"El economista y estadístico José Manuel Naredo (Madrid, 1942) se ha
convertido en uno de los más acerados críticos de los gobiernos que
gestionaron la expansión y explosión de la burbuja inmobiliaria en
España.
Su intervención en la comisión parlamentaria sobre la crisis el
pasado mes de septiembre abrió ampollas en el Congreso de los Diputados,
no sólo por la ferocidad de sus críticas hacia “un modelo agotado y
corrupto como el español” sino porque utilizó cifras y manejó pruebas
que los aludidos no pudieron rebatir.
Algunos expertos le han llegado a
calificar de radical, por los dardos directos que lanza al corazón “del
peor ejemplo económico que ha tenido Europa en las últimas décadas”. (...)
Ha participado en
la comisión parlamentaria que investiga la crisis financiera, el rescate
bancario y la quiebra de las cajas de ahorros. ¿Cuál era su objetivo?
Fui citado para explicar la ingeniería de
la crisis e identificar las peculiaridades que tuvo porque una cosa fue
la recesión internacional, con las hipotecas subprime y todos sus
derivados tóxicos, y otra muy distinta lo que sucedió en España.
A
nuestro sistema financiero no le atrapó la tormenta como, por ejemplo, a
Alemania, porque nuestros bancos no compraban productos de alto riesgo
en el mercado internacional sino que pedían dinero para seguir
financiando la burbuja inmobiliaria existente y para emitir sus propias
hipotecas subprime.
Así que en el momento en el que las entidades de
crédito centroeuropeas entraron en barrera dejaron de prestar dinero a
los bancos españoles y empezaron a exigirles que se lo devolvieran.
A
partir de entonces dejamos de ser un país atractorde
capital, y rico, para convertirnos en un país pobre. La peculiaridad
española es que vivimos la crisis de un sistema inmobiliario-financiero
construido con el andamiaje de la corrupción, el caciquismo y la
administración desleal. (...)
Es que los intereses principales de este país siguen siendo las grandes
inmobiliarias y la banca. Ese es nuestro modelo financiero vigente, algo
muy sui generis y simple por cierto, pero que
se antepone a las leyes del suelo y a las iniciativas autonómicas.
Y así
han conformado una oligarquía económica surgida del llamado “pelotazo
inmobiliario”, un término sin traducción a otras lenguas de nuestro
entorno, que se ha enriquecido gracias a las plusvalías obtenidas de las
recalificaciones de suelos y de volúmenes de construcción inmensos. (...)
Parece un país gobernado por el despotismo económico, ¿no?
La especulación fue un virus que se
extendió por todo el cuerpo social de este país. A los ahorradores no
les quedaban muchas más opciones. Bueno sí, también podían invertir en
Fórum Filatélico o en las preferentes, verdaderas estafas. Ese era el
oscuro panorama.
¿Qué reformas paliativas se han acometido para que no vuelva a ocurrir?
La verdad es que no se puede hacer mucho.
El Banco Internacional de Pagos de Basilea trata ahora de templar gaitas
generando una serie de normativas pero la ingeniería financiera
empresarial ya ha ideado cómo sortearlas. Y en esas seguimos. El
problema está en el propio diseño del sistema monetario internacional
que es el que fomenta estos excesos.
La estructura que provocó la crisis
en España prácticamente no ha cambiado nada. Aún peor, se está
sobrealimentado con la liquidez creada para salir rápido del agujero que
lo único que ha logrado es volver a engordar el sistema de activos
financieros e inmobiliarios. (...)
A menudo se refiere al caciquismo como uno de los grandes males nacionales. ¿Es España un país de caciques?
Es la peculiaridad de este país. Tal y
como lo describió el escritor Macías Picavea hace más de un siglo,
nuestro caciquismo tiene dos aspiraciones particulares: Una es dominar,
no gobernar; la otra es expoliar, no gestionar.
Todos los casos que
están apareciendo en los tribunales, los saqueos a las cajas de ahorro y
a otras entidades como el Banco Popular, cuyo presidente lidera el
ránking de jubilaciones a pesar de dejar en quiebra a la institución, se
ajusta al patrón de comportamiento que dibujó Picavea para referirse a
la situación que se vivía en el campo a finales del siglo XIX. (...)
¿Observa alguna alternativa política capacitada para modificar esta situación?
De momento no veo que la cosa pinte muy
bien porque todo el enfoque encubridor que han fabricado sigue
funcionando a pleno rendimiento. Parece elemental que para que se
produzca un cambio en ese paradigma, casi sociocultural, dominante en
España se debería empezar por transformar la ideología económica y
política del “pelotazo”, que es la que se encarga de justificar el statu quo.
La democracia española no intenta igualar y homogeneizar las
diferencias económicas. Y es la desigualdad quien preside las decisiones
políticas que, previamente, han pasado por el aro de unas empresas
donde la democracia brilla por su ausencia. Por eso decía que el
caciquismo español no ha desaparecido pero es que tampoco se le combate.
El ejemplo está en la justificación de las puertas giratorias que
realizó Solbes ante el Congreso. Ni siquiera existe transparencia
empresarial. Existen infinidad de casos que lo demuestra. Rato, por
ejemplo, que quebró una entidad bancaria, acaba de fichar como asesor
del Banco Santander. Y, ¿qué opina la junta de accionistas de este
fichaje? En fin. (...)
¿Qué le falta a España para admitir sus problemas con la corrupción?
Pues una cultura más democrática,
especialmente en el ámbito local y municipal. No puede ser que un
alcalde de luz verde a un megaproyecto sin encomendarse a dios ni al
diablo. Y, desde luego, deberíamos cambiar el modelo inmobiliario y
financiero para que el desastre vivido no se vuelva a repetir.
El
problema es que nadie habla de cambiarlo, pese a que todos saben que es
el nudo de la corrupción. El tema es tan grave que para modificarlo
tendría que hacerse un pacto de Estado. (...)
Para empezar, aceptando que la culpa ha sido colectiva y, sobre todo,
sistémica. El modelo español no puede volver a reproducirse. En Francia,
Alemania o Suiza sería imposible que sucediera algo parecido porque
tienen otros modelos inmobiliarios mucho más equilibrados.
En su
vocabulario no existe la palabra “pelotazo urbanístico”. Tampoco hace
falta hacer una revolución para cambiar un modelo tan cutre como el
nuestro. Sólo haría falta mirar qué hacen al otro lado de los Pirineos. (...)
¿Quién es José Manuel Naredo?
Profesionalmente soy un economista y
estadístico. Por vocación me considero un libre pensador. Disfruto con
los análisis que aporten conciencia de nuestros males y no puedo
contenerme a la hora de proponer alternativas que, aunque no tengan el
efecto deseado, tampoco me desmoraliza. " (Entrevista a José Manuel Naredo, Gorka Castillo, CTXT, 16/01/18)
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