23.6.20

Burgueño no disponía de médicos ni ambulancias ni conocimientos de gestión sanitaria, pero gracias a los contactos de su padre tenía cerca su oportunidad soñada, una empresa en el lucrativo sector de la salud... sólo tenía que conseguir que los ancianos no fueran atendidos en los hospitales y murieran en las residencias... tuvo un éxito clamoroso, pero los amiguetes no le dieron el chiringuito soñado... país de desagradecidos

"Horas después de que la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, anunciara un plan de choque para las residencias de mayores, se puso en marcha la que denominaron “operación bicho”, el código que usaba la persona sin experiencia a quien se encomendó la salud de casi 50.000 ancianos. 

Ese 26 de marzo, con 1.130 mayores de geriátricos fallecidos por la covid-19, Encarnación Burgueño, que se autodenominaba directora general de Cardio Líder, una marca comercial sin entidad societaria, se ponía al frente de la respuesta de la Consejería de Sanidad que consistía en sustituir los traslados de mayores a hospitales por una asistencia médica en las propias residencias.

 Burgueño no disponía de médicos ni ambulancias ni conocimientos de gestión sanitaria, pero gracias a los contactos de su padre tenía cerca su oportunidad soñada, una empresa en el lucrativo sector de la salud. Encarnación Burgueño es hija del ex director general de hospitales de la Comunidad, Antonio Burgueño, a quien la presidenta Díaz Ayuso había encargado la coordinación del sector sanitario ante la pandemia.

 EL PAÍS ha tenido acceso a decenas de documentos y grabaciones con los detalles de los 12 días que duró aquel plan médico caótico y a todas luces insuficiente que fue el pilar básico de la “medicalización” de las residencias madrileñas. (...)

Encarnación Burgueño, de 50 años, dirigió toda la “operación bicho” confinada en su vivienda sin poner un pie en una residencia. Persuadió al gerente de una empresa de ambulancias privadas, Transamed, para que se sumara al plan y con ese fin le envió por e-mail un contrato remunerado “para la gestión integral de la crisis del Covid-19 en los centros sociosanitarios de la Comunidad de Madrid”.

 Iba firmado digitalmente por un alto cargo de la Consejería de Sanidad, el director de Coordinación Sociosanitaria, Carlos Mur de Víu. Cuatro vehículos médicos de esta empresa visitarían en casi dos semanas cerca de 200 de las 475 residencias de Madrid, siguiendo las instrucciones de Burgueño, quien a su vez recibía indicaciones de Mur de Víu. 

No era un “apoyo puntual”, como dijo la consejería cuando este diario destapó el papel de Burgueño. Durante 12 días, hasta el 6 de abril, los sanitarios de Transamed fueron la primera y única asistencia médica exterior que recibieron miles de ancianos durante aquellos días, según decenas de partes con los detalles de las visitas, firmados y sellados por Transamed y por los representantes de las residencias, generalmente sus directores. El gerente de la empresa de ambulancias, Eduardo Esteban Aragonés, ha mostrado a este periódico las pruebas que revelan en qué consistió realmente la “medicalización” de residencias, tan cacareada por el Gobierno de Ayuso.

“En ningún caso estuvo antes de nosotros un médico externo del Summa (emergencias de la Comunidad) o de atención primaria”, afirma Aragonés. “Las residencias nos decían que llamaban pidiendo ayuda pero no aparecía nadie”. (...)

Ayuso, que se expone a una querella en el Tribunal Supremo por negar el derecho a la salud de los mayores, desplegó hace dos semanas en la Asamblea regional un largo rollo de folios con las supuestas intervenciones médicas en las residencias. Pero las pruebas que tiene Transamed podrían fortalecer la acusación de más de 400 familias de fallecidos contra la presidenta y otros líderes de la Comunidad de Madrid. (...)

Los políticos de la Comunidad tomaron varias decisiones clave para la gestión de los geriátricos durante la pandemia. El jueves 12, el consejero Escudero anunció un plan para medicalizar las residencias por el que los mayores contagiados iban a ser atendidos allí mismo. Ese mismo día trasciende a la prensa el polémico fichaje de Antonio Burgueño como asesor de la Comunidad frente al coronavirus. El viernes, Mur de Víu creó el grupo de geriatras que diseñó la política para excluir de los hospitales a residentes mayores con dependencias.Los ancianos empezaban a ser rechazados en los hospitales, pero la segunda parte del plan, la medicalización, tardó en arrancar hasta el 26 de marzo porque la aprobación de la consejería no llegaba. (...)

