"(...) En cuartopoder.es hemos querido hablar con Guillermo
Fernández (Madrid, 1985), investigador en la Universidad Complutense de
Madrid especializado en las derechas radicales europeas (...)
— Estos días vemos numerosos análisis del porqué de la irrupción de Vox. ¿En el fondo, no nos lo esperábamos?
— No sé hasta qué punto.
Hubo varias encuestas que hablaban de que Vox sacaría 0 ó 1 escaños.
Recuerdo haber hablado con gente antes de las elecciones y decirles que
iban a sacar buen resultado. La izquierda estaba en la inopia.
Me llamó
la atención de cómo tanta gente se rió del vídeo de Santiago Abascal
subido a un caballo apelando a la reconquista. Durante esta campaña, Vox
ha apelado a una idea que han vendido inteligentemente, que es la de
reconquistar el país, volver a poner orden, cambiarlo para bien, desde
su punto de vista, realizar esa revancha porque han humillado a España
los nacionalismos periféricos.
(...) se decía que era imposible que un partido rompiera la fidelización del
voto en las zonas rurales, por ejemplo, al PP en Castilla y León y al
PSOE en Andalucía. Esto también se ha demostrado que no era así, había
unos sentimientos de agravio y de olvido en las zonas rurales que eran
politizables.
Ha hecho falta que Vox sacara a relucir los toros, la
caza, la pesca y la defensa de la tradición para que esa gente haya
sentido que hablaban de ella.
— La idea principal de la campaña de Vox era contraponer a España contra los proyectos periféricos y el independentismo…
— La idea
principal por la que la gente les ha votado es esa. No creo que la
mayoría de sus votantes se hayan leído su programa, ni sepan que Abascal
sea un ex del PP, un Aguirre Boy. Creo que ha sido relevante la
capacidad de Vox de no tener ataduras y hablar de una manera muy libre,
establecer una confrontación así con el resto de partidos del
establishment al referirse a ellos como la derechita cobarde, la veleta
naranja, el régimen del PSOE y, de Podemos, como un partido acomodado.
Al mismo tiempo, han transmitido la idea de la “España
viva”, ha recuperado la idea de que somos un gran país, recuperando
episodios difusos de la historia española, como la reconquista. Recuerdo
a Abascal hablando de que Colón salió del puerto de Palos para
conseguir grandes cosas que suscitaron la admiración del mundo.
No tanto
se habla del imperio español como construcción política, sino de la
idea de que si España está unida y cree en sí misma, puede hacer grandes
cosas y ser admirada en el mundo. Para eso ha de acabar con sus
demonios, que son los nacionalismos periféricos que le roban energía
interna.
— Frente al españolismo, que
ha ganado las elecciones, Adelante Andalucía, sobre todo, intentó sacar
la bandera del andalucismo en la campaña. ¿Cómo valora esta idea?
— Me ha
parecido bastante aceptable la campaña de Adelante Andalucía. No creo
que tuvieran muchas más opciones. Aunque haya perdido unos 300.000
votos, han campeado daños. El problema, para mí, viene de Podemos
estatal, y eso se manifiesta en todos los territorios, y es que cuando
un país está atrapado en un conflicto territorial, y el conflicto con
Catalunya parece en vía muerta y es algo que se larva desde hace mucho
tiempo, no es normal que Podemos no ponga sus 70 diputados y recursos a
trabajar en plantear una reforma constitucional y un modelo de Estado
serio. Seguramente, no sería algo definitivo, pero sí un borrador al que
añadir todas las matizaciones y carga retórica posterior.
Enseñar
cuál es la propuesta para un país más justo es necesario. Mientras eso
no exista y se limiten a hablar de que hay que hacer un referéndum, que
es algo procedimental que vale para el primer mes del conflicto y
después se queda corto, Podemos seguirá sin pronunciarse sobre la
cuestión crucial de España de los últimos años.
Lo que no puede ser es que
Podemos, tras las elecciones catalanas de 2015, dijera que fueron el
árbitro en un choque entre dos contrincantes y en 2017 vuelva a decir lo
mismo. Podemos tiene recursos, es un partido político, una de las
mayores representaciones institucionales de la izquierda en la historia
de España. Creo que hay una pura falta de ideas.
Hasta que esta cuestión
no esté mínimamente esbozada, ni Adelante Andalucía ni ninguna marca de
Podemos logrará tener una posición fuerte en este debate y estará
siembre a merced de otros o tratando de minimizar daños todo el rato.
