"¿Sabías que el 71,3 por ciento de los españoles creen que en España a la hora de aplicar las leyes se hacen diferencias según de quién se trate, mientras un 26 por ciento considera que se da el mismo trato a todas las personas, según los datos de la encuesta de Actitudes hacia el Estado de Bienestar, realizada por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS)?
El diccionario de la lengua española define malestar como “desazón, incomodidad indefinible”. Y la palabra difuso, en su primera acepción, como “ancho, dilatado” y en la tercera como “vago, impreciso”.
Señalo esto, porque un malestar difuso, una sensación de insatisfacción vital se está abriendo camino entre amplias capas de la población sin que por el momento gran parte de ella se dirija necesariamente hacia un objetivo político, social o económico concreto.
Algo que puede cambiar rápidamente, ante la influencia de las redes sociales, pero que ya está condicionando su visión sobre cómo será el futuro de la sociedad en la que vive y su propio futuro.
Se ha visto desgraciadamente con la DANA. La visión de la tragedia ha generado en muchas de las personas afectadas una sensación de indefensión que no distingue competencias normativas e incompetencias personales. Una sensación que ha dado paso a que se cuestione la capacidad de las instituciones para dar respuesta a sus necesidades cotidianas. Es decir, está dando paso a un fuerte desgaste de la confianza en ellas.
Este malestar, que no es exclusivo de esta u otras catástrofes y se expresa en diferentes contextos y con distinta intensidad, se está convirtiendo en el caldo de cultivo para el surgimiento, primero, y la consolidación después, de discursos populistas y propuestas políticas desestabilizadoras, que rompen la convivencia y dividen las sociedades entre lo que denominan “el pueblo” y “los políticos y las élites corruptas”. Algo muy peligroso para la democracia y el bienestar de la mayoría de los españoles.
¿Sabías que el 51,5 por ciento de los españoles cree que en España no todas las personas tienen las mismas oportunidades para acceder a los servicios públicos, mientras un 47,8 por ciento consideran que todas las personas tienen las mismas oportunidades, según la encuesta de Actitudes hacia el Estado de Bienestar del CIS?
Este malestar difuso, esta insatisfacción, sumada al incremento de las incertidumbres vitales como consecuencias de la rapidez con la que se producen los cambios tecnológicos y a un clima de escepticismo creciente hacia los políticos y las instituciones democráticas, nos está indicando que algo no está funcionando bien.
Algo no está funcionando bien cuando el 69,4 por ciento de los españoles no cree que, a la hora de pagar impuestos, pagan más quienes más tienen. Mientras, un 28,3 por ciento cree que si paga más quien más tiene.
Algo no está funcionando bien cuando un 69,3 por ciento de los españoles dice que la administración de justicia actualmente funciona poco o nada satisfactoriamente. O que las ayudas a las personas dependientes y los servicios sociales funcionan poco o nada satisfactoriamente para un 63,9 por ciento y un 49,5 por ciento de los españoles respectivamente.
Algo no está funcionando bien cuando un 58,8 por ciento de los españoles dice que en conjunto la sociedad se beneficia poco o nada de lo que pagamos a las administraciones públicas en impuestos y cotizaciones. Mientras 38,7 por ciento considera que se beneficia mucho o bastante.
Algo no está funcionando bien cuando el 62,1 por ciento de los españoles dicen que reciben ellos menos de las administraciones públicas de lo que pagan en impuestos y cotizaciones.
Ante esta realidad, las instituciones democráticas deben reconocerlo, asumirlo y evitar que ese malestar difuso siga creciendo. Para ello, tienen que recuperar la confianza de los ciudadanos ocupándose de sus necesidades y demandas.
Esto significa, que el Estado, mejorando la coordinación entra las distintas administraciones, asuma un papel más activo para potenciar la redistribución de la riqueza que se genera en la sociedad; para construir una democracia más participativa que desarrolle políticas más inclusivas y sostenibles; y para luchar contra los elementos y sujetos desestabilizadores del sistema por su poder, riqueza y privilegios.
Lo contrario, será más malestar, menos bienestar, más división y una
mayor erosión de la legitimidad democrática que ya hace que lideres
desestabilizadores hayan alcanzado el gobierno o la presidencia en
algunas sociedades democráticas."
(Oscar Iglesias, El Obrero, 13/12/24)
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