"(...) Es cierto que los terceros trimestres suelen ser muy favorables para
el empleo, porque recogen el impacto positivo del tirón veraniego de
actividades como el turismo y la hostelería, muy intensivas en empleo.
Pero no lo es menos que, más allá de este componente estacional en este
trimestre, los buenos datos en materia de creación de empleo y reducción
del desempleo se vienen constatando desde que la economía comenzó su
reactivación hace tres años. Lamentablemente, la elevada precariedad
laboral empaña estos registros de creación de empleo. Dos datos de este trimestre resumen bien lo que está sucediendo en nuestro mercado laboral.
De un lado, como cara positiva, la tasa de paro ha vuelto a descender en ocho décimas, y se sitúa en el 16,4%, la más baja desde el cuarto trimestre de 2008. (...)
De otro lado, la cara negativa se refleja en la tasa de
temporalidad, el porcentaje de personas que trabajan con un contrato con
fecha cierta de término, que no para de crecer: alcanza ya el 27,4%,
y que es la más alta también desde el cuarto trimestre de 2008.
Paralelamente a la reducción del paro, la temporalidad del empleo ha ido
subiendo, y ya es 5,4 puntos superior a la existente en el primer
trimestre de 2013, cuando se situaba en mínimos. (...)
Estas dos cifras, como decimos, ilustran bien, de manera esquemática, la perversa dinámica de nuestro mercado de trabajo, que ofrece registros destacables en cuanto a creación de empleo, pero que lo hace debido a que genera un empleo de muy baja calidad, poco productivo, y como tal, poco estable.
La actual recuperación económica no está haciendo sino poner de relieve
que el tradicional comportamiento de nuestra economía en materia de
empleo, que destruye mucho empleo en épocas de crisis (y la pasada fue
terrible en ese aspecto) y luego crea también mucho cuando el PIB
despega, se ha exacerbado. Y es así porque la última reforma
laboral, la puesta en marcha por el Gobierno del PP en 2012, no ha hecho
sino incrementar el grado de precariedad general del empleo. (...)
Esta elevada precariedad laboral implica niveles salariales muy reducidos,
lo que no solo es motivo de preocupación por lo que supone para la
calidad de vida de las trabajadoras y los trabajadores, sino porque es
uno de los principales factores de riesgo para la recuperación
equilibrada de nuestra economía.
Sin mejores empleos las rentas de la
mayoría de las familias no crecen, tampoco lo hace el consumo y, por
tanto, las empresas no venden, la producción de frena y el empleo no
aumenta. Una espiral incompatible con el despegue económico del conjunto del país y con la mejora de bienestar colectiva.
Así lo están entendiendo la mayoría de analistas y los principales
organismos internacionales. FMI, OCDE, Comisión Europea o Banco Central
Europeo, de uno u otro modo, vienen destacando esta debilidad de nuestra
economía en sus últimos informes, refiriéndose explícitamente al hecho
de que las pasadas reformas laborales y las políticas de austeridad
aplicadas desde 2012 han tenido como consecuencia un incremento de la
precariedad del empleo, una caída de las rentas salariales y, como
colofón, un aumento de las situaciones de pobreza y exclusión social.
España
es el país de la UE donde una mayor proporción de la población ocupada
está en situación de pobreza relativa (14,1%), y uno donde más ha
crecido la población en riesgo de pobreza o exclusión social desde 2008,
alcanzando ya al 27,9%.
Los diagnósticos de estos influyentes organismos internacionales en
esta materia son acertados, pero lamentablemente sus recomendaciones no
son coherentes con los mismos. Tras concluir que las políticas aplicadas
han tenido efectos muy negativos, incompatibles con una salida de la
crisis sana y duradera, sus recomendaciones sin embargo suelen
traducirse en más de lo mismo, o en actuaciones que no atacan
las causas reales de estas disfunciones.
Muestran, en este sentido,
acierto en el análisis pero un incomprensible adocenamiento y una
irritante complacencia en sus recetas. (...)
Nuestra economía no tiene problemas para generar empleo, sino para que
este sea más productivo, estable y de calidad. No se trata de crear
cualquier empleo, sino aquellos que sirvan para alimentar un desarrollo
más equilibrado y sostenible económica, social y medioambientalmente, y
ello requiere una estrategia más ambiciosa y novedosa para reducir el elevado fraude en la contratación que explica la mayor parte de nuestra elevada temporalidad del empleo.
Es preciso reformar el contrato a tiempo parcial,
para que se convierta en un instrumento laboral útil para empresas y
trabajadores, y deje de ser un nicho de precariedad, como ahora. Se
necesita reducir el paro, pero sobre todo aquél que muestra mayores
resistencias a ello, para lo que es preciso modificar las políticas
activas de empleo y poner el acento en la orientación personalizada a la persona sin empleo.
Es necesario que los salarios crezcan en coherencia con la fase del ciclo en la que nos encontramos, para mejorar la calidad de vida de los millones de hogares que dependen del trabajo por cuenta ajena para llegar a fin de mes.
Y, por último, es imprescindible conformar un tejido de protección
social que permita sobrevivir de manera digna a todos aquellos que de
manera involuntaria han perdido su principal fuente de ingresos, el
empleo, aumentando la cobertura e intensidad de las prestaciones." (Economistas Frente a la crisis, 26/10/17)
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