Algo de cierto hay en ello: en realidad, no sirvieron para crear nuevo dinero bancario sino para consolidar un dinero bancario, previamente creado por la especulación y que se apoyaba simplemente en el aire de una burbuja que acababa de reventar. Hasta el presente no han producido inflación, pero evitaron la deflación.
En realidad, esto lleva implícita la respuesta a la pregunta tantas veces formulada por el público en los últimos tiempos: ¿Cómo puede ser que estos bancos que han recibido cantidades billonarias de euros no concedan créditos a las actividades productivas y estén asfixiando la recuperación económica?.
Pues precisamente por eso: no pueden crear nuevo dinero bancario porque estas cantidades recibidas como regalo se han utilizado, simplemente, para consolidar el que habían creado, de forma fraudulenta, con anterioridad."
Monetizar el déficit si crearía dinero y gasto: el gasto de los parados y los pensionistas. Aumentaría la demanda y la actividad económica y reduciría el desempleo; produciría un aumento de los ingresos fiscales y, finalmente, reduciría el déficit. La simple posibilidad de hacerlo ayudaría a sostener la deuda.
Pero la inflación solo aparecería en la medida en que la demanda, en términos monetarios, creciera más deprisa que la producción. En unas economías que atraviesan una grave recesión y que han estado al borde de la deflación, el riesgo de una inflación moderada es mucho menos grave que el de caer en una profunda depresión.(...)A estas alturas ya resulta evidente que uno de los rasgos diferenciales de esta crisis, frente a otras anteriores, es el endeudamiento masivo y la ruina generalizada de los estados resultantes.
Unos estados minimizados después de treinta años de neoliberalismo, y reducidos a la impotencia fiscal por el dogma liberal-conservador, han tenido que hacer frente a la crisis más profunda desde la segunda guerra mundial y, en algunos casos, han debido hacerlo privados de la mitad de sus instrumentos de política económica.Los estados sin moneda propia, como si se tratase de una representación teatral de los modelos macroeconómicos, se han encontrado interviniendo en un sistema compartimentado a la manera cuantitativista, en el cual la única forma de evitar la bancarrota del estado es el endeudamiento ilimitado o la liquidación de los servicios públicos.
El resultado ha sido, no solo el fracaso de las políticas económicas anti crisis, sino también el inicio de un camino sin retorno para minimizar, externalizar y privatizar lo que aún quedaba del estado del bienestar; al tiempo que se aprueban reformas legales que reducen los derechos y garantías laborales para poder cargar, aún más, sobre los trabajadores el coste de la crisis." (Sin Permiso, 19/09/2010, citando a 'El Estado y la crisis', de Jesús Rodríguez Barrio)
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