— Mientras que desde las
grandes ciudades miramos a extensos territorios del Estado español como
“la España vacía”, Vox se ha referido a ellos como “la España viva”.
— Efectivamente,
ha sido una de las grandes virtudes de la campaña de Vox. Ha roto el
tabú de que en la España vacía no había un partido, que no fuera del
bipartidismo, que pudiera entrar. Vox lo ha hecho, ha aprovechado ese
sentimiento que existe en las zonas rurales y no tan rurales de que se
les ve inferiores desde las ciudades. Hay muchos pueblos grandes en
Andalucía, como en Castilla-La Mancha y otras zonas, no hablo solamente
del mundo puramente rural.
En estas zonas son conscientes de la pérdida de
población, de que viven en una decadencia. Seguramente, Andalucía no sea
la peor zona de España en cuanto a estos problemas. Han sentido que
alguien les hablaba directamente y, además, les proponía cosas que
pueden calificarse de políticamente incorrectas.
Han cogido el toreo, la
caza, la pesca… La han confrontado a otras ideas, les han dicho que su
modo de vivir y relacionarse con los animales es el suyo y está bien.
Por mucho que venga gente de la ciudad a decir que eso está mal, Vox les
ha liberado de la culpa, les ha dicho que no dejen que esos progres de
ciudad les hagan sentirse culpables. (...)
Esto es una estrategia muy típica de la extrema
derecha. Yo he estudiado más el fenómeno de Le Pen en Francia. La gente
que vive lejos de París, de algún modo, etiqueta a la izquierda como
esos arrogantes moralistas que les juzgan y que les hacen sentir mal.
La
izquierda que siempre era la liberadora de tabús frente a la sociedad
conservadora que dice lo que tienes que hacer, ahora Vox ha conseguido
que la izquierda sea la que dicta cómo se deben hacer las cosas y
presentarse como la que libera a determinados sectores de población de
sentirse culpables.
— Una élite cultural que vive
en las ciudades, en los centros de conocimiento, en las universidades y
medios de comunicación, que no entiende a amplios sectores de población
española.
— Podría ser. También, ya han
salido artículos sobre esto, podría ser que, igual que en Francia se
diferencia mucho entre la Francia central y la periférica, en España
hubiera algo parecido y que abriera posibilidades políticas
interesantes, también para la izquierda si supiera jugar allí. En el
caso de Francia es diferente, hay más gente que vive en el mundo rural
que en España.
Pero, si Vox se acerca al mundo
rural hablándole de sus tradiciones, la izquierda podría acercarse a
este mundo hablándole de servicios públicos, que es algo que hacía la
extrema derecha de Le Pen. El centro de salud más próximo cada vez está
más lejos, los colegios cierran, no nacen niños, el estado cada vez está
menos presente y estos sectores de población son los invisibles para el
estado. Esto lo utilizó Le Pen. Ahí, hay un hummus para la izquierda,
pero tiene que articularlo (...)
— ¿Hasta qué punto la
inmigración ha tenido que ver en los buenos resultados de Vox? Venimos
de un verano donde las televisiones han bombardeado con la llegada de
personas migrantes. Vemos como en El Ejido ha sacado unos buenísimos
resultados.
— Puede haber
ciertos municipios, como El Ejido, en los que el porcentaje de población
es muy alto y puede haber tenido una importancia relevante. Pero, por
otro lado, es difícil establecer esta relación.
Así como en El Ejido Vox
ha sido el partido más votado, en otros municipios de Huelva, donde hay
una tasa de inmigración muy importante y la estructura económica es
similar, Vox no ha tenido esos resultados. Habría que ver si existe tan
claramente esta correlación.
En todo caso, la cuestión anti
inmigración ha sido una adherencia o un bastón a algo más importante del
discurso de Vox, la recuperación del orgullo nacional. A esta
recuperación del orgullo nacional, Vox ha adherido la idea de que España
necesita renacer para luchar no solo contra los nacionalismo
periféricos, sino también para sobrevivir culturalmente. Para esto, han
creado la idea de que estamos amenazados por otro, el otro musulmán, y
estamos, en palabras de Abascal, ante una elección de civilización.
Esta
expresión es la misma que usaba Marine Le Pen en la campaña
presidencial de 2017. En Francia, ese discurso tiene más tradición y
crea más sentido, pero en España es una adherencia que han aprovechado
para colarla. El factor anti inmigración, observando los discursos de
Vox, tiene una fuerza considerable.
