30.10.17

EPA 3er. trimestre 2017. Nada cambia: crece el empleo precario

"(...) Es cierto que los terceros trimestres suelen ser muy favorables para el empleo, porque recogen el impacto positivo del tirón veraniego de actividades como el turismo y la hostelería, muy intensivas en empleo.

 Pero no lo es menos que, más allá de este componente estacional en este trimestre, los buenos datos en materia de creación de empleo y reducción del desempleo se vienen constatando desde que la economía comenzó su reactivación hace tres años. Lamentablemente, la elevada precariedad laboral empaña estos registros de creación de empleo. Dos datos de este trimestre resumen bien lo que está sucediendo en nuestro mercado laboral.

De un lado, como cara positiva, la tasa de paro ha vuelto a descender en ocho décimas, y se sitúa en el 16,4%, la más baja desde el cuarto trimestre de 2008. (...)

De otro lado, la cara negativa se refleja en la tasa de temporalidad, el porcentaje de personas que trabajan con un contrato con fecha cierta de término, que no para de crecer: alcanza ya el 27,4%, y que es la más alta también desde el cuarto trimestre de 2008. 

Paralelamente a la reducción del paro, la temporalidad del empleo ha ido subiendo, y ya es 5,4 puntos superior a la existente en el primer trimestre de 2013, cuando se situaba en mínimos.  (...)

Estas dos cifras, como decimos, ilustran bien, de manera esquemática, la perversa dinámica de nuestro mercado de trabajo, que ofrece registros destacables en cuanto a creación de empleo, pero que lo hace debido a que genera un empleo de muy baja calidad, poco productivo, y como tal, poco estable. 

La actual recuperación económica no está haciendo sino poner de relieve que el tradicional comportamiento de nuestra economía en materia de empleo, que destruye mucho empleo en épocas de crisis (y la pasada fue terrible en ese aspecto) y luego crea también mucho cuando el PIB despega, se ha exacerbado. Y es así porque la última reforma laboral, la puesta en marcha por el Gobierno del PP en 2012, no ha hecho sino incrementar el grado de precariedad general del empleo.  (...)


Esta elevada precariedad laboral implica niveles salariales muy reducidos, lo que no solo es motivo de preocupación por lo que supone para la calidad de vida de las trabajadoras y los trabajadores, sino porque es uno de los principales factores de riesgo para la recuperación equilibrada de nuestra economía.

 Sin mejores empleos las rentas de la mayoría de las familias no crecen, tampoco lo hace el consumo y, por tanto, las empresas no venden, la producción de frena y el empleo no aumenta. Una espiral incompatible con el despegue económico del conjunto del país y con la mejora de bienestar colectiva.

Así lo están entendiendo la mayoría de analistas y los principales organismos internacionales. FMI, OCDE, Comisión Europea o Banco Central Europeo, de uno u otro modo, vienen destacando esta debilidad de nuestra economía en sus últimos informes, refiriéndose explícitamente al hecho de que las pasadas reformas laborales y las políticas de austeridad aplicadas desde 2012 han tenido como consecuencia un incremento de la precariedad del empleo, una caída de las rentas salariales y, como colofón, un aumento de las situaciones de pobreza y exclusión social.

 España es el país de la UE donde una mayor proporción de la población ocupada está en situación de pobreza relativa (14,1%), y uno donde más ha crecido la población en riesgo de pobreza o exclusión social desde 2008, alcanzando ya al 27,9%.

Los diagnósticos de estos influyentes organismos internacionales en esta materia son acertados, pero lamentablemente sus recomendaciones no son coherentes con los mismos. Tras concluir que las políticas aplicadas han tenido efectos muy negativos, incompatibles con una salida de la crisis sana y duradera, sus recomendaciones sin embargo suelen traducirse en más de lo mismo, o en actuaciones que no atacan las causas reales de estas disfunciones. 

Muestran, en este sentido, acierto en el análisis pero un incomprensible adocenamiento y una irritante complacencia en sus recetas. (...)

Nuestra economía no tiene problemas para generar empleo, sino para que este sea más productivo, estable y de calidad. No se trata de crear cualquier empleo, sino aquellos que sirvan para alimentar un desarrollo más equilibrado y sostenible económica, social y medioambientalmente, y ello requiere una estrategia más ambiciosa y novedosa para reducir el elevado fraude en la contratación que explica la mayor parte de nuestra elevada temporalidad del empleo.

 Es preciso reformar el contrato a tiempo parcial, para que se convierta en un instrumento laboral útil para empresas y trabajadores, y deje de ser un nicho de precariedad, como ahora. Se necesita reducir el paro, pero sobre todo aquél que muestra mayores resistencias a ello, para lo que es preciso modificar las políticas activas de empleo y poner el acento en la orientación personalizada a la persona sin empleo.

 Es necesario que los salarios crezcan en coherencia con la fase del ciclo en la que nos encontramos, para mejorar la calidad de vida de los millones de hogares que dependen del trabajo por cuenta ajena para llegar a fin de mes.

 Y, por último, es imprescindible conformar un tejido de protección social que permita sobrevivir de manera digna a todos aquellos que de manera involuntaria han perdido su principal fuente de ingresos, el empleo, aumentando la cobertura e intensidad de las prestaciones."         (Economistas Frente a la crisis, 26/10/17)

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