"(...) Explica en El príncipe moderno
que la extrema derecha inicia su vida política en el Parlamento
Europeo, ¿se ha convertido la Unión en un escenario favorable para estas
formaciones?
Al establecer que tiene que
aplicarse un modelo proporcional, el sistema electoral del Parlamento
Europeo facilita que partidos como las formaciones euroescépticas, que
son muy minoritarias, pueden conseguir un espacio político.
La paradoja
de estos comicios es que figuras como Nigel Farage o Marine Le Pen son
eurodiputados que han conseguido representación porque en sus propios
sistemas nacionales, que benefician a los partidos mayoritarios, jamás
habrían alcanzado la relevancia que tienen ahora. Gracias a que han
ganado escaños en el Parlamento Europeo, los euroescépticos están
ganando importancia en toda Europa.
En realidad, con
la extrema derecha hablamos de una paradoja más profunda. Cuando empieza
a emerger, marca un discurso político en cada uno de sus países y
obliga a la sociedad y al resto de partidos a posicionarse a propósito
de los temas que saca al debate público.
Y es entonces cuando se recurre al cordón sanitario.
Sí. A medida que la extrema derecha se hace más fuerte, los partidos
tradicionales recurren al cordón sanitario y al pacto para hacer grandes
coaliciones como única salida. Pero esta salida es justamente lo que
refuerza a los partidos de extrema derecha, que se presentan como
plataformas antiestablishment y contrarias a las
élites tradicionales. Esto es lo que nos ha llevado a la situación en la
que estamos ahora. Y el poder tradicional europeo no sabe cómo luchar
contra estos partidos.
Define la Unión Europea como "uno
de los experimentos políticos más interesantes de las últimas décadas",
pero también explica que los votantes las utilizan como una forma de
castigar en las urnas a sus partidos. ¿Qué está fallando?
Llevamos mucho tiempo analizando este tema y lo que apuntan los
estudios es que las elecciones europeas son consideradas como unas
elecciones de segundo orden. Como el que tiene que votar no entiende lo
que hace el Parlamento Europeo y no está eligiendo a un Gobierno, tiende
a tomarse estos sufragios como un mecanismo que sirve para dar un toque
de atención a los políticos a nivel nacional.
Por ejemplo, dejo de
votar al PSOE para que el partido cambie de rumbo. Y el partido lo hará
para evitar un nuevo castigo electoral en las generales.
¿Los partidos entienden las europeas como una especie de encuesta?
En parte, sí. Digamos que es una forma de orientación que sirve para
ver por dónde se puede estar redirigiendo el voto. Aunque las próximas
elecciones europeas van a ser algo diferentes porque coincidirán con las
locales y autonómicas y va a ser difícil que cojamos tres papeletas
diferentes.
Por eso hay que esperar antes de hablar de los resultados
que podría conseguir VOX, porque la lógica del voto útil puede arrastrar
a una parte de sus votantes de vuelta al Partido Popular.
¿Han influido las políticas comunitarias en la crisis de la socialdemocracia?
Hay una tesis que nos dice que la socialdemocracia está en declive
porque se ha metido en una camisa de hierro en el marco de la zona euro,
que no le permite hacer las políticas que querrían porque les están
imponiendo políticas de austeridad y de rigor presupuestario. Esta es la
tesis que planten algunos colegas, como Pepe Fernández-Albertos o
Ignacio Sánchez Cuenca, pero yo soy un poco más crítico.
Los socialdemócratas probablemente hicieron dejación en
sus funciones entendiendo que la integración podía hacerse sin elementos
fiscales y sin el pilar social, lo que llevó a que construyéramos lo
que los economistas llaman "unión monetaria imperfecta". No hemos
integrado nuestras bases de impuestos y no hemos construido un colchón
que funcione a nivel europeo para tiempos de crisis. Pero también está
el hecho de que con la crisis todos nos hemos vuelto nacionalistas.
Todos.
¿En qué sentido?
Pues mira, cuando Angela Merkel estaba en pleno enfrentamiento con
Alexis Tsipras por el futuro del euro, defendía los intereses de los
electores y de los contribuyentes alemanes. Exactamente igual que lo
estaba haciendo el líder de Syriza con los de Grecia. Vivíamos en un
dilema del prisionero en el que cada uno perseguía su propio interés
individual, lo que nos hizo llegar a una situación en la que todos
salimos perdiendo.
A pesar de ello, hoy estamos mejor equipados para
afrontar una nueva crisis económica, pero hay que tener en cuenta que
actores que han sido fundamentales para la Unión -como Mario Draghi
[presidente del Banco Central Europeo] o Angela Merkel- van a salir de
escena.
Y cómo será lo que viene que estamos preocupados por la salida
de Merkel o de gente como Draghi.
Más allá de esto,
los problemas que está teniendo la socialdemocracia europea vienen
precisamente de que no ha sabido equiparse, en términos de programa y
gestión, para las nuevas formas de desigualdad.
Autores como el politólogo estadounidense Mark Lilla culpan a las políticas identitarias de la crisis de la izquierda.
Sí. Hay muchas cosas que me preocupan a propósito de este discurso.
Estamos tratando de trasplantar un debate de EEUU a Europa, donde los
niveles de cosmopolitismo, de variación y de heterogeneidad son muy
diferentes.
Pero en Europa también se está utilizando este tipo de discurso.
Exactamente. Y se está utilizando una tesis que no está contrastada
empíricamente. No se ha demostrado que la gente haya abandonado a los
partidos de izquierdas porque hablen más de políticas de la identidad.
Esto nos retrotrae a un debate que es propio de mayo del 68, porque la
historia es circular y todos los debates actuales tienen muchos ecos del
pasado.
Y parece que estamos hablando otra vez de un enfrentamiento
entre los movimientos feministas o queer y los comunistas tradicionales, que se preguntan por qué estamos intentando dividir a la clase obrera.
Esto es muy divertido porque en un artículo que han publicado recientemente Tarik Abou-Chadi y Markus Wagner se
pregunta a propósito de en qué medida es verdad o mentira que cuando
los partidos de izquierdas se centran en la identidad pierdan votos.
¿Qué es lo que demuestran ellos empíricamente? Que es mentira. Los
partidos que orientan sus políticas hacia temas sociales y lo combinan
con políticas identitarias y de defensa de las minorías -aunque también
se nos olvida que las mujeres no son minoría, sino que son la mitad de
la población-, son justamente los que son más exitosos en las urnas. (...)
¿Está España preparada para tener una Presidenta del Gobierno?
Totalmente. El movimiento feminista y la movilización 8M en España, que
ha generado admiración en todo el mundo, tiene todos los elementos de
un movimiento social. Estos movimientos se encargan de colocar los temas
en la agenda política y eso ya lo hemos conseguido. Ahora tenemos que
dar el siguiente paso, que tiene que ser traducir todo ese movimiento a
una acción política. (...)" (Entrevista a Pablo Simón, Matías de Diego, eldiario.es, 11/11/18)
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