Cada uno de los escenarios dependerá de la evolución sanitaria de la crisis, aunque en términos generales, las situaciones de V y U significarán que tras las medidas de aislamiento social, de aproximadamente dos o tres meses, los niveles de coronavirus serán tan bajos que permitirán volver a una situación normal de la economía.La situación en L implica que la economía no volverá a su ritmo normal, pues el número de contagios impedirá eliminar completamente las medidas de aislamiento social.

Recuperación en V y U

En los casos de V y U, la recuperación vendría por un aumento del consumo. La vuelta a un ritmo normal de consumo se vería reforzada por el consumo que no se produjo en los meses de aislamiento social.Una parte de los consumidores habrán seguido recibiendo sus ingresos, en parte por la ayuda del estado, y habrán realizado menos gastos, por lo que podrían haber ahorrado y podrían aumentar su consumo. Lo que no se gastaron en estos meses de aislamiento se lo gastarían posteriormente.

Esta situación se vería contrarrestada, sin embargo, por aquellos que no habrían tenido ingresos durante la fase de aislamiento y que verían su consumo disminuir.

El endeudamiento del estado habría aumentado debido a las medidas tomadas de apoyo a los ciudadanos y a las empresas. Éstas también se habrían endeudado, pues muchas habrán hecho uso de las líneas de crédito disponibles para sobrevivir a estos meses. En general, se puede decir que el incremento de endeudamiento sería el equivalente a estar dos o tres meses.

La situación monetaria empeoraría, pues para superar este período aumentarán los balances de los bancos centrales, y la anormalidad monetaria que se arrastraba desde el 2008 iría a peor.

El sistema se tensionará, con el peligro de una crisis monetaria o financiera, pero debido de nuevo a la intervención del estado y de los bancos centrales, el sistema no quebraría y se podría volver a una situación de normalidad en breve tiempo.

Situación en L

La situación en L, que asume que la crisis sanitaria se prolongaría en el tiempo, se comportaría de manera diferente.

En primer lugar, habría un mayor shock de oferta, ya que parte de la mano de obra no podría acudir a sus puestos de trabajo, con lo que empezarían a faltar productos y servicios. Esto podría producir inflación, por el efecto de la oferta y la demanda.
El coste de la falta de actividad que ocurre en el aislamiento social puede ser cubierta de tres maneras: por los trabajadores, por las empresas y por el estado. Durante los dos o tres primeros meses es el estado el que principalmente se haría cargo de este coste, pero si este se prolongara en el tiempo, sin duda, parte del mismo recaería en los trabajadores, pues el estado no tendría mayor capacidad de endeudamiento. Esto a su ver repercutiría en el consumo.

Finalmente se produciría un “repliegue” de la economía, donde los productos superfluos disminuirían y se mantendría la producción de aquellos necesarios. Muchas empresas quebrarían, pues no podrían endeudarse más allá del período de aislamiento social, pero serían quiebras no sistémicas, pues aunque todas las empresas están interconectadas, como clientes o proveedores, los sectores más necesarios seguirían funcionando con normalidad.

La cuestión sería lo larga que fuera la L, y si el sistema podría entrar en un nuevo equilibrio en el tiempo donde se hubieran reestructurado las actividades de la economía. En otras palabras, la cuestión sería si la economía podría sobrevivir, sin quebrar, con un PIB que aguantase con una producción, de, por ejemplo, un 10% menos.

La comparación la tenemos en las crisis financieras del 2008 y del 1929, donde se produjeron disminuciones del PIB radicales, y donde el sistema no quebró, pero gracias a la intervención de los estados y los bancos centrales. Este sería, en caso de L, el reto para las autoridades, gestionar la situación para que no se produjera una crisis sistémica."                 ( , El Captor, 08/05/20)