17.12.18

Los riesgos de otra crisis de deuda, diez años después

"Uno de los fenómenos más peculiares del actual ciclo expansivo es el hecho de que, si bien pocas voces supieron anticipar la mayor recesión desde el crac de 1929, ahora llevamos años acumulando avisos de nuevas crisis inminentes, que se prometen tanto o más graves que en 2008. Ello al menos permite hacernos una idea tanto de la solidez de la recuperación, como de la afinada capacidad predictiva de la ciencia económica.

Con todo, y aunque sigamos sin saber qué nos deparará el futuro, sí surgen algunos motivos para la preocupación. Uno de ellos, del que nos ocuparemos en este texto, tiene que ver con la evolución de la deuda global.

El pasado mes de octubre, el Fondo Monetario Internacional alertaba sobre la creciente deuda mundial, actualmente en niveles récord. En su último Informe de Estabilidad Financiera Global, estimaba que la deuda global no financiera había alcanzado al término de 2017 un nuevo máximo histórico equivalente al 250,7% del PIB mundial. Son 40,5 puntos porcentuales más (50,7 billones de dólares en términos absolutos) que al final de 2008, en plena crisis entonces.

El aviso del FMI tampoco es nuevo, y viene a sumarse a otros desde 2015, empezando por el de la consultora McKinsey. Pero desde entonces, la deuda global no ha dejado de aumentar.  (...)

Pero para abordar esta cuestión necesitamos observar el proceso de endeudamiento global de manera algo más desagregada por diversos grupos de economías.

Al respecto, un primer elemento por destacar es que la deuda ha crecido en esta década de manera generalizada por el mundo, pero de forma diferenciada. Veamos. La deuda total no financiera incluye deuda pública más la de empresas no financieras y hogares. Pues bien, en el caso de las “economías avanzadas” (según terminología del FMI) el crecimiento del endeudamiento ha venido principalmente del sector público. 

Mientras, en las economías “emergentes”, ha proliferado mayoritariamente la deuda privada en general y la empresarial en particular. Grosso modo, esta diferente dinámica en unos y otros parece obedecer, en el caso de las economías más desarrolladas al proceso de desendeudamiento privado tras la burbuja de crédito que derivó en la crisis. 

Mientras, en las llamadas emergentes y otras en vías de desarrollo, la afluencia de capitales ha facilitado allí el crédito privado, a lo que se han sumado unas políticas monetarias más laxas con el fin de facilitar con deuda la demanda interna ante una ahora menor demanda exterior.  (...)

tratando de responder a la pregunta que nos hacíamos al inicio, los riesgos de una nueva crisis por sobrendeudamiento similar o mayor a la de 2008 parecen hoy todavía menores que los de entonces. Una nueva crisis de deuda privada no parece pues inminente. Sin embargo, las vulnerabilidades se acumulan rápidamente, al tiempo que crece el apetito por el riesgo, jaleado también por unos bajos tipos de interés.

No existe un umbral de deuda concreto que nos permita decir cuándo mucho es demasiado, pero un alto nivel de endeudamiento hace a las economías muy vulnerables ante cualquier cambio en las expectativas y en la percepción del riesgo. La Gran Recesión no culminó con una respuesta de políticas que atendieran a las causas últimas que propiciaron la crisis.

 Peor incluso, en casos como Estados Unidos se han eliminado los tímidos avances en materia de regulación y supervisión financieras. Mientras tanto, el proceso de sobreendeudamiento parece haberse resuelto como quien barre bajo la alfombra. La deuda más que reducirse, cambia de sitio.  (...)

Cabría preguntarse entonces si no sería mejor priorizar las políticas públicas para gestionar una rápida cancelación de deudas privadas, en lugar de una lenta digestión de estas, conjugada con políticas de austeridad contraproducentes."                    

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