delante de los bueyes: exigir como punto de partida lo que solo
puede ser un punto de llegada.
Por otra parte, es discutible hacer de
la bandera tricolor y la Marsellesa marcas solo de la derecha o extrema
derecha nacionalista: podemos también recordar la herencia
revolucionaria que conlleva, la única disponible de personas privadas de
cualquier otra herencia revolucionaria.
Finalmente, y sobre todo, no es
tanto la presencia de elementos de la derecha y la extrema
nacionalistas en el movimiento de los “chalecos amarillos” por lo que
hay que alarmarse es por la ausencia de la izquierda y la extrema
izquierda que sirva de contrapeso para expulsarlos del movimiento. (...)
Las razones de tal actitud son múltiples. Han
tomado en consideración las críticas precedentes del movimiento,
emparejadas con la acusación de moverse en favor del patronato...del
sector del transporte por carretera, que ha sostenido al movimiento por
el hecho de emplear su reivindicación primordial, antes de retractarse
rápidamente protestando contra los bloqueos de carreteras.
Más
profundamente, hay sin duda que incriminar la hostilidad de inicio
respecto a los movimientos sociales espontáneos (el movimiento de los
“chalecos amarillos” partió de una petición que circuló en las “redes
sociales”) por parte de los estados mayores que tienen la costumbre de
hacer desfilar sus tropas solo dónde y cuándo ellos deciden.
Finalmente,
hay que señalar su extemporaneidad respecto a toda esta parte de las
capas populares en la que estas organizaciones no tienen (ya) ninguna
implantación y que ha llegado a serle tan extraña e invisible como ésta
resulta para el poder. Lo que dice mucho sobre su falta de anclaje en el
“país real” y ha valido a estas pretendidas vanguardias encontrarse
arrastradas por un movimiento popular, al menos en sus inicios.
Evidentemente, similar actitud es no solo un error sino una falta política grave.
Sobre todo no intervenir como donantes de lecciones y, aún menos, dando
la impresión de querer recuperar el movimiento en favor de una
organización cualquiera o de un programa político concreto. Defender, al
contrario, la autonomía total del movimiento respecto al exterior y la
democracia interna. (...)"
(Alain Bihr , Sociologo, especialista del movimiento obrero y socialista,
, Sin Permiso, 06/12/2018. Fuente: Europe Solidaire)
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