"(...) Desde que el castillo de naipes de la economía española saltó por los
aires en 2008, la tasa de ciudadanos en riesgo de exclusión social y
pobreza —es decir, los que sufren privaciones graves o viven en hogares
con trabajos esporádicos— ha subido del 23% al 27%, según los análisis
de la oficina de estadística europea Eurostat.
Ni siquiera tener un
empleo garantiza salir del agujero. La llamada “pobreza laboral” —la que
coloca bajo ese umbral a quienes trabajan— pasó de afectar al 10,8% de
los ocupados al 12,7% entre 2007 y 2010, según un informe de la
Fundación Alternativas.
El catedrático de Economía Luis Ayala lo explica
como el efecto de una precarización que comenzó antes incluso de la
crisis y de la pérdida de eficacia de los mecanismos de redistribución
(impuestos y prestaciones). (...)
La escasez de recursos es tal que los españoles se han merendado
buena parte de su ahorro para financiar el gasto corriente. La tasa de
ahorro —el porcentaje de renta que se guarda— ha llegado a bajar hasta
el 8,2% al cierre de 2012; el nivel más bajo desde que el INE inició
esta estadística (en 2005).
La destrucción de una gran masa salarial intermedia junto con una
peor distribución de la riqueza han dado alas a otro legado negro: el
auge de la desigualdad, señala el catedrático de Economía Aplicada de la
Universidad Autónoma de Barcelona Josep Oliver, es una coz que está
golpeando con dureza a la clase media.(...)
Un porcentaje creciente de ciudadanos ni siquiera son capaces de
afrontar el coste de la cesta de la compra y se ven obligados a recurrir
a comedores sociales y a bancos de alimentos. En 2012 se atendió a 1,5
millones de personas, el doble que en 2009, según la Federación Española
de Bancos de Alimentos.
Tampoco han salido indemnes los hábitos de
consumo de los que sí pueden permitirse acudir al supermercado. El
porcentaje de personas que consume fruta a diario ha bajado un 5,4%
desde 2007, y un 5,1% los que consumen lácteos a diario, según la
Encuesta Nacional de Salud y los datos del Panel de Consumo Alimentario.
Además, ha disminuido el número de ciudadanos que consumen pescado
habitualmente: ahora lo hacen, como mucho, dos veces a la semana. La
caída es acumulada, pero en solo un año el consumo total de pescado y
marisco ha bajado un 1,2%.
Estos cambios tienen mucho que ver con el precio. En 2011, el 41% de
los ciudadanos consultados por el CIS reconocieron que habían cambiado
sus hábitos de alimentación por la crisis. Lo han hecho, por ejemplo,
dejando de lado el aceite de oliva, uno de los principales protagonistas
de la dieta mediterránea, que ha disminuido desde 2008.
La caída se ha
acentuado además de 2011 a 2012: en un solo año ha bajado en los hogares
un 3,8%, según muestran las estadísticas del Ministerio de Agricultura.
Las familias trasladan su consumo de los alimentos frescos a los
preparados, carnes transformadas y bollería industrial.
Aunque los
españoles comen menos fuera de casa, los locales que menos han acusado
la caída han sido los de comida rápida. Bajan un 2,4%, frente al 5% de
los restaurantes. (...)" (El País, 27/12/2013)
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