"Desde el año 2008 hasta ahora, al menos 160.000 familias
han sido expulsadas de sus casas por no poder pagar al banco una parte
de lo que les había prestado para comprarla. No fueron todas las que se
quedaron sin la vivienda. Muchas otras habían abandonado la casa antes,
nada más aprobar el juzgado la ejecución hipotecaria.
El número exacto
de este otro grupo no se conoce, pero debe de ser más alto incluso que
el de los expulsados de la vivienda por la actuación del juzgado y la
policía. Las ejecuciones hipotecarias, es decir, la pérdida de propiedad
del inmueble, alcanza dimensiones espectaculares: 750.000 en este
periodo. Una parte importante corresponde a viviendas principales.
Estos datos que el director general de negocio de
CaixaBank, con puro cinismo, calificó de leyenda urbana, están extraídos
del informe que periódicamente publica el Consejo General del Poder
Judicial.
Aquí sirven para dar la vuelta a la página de la vivienda,
como un bien para hacer negocio, y fijarnos en su lado real: un lugar
para que la gente pueda vivir. El alquiler es un exponente claro de ese
modo de entender la vivienda. El que la ocupa no puede hacer negocio ni
asegurarse un patrimonio con ella. Sólo le sirve para su fin primario.
Vivir en una casa alquilada en lugar de en una propia es
un buen sistema. En Alemania la mitad los hogares vive como inquilinos;
en Holanda, el 42 por ciento; en Francia, el 40 y en el Reino Unido, el
34, según los censos de vivienda correspondientes. En la mayoría de los
casos es el inquilino el más protegido. Sin embargo, un sistema sin
regulación alguna del mercado, padece las consecuencias del “laissez
faire” en beneficio de otros.
Ahora, en España eso se hace patente en dos cosas: la
desproporcionada subida de los precios de los nuevos alquileres y el uso
turístico de viviendas, en principio destinadas a residentes. Ambas
cosas guardan relación.
La burbuja tuvo como principal razón engordar el negocio
de los bancos como prestamistas. Pero además contribuyó a arrinconar el
modelo de alquiler, ya muy reducido entonces. Ahora, cuando tanta gente
ha sido despojada de su casa y otra no puede ya comprar una, los
alquileres han vuelto.
Lo han hecho con fuerza: en 2016 había 250.000
familias más en régimen de alquiler que en 2013. Mientras, 10.000
familias menos viven en una casa de su propiedad. ¡Ese cambio en sólo
tres años! (...)
En un mercado con precios de la vivienda desregulados,
como es el caso español, la consecuencia es que a partir de 2014 el
precio del alquiler se ha disparado. No hay datos oficiales, lo que
demuestra el escaso interés de la Administración por esta necesidad: el
acceso a la vivienda, considerada por la Constitución Española como un
derecho que deben hacer efectivo los poderes públicos.
Sólo los portales
del sector ofrecen datos extraídos de sus propias operaciones. Según
uno de los más conocidos, Fotocasa, alquilar una vivienda en España es
ahora un 25% más caro que en 2014. Esto, por término medio. En las
ciudades grandes la subida ha sido mucho mayor. En Barcelona, la ciudad
con el alquiler más caro, se ha disparado el 44% y en Madrid el 29.
Alquilar una casa de 70 metros cuadrados en España cuesta
ahora, de media, cerca de 600 euros al mes. Esto incluye pequeñas
localidades, ciudades medianas o los extrarradios de las grandes urbes.
En Barcelona la situación es mucho más dura: por una vivienda de ese
tamaño hay que pagar casi 1.200 euros de renta mensual.
El salario medio
que se lleva al bolsillo en esa ciudad una persona de entre 25 y 34
años, excluida la retención del IRPF y la cotización a la Seguridad
Social, supera por poco los 1.400 euros. Es un cálculo hecho sobre los
datos del INE. Quiere eso decir que si tuviera que pagar él sólo el
alquiler, le quedarían unos 200 euros al mes para el resto de
necesidades. Es el caso más extremo. En Madrid le sobrarían nada más que
535 euros; en otras ciudades ocurre algo parecido.
La semana pasada el ministerio de Fomento presentó el
nuevo plan de la vivienda en el que se contemplan ayudas al alquiler.
Este apuesta de nuevo por el principio del libre mercado. ¿Cómo? Se
contemplan ayudas directas a las personas para que alquilen una casa con
un precio de hasta 600 o 900 euros, según los casos.
Pero, como toda
ayuda directa en materia de vivienda, esta puede ir finalmente al
propietario de la casa, mediante el encarecimiento del alquiler. Si una
vivienda se alquila a 400 euros mensuales y el casero sabe que el nuevo
inquilino va a recibir una ayuda del Estado de 160 euros cada mes (el
40% de la renta mensual), podrá cambiar el precio del alquiler y subirlo
hasta 560 euros.
Este no haría así sino de intermediario de la ayuda.
¿Cambia algo? Sí, con el dinero de todos se puede contribuir a encarecer
las viviendas de alquiler y por tanto subir la renta de los
propietarios, mientras que al inquilino se le crea la ilusión de que
podrá alquilar la casa con mayor facilidad.
La forma más eficaz de intervenir el mercado del alquiler,
para potenciarlo y hacerlo accesible a los ciudadanos, es que los
ayuntamientos, la comunidades autónomas o el propio Estado tengan
parques de casas en alquiler a precios asequibles. Es una forma de
ayudar a las familias a disponer de una casa sin agobios y, al tener
precios bajos, favorece también la bajada de los alquileres privados o,
al menos, impide que estos suban mucho. (...)
Uso turístico
Al encarecimiento y la escasez de casas de alquiler puede
contribuir también la utilización de viviendas para uso turístico, sobre
todo en los centros de las grandes ciudades. Es algo nuevo y permitido.
En una casa, pensada para ser ocupada por residentes o visitantes de
largas estancias, pueden ir rotando como inquilinos numerosos turistas.
Un informe sobre el impacto de este fenómeno en las ciudades, elaborado
para el Ayuntamiento de Madrid, calcula que el casero puede ganar así el
doble que si dedica el piso a un alquiler normal, aunque tuviera la
casa vacía más de un tercio del año. Esta circunstancia puede contribuir
al encarecimiento del conjunto de los nuevos alquileres, por mimetismo.
Si un casero comprueba que otro gana más dinero por su piso, tenderá a
subir la renta a los nuevos inquilinos. Además, la abundancia de
viviendas de uso turístico puede provocar la disminución del parque de
casas destinadas a inquilinos residentes. Barcelona, de nuevo, se lleva
la palma.
En Ciutat Vella el 19% de la viviendas (más exactamente el
18,80%) se destinan a alquiler turístico. Eso representa más de 10.000
viviendas, si se tiene en cuenta el censo de viviendas del distrito. En
todo Barcelona hay 9.600 licencias para viviendas de uso turístico.
Luego sólo en Ciutat Vella se supera esta cifra, lo que indica que
además de concentrar la mayoría de las viviendas de uso turístico de la
ciudad, hay muchas ilegales, que no cuentan con licencia. Se calcula que
en todo Barcelona el número de viviendas de uso turístico no
autorizadas, es decir, ilegales, es de 4.000. (...)
El problema está planteado, pero ninguna solución será realmente
correcta si no antepone el derecho constitucional que tienen los
ciudadanos a disponer de una vivienda digna." (Emilio de la Peña, CTXT, 14/03/18)
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