12.12.18

Julio Anguita, ¿Es partidario de activar lo que muchos han llamado “cordón sanitario” en torno a Vox? No. Eso es darle vida, ahora comenzamos la reconquista de su electorado con medidas sociales y lenguaje claro. Con tanta firmeza como la que ellos ponen...

"Ocho días después del terremoto político del 2-D, Julio Anguita accede a reflexionar en voz alta ante una grabadora. No quiere hurgar en la herida de la izquierda, noqueada por un retroceso electoral inesperado. (...)

 

¿Cuál es su radiografía del 2-D?


La de la izquierda es una cultura muy empantanada en hacerse la autocrítica con una dosis de masoquismo bastante alto. Yo lo prefiero leer en positivo. ¿Qué hay que hacer? Se ha sido alarmista en poner el punto de mira en Vox. Para nosotros, Vox es una fiel infantería del bloque que intenta hacer FAES, José María Aznar, Pablo Casado y Albert Rivera.

 Es resucitar la CEDA [la coalición conservadora de la II República]. Vox está llegando a aquellos sitios que por su situación de marginalidad, PP y Cs no llegan. Es un discurso de tipo patriotero, esencialista, de desfiles, romerías, procesiones, que constituyen todo ese franquismo sociológico que la izquierda no ha sabido superar.  (...)

 

¿Qué causa está detrás de la irrupción de Vox en el Parlamento andaluz?


A mí lo que me provoca más preocupación es el aumento de la abstención en lo que denominamos con ligereza el campo de la izquierda. Hay antecedentes en Francia cuando se votó a Le Pen en detrimento del voto comunista. O cuando en la Barcelona de los 80 Jordi Pujol arrasó en el cinturón rojo.

 La izquierda ha dejado de ser hace tiempo una posición política y cultural de valores alternativos. Y se ha limitado a sindicalizarse desde una concepción muy salarial y no del horizonte de la clase obrera como constructora de un mundo distinto.

 Una parte de la izquierda está en la consecución de espacios electorales como horizonte único olvidando que las elecciones pasan y los horizontes permanecen. Estamos en momento de grandes decisiones. 

En un cambio civilizatorio. El petróleo se acaba. Hay que preparar una alternativa civilizatoria de otras formas de vida, otros valores, con los inconvenientes que tiene una vez instalados en la economía de consumo. Y hacer que los sindicatos recobren su posición. Son los grandes callados. No los escucho.   

 

Todo ese debate parece suspendido en un gran atasco identitario en Europa y el mundo. Hay un repliegue identitario. Los analistas subrayan el tema inmigratorio y la crisis catalana en España como factor desencadenante del cambio electoral en Andalucía.


 Aparte del disparate nacionalista e independentista, que consiste en sostenella y no enmendalla sabiendo que no tienen la mayoría de la población, es una falta de perspectiva que ha servido para darle aire a nuestro fascismo. Un fascismo hispánico en tono menor.  (...)

 

¿Como evalúa el problema de la inmigración como elemento electoral distorsionador?


Hay que abordarlo con valentía y serenidad. Ha habido una inmigración altísima porque le convenía al capital español. Ahí están los plásticos en Almería. ¿Un país puede abrir sus puertas a la inmigración? ¿Hasta cuando? ¿Hasta qué número? Los inmigrantes entran en la UE y es un problema de todos. Y después es una cuestión de derechos humanos.

 

¿Y hasta cuanto?, en su opinión. ¿Cuáles son los límites tolerables de la inmigración?


No lo puedo dilucidar. Si hay un proyecto europeo podríamos discutir. Pero quiero que la UE se moje de verdad. Y que lo asuma Hungría, Polonia, Ucrania. Todos su parte correspondiente. Esa gente no puede estar en las pateras muriéndose. Es de humanidad.

 

Tras el resultado del 2-D, ¿estamos más en un fenómeno de inflamación identitaria o ante la indignación de los desheredados sociales de la globalización?


Hay de todo. Es la reacción de la gente ante los problemas que ve: ese paro endémico, esos contratos basura, esa pérdida de horizonte.  (...)

 

En el fenómeno de Vox parece que hay más banderas españolas que reclamaciones sociales.


Las banderas son una manera de sublimar la angustia. La situación de marginación, de pérdida de horizonte. Hay símbolos que sirven para evadir. La bandera, los desfiles, la Legión. Salen en momentos críticos ante la falta de ética y la corrupción. Nos anclamos en posiciones fetales. Y llega la derecha fascista con su simbología. Es un pensamiento facilón. No quieren que tú pienses.

 

¿El término "fascista" es adecuado para definir todo este fenómeno?


No. Todavía no. El fascismo es, en ultima instancia, una trinchera del capitalismo en crisis. Y tiene un corpus teórico que aquí no existe. Puede que en algún momento desemboque pero todavía no.

 

¿Y qué le parece que una parte de la izquierda recurra a la retórica antifascista?


Yo creo que deberíamos analizar qué está pasando y qué hemos hecho mal. Hemos abandonado la lucha ideológica. Hemos creído que la lucha era puramente electoral. Craso error. Las elecciones son la consecuencia del trabajo hecho. El salario mínimo es un combate que no hay que abandonar jamás. Hay que hablar de la pensión mínima.  (...)

 

¿Es partidario de activar lo que muchos han llamado “cordón sanitario” en torno a Vox?


No. Eso es darle vida. Vox está ahí. Es una organización que ha llegado al Parlamento y entra en el juego parlamentario. Y ahora comenzamos la reconquista de su electorado con medidas sociales y lenguaje claro. Con tanta firmeza como la que ellos ponen. Y si nos acusan de estar a favor de Venezuela, tenemos que decir: "Sí, ¿qué pasa?" No tengo miedo. "¿Somos comunistas? Sí, ¿qué pasa?". (...)"                 (Entrevista a Julio Anguita, Aristóteles Moreno, Público, 10/12/18)

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