— ¿Quizás para asemejarse con otras fuerzas de las que quieren ser hermanas a nivel Europeo?
— Esto también es
curioso. Estuve en una reunión de dirigentes de Vox en Melilla hace unas
semanas, porque quería sacar un reportaje de una reunión que tenía Vox
con fuerzas europeas para alianzas en las próximas alianzas.
Esta
reunión no era con Frente Nacional francés ni la Liga Norte italiana,
sino con el grupo llamado Conservadores y Reformistas Europeos, una
especie de euroescépticos soft, donde estaban los tories, la
ultraderecha nórdica y Ley y Justicia de Polonia.
Vox, en realidad, está
adecuando su discurso a lo que se dice por Europa pero no ha decidido
todavía con quién se va a ir. Le han salido muchos pretendientes que le
cortejan y Vox se deja cortejar.(...)
— No todos los votantes de Vox son fascistas, se dice. Pero el discurso es homófobo, machista, xenófobo…
— El núcleo
movilizado, el núcleo duro sí es gente muy de derechas, muy radical y
con un marcado integrismo católico, como es el ejemplo de Rocío
Monasterio, una de las personas fuertes de Vox. Prácticamente, lo que
más les importa es la lucha contra el aborto, contra que se equipare el
matrimonio homosexual con el heterosexual. Hay que tener en cuenta que
nacen como una escisión del PP porque les parecía que el PP era muy
blando en la lucha contra ETA y porque el PP no deroga la ley del
matrimonio homosexual de Zapatero.
Este núcleo duro es muy de derechas, de extrema
derecha o fascista, pero no hay 300.000 votantes de Vox que sean así.
Hay mucha gente que ha votado porque les ha sonado bien el discurso. Me
he encontrado a gente joven, con pintas de hipster, que tenía ganas de
votar a Vox. Mucha gente les paraba por la calle, no notaba una
hostilidad hacia ellos cuando les he acompañado. Me cuesta creer que
toda esa gente sea de extrema derecha, más bien Vox ha comprendido el
fenómeno de la España de los balcones y le ha dado cuerpo político.
La España de los balcones no es que todo el mundo que
puso banderas era facha, sino que veía a gente que sacaba sus esteladas
y se quería independizar. Lo que se podía traducir en que se quieren ir
porque no quieren estar conmigo, no me quieren, no soy digno de su
aprecio y me acusan de ser autoritario, etc.
Esta gente sacaba su
bandera española diciendo que estaban orgullosos de su país, creo que a
veces era tan naíf como eso. Es como cuando una pareja lo deja, el chico
que a los días se hace fotos marcando músculos como diciendo que no es
tan malo.
— Chantaje emocional…
— Sí. Es una recompensa a un autoestima herido, a un orgullo nacional herido. (...)
— Vox también se ha presentado como una fuerza en contra del movimiento feminista y sus reivindicaciones.
— Otro de los aciertos
de Vox ha sido el saber palpar el malestar en parte de la sociedad ante
el auge del feminismo. El antifeminismo era una manera de aumentar su
transversalidad, aunque parezca mentira, en el sentido de que era el
lugar por el que más podían hincarle el diente a votantes de Podemos.
Hay varones que en algún momento votaron a Podemos y están temerosos de
la ola feminista. Por ahí y adentrándose en ciertos youtubers, que
sabemos en quién pensamos, se puede llegar a un voto que puede estar
próximo a Podemos. Esto también ha sido un acierto para lograr este
campanazo.
— Por útimo, ¿que relaciones ve en Vox con el franquismo?
— Son más de orden
sentimental que otra cosa. A Vox le interesa, igual que a otras fuerzas
de la extrema derecha europea, no parecer un partido fascista al uso ni
neofascista de los años 80 y 90. Lo más cercano al franquismo será lo
que sientan en su casa, en privado. No lo dirán directamente, per, a
través de la crítica a la memoria histórica, podrán vehicular algo de
esto. Sé de algunos de ellos que han participado en actos de Fuerza
Nueva, pero me parecería un error pensar que Vox es una Fuerza Nueva
2.0. "
(Entrevista a Guillermo Fernández, investigador en la
Universidad Complutense de Madrid especializado en las derechas
radicales europeas, Sato Díaz, Cuarto Poder, 08/12/18)
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