Por fin, Burgueño dio la buena noticia. Sonaba enérgica en un audio de WhatsApp que envió a Jara y a Aragonés: “Al habla, operación bicho”, decía. Tenían luz verde. (...)

Los audios de las primeras horas muestran las conversaciones de un pequeño equipo infradotado, con una tarea monumental por delante. También revelan la incapacidad de la persona responsable: “Se necesita apoyo moral. Necesitan aliento, que vayáis aunque sea sin equipo”, se escucha a Burgueño en un mensaje, sugiriendo que los sanitarios entraran sin EPI en las residencias. El equipo de Aragonés constaba de cuatro vehículos sanitarios con cuatro médicos, dos enfermeros, siete técnicos de ambulancia y dos coordinadores.

Burgueño, recibiendo indicaciones de Mur de Víu, ordenaba los movimientos de los sanitarios sobre el terreno. Le dijo a Aragonés que había 10 residencias que estaban “fatal” y otras 30 que estaban mal. Mur de Víu quería que fueran primero a cuatro en situación crítica: San Celedonio, Amavir en Colmenar Viejo, las Hermanitas de los Pobres y Fundación Reina Sofía. (...)

El panorama que se encontraban los trabajadores de Aragonés era dantesco. Mayores agonizando sin morfina, cadáveres sin recoger después de cinco días y muchas caras de pavor. Los sanitarios entraban en las habitaciones vestidos con un mono de buzo y los mayores a veces rompían en llanto por el susto. “¿Por qué no está aquí Antonio, mi amigo del dominó?”, le preguntó un anciano a Aragonés. “Me voy a morir, ¿verdad?”, le dijo otro.

Muchas residencias estaban al borde del precipicio, peor incluso que la información que sus responsables habían dado por teléfono a los inspectores de la Consejería de Políticas Sociales en un excel que había llegado a las manos de Burgueño. Las empresas trataban de cuidar su reputación y el drama de los centros solo iba filtrándose a la prensa por boca de familiares y trabajadores.  (...)

Según le explicó la líder de la operación, debían “mapear” la situación para después elegir centros que transformarían en hospitales geriátricos. Su idea era centralizar la atención en esas residencias cuando llegaran los respiradores, unas máquinas por las que medio mundo peleaba. Pero parecía una quimera pensar en esos recursos de UCI cuando los centros que visitaba Aragonés carecían de lo más básico: bombonas y concentradores de oxígeno, medicinas contra el dolor o sedantes. Aragonés tampoco podía comprar sin receta medicamentos usados contra el virus en los hospitales como los antivirales. El oxígeno que llevaban en sus vehículos se agotó a la semana y no había manera de conseguir más.

“Era como mandar a un incendio forestal, una sola bomba de bomberos. ¿Qué haces cuando se acaba el agua?”, se pregunta hoy Aragonés, reflexionando sobre aquella odisea. (...)

Aragonés salía de casa al amanecer y se iba a dormir alrededor de las tres de la mañana, después de pasar al ordenador los partes con la información de cada geriátrico. Burgueño, sin embargo, no siempre estaba disponible a pesar de que dependían de ella para organizar rutas o para mover hilos cuando las residencias negaban la entrada a los sanitarios de Aragonés, porque no se fiaban de ellos. “Algunos directores temían que fuéramos de la prensa”, dice Aragonés. Burgueño se quedaba a veces dormida y por las tardes se echaba la siesta: “Me he quedado sobá, perdóname”. (...)

Las carencias eran muchas y tan básicas como la morfina, una reclamación que habían hecho 25 centros.

Todo iba bien para Burgueño el sábado 4 de abril, cuando felicitó en un audio a Aragonés: “Llevamos en torno a 8.700 abueletes vistos. ¿Sabéis lo que es eso? ¿el curro que habéis hecho? En una semana... Flipo colorines. Como sigamos así nos vamos a hacer los reyes y los amos de la gestión sociosanitaria de Madrid comunidad autónoma. ¿Vale? flipo. Sois geniales. Vais a hacer que mi sueño se consiga, que es trabajar en el mundo sociosanitario. Tener mi propia empresa”. 

Pero el lunes 6 de abril se desvanecieron los anhelos de la hija del poderoso asesor de Ayuso. A las 15:01, EL PAÍS publicó la noticia sobre Burgueño. Una hora después ésta ordenó parar las máquinas. “Escuchar [sic]. Que no vayan a ningún sitio esta tarde, Eduardo. Ahora te llamo”, le dijo en un audio a Aragonés. Él se quedó colgado esperando en la base de la empresa en Coslada. Esa mañana habían seguido con visitas a residencias que veían por primera vez a un