"Por comer alimentos ecológicos, por salud, por respeto al medio, por
paladar, para evitar los circuitos clásicos del modelo capitalista, para
apoyar al territorio y sus campesinos...
Por alguna o por todas estas
razones, las cooperativas de consumo, —agrupaciones de familias o
consumidores que compran directamente a los productores de proximidad de
fruta, verdura, carne, pan o cualquier otro alimento y se
autogestionan— están experimentando un gran crecimiento en los últimos
años.
Constituidas formalmente como cooperativas o como grupos de
consumo que tienen como paraguas legal una asociación, solo en Barcelona
hay unas 150 organizaciones de este tipo. Si contamos que cada grupo lo
forman una media de 30 “unidades familiares” de cuatro miembros, el
resultado es que en la capital hay 18.000 personas que se alimentan al
margen del circuito clásico en el que intervienen o Mercabarna o las
grandes cadenas de supermercados. (...)
El coordinador de la Soberanía Alimentaria, Gustavo Duch, sitúa el auge
del fenómeno “en un marco ideológico de transformación de la sociedad
que, por una u otra sensibilidad, busca espacios apartados del modelo
capitalista”.
El payés Toni Jarque, del colectivo La Paca —basado en el
acuerdo entre 120 familias y dos explotaciones agrarias—, fue muy claro:
“No es lo mismo comer que alimentarse, cuando la comida deviene
mercancía aparecen lógicas aberraciones como que una manzana esté seis
meses en una nevera frente a la producción local y de temporada”. (...)
Josep Maria Coll, de Unió de Pagesos, pidió una política agraria “que dé
pasos atrás para fomentar una agricultura que vele por la soberanía
alimentaria de la gente que vive en el territorio”. Las cooperativas,
consideró, “no son la solución total para el sector agrario, pero sí
serán la salvación para algunos”. (
Clara Blanchar
Barcelona
, El País, 5 OCT 2014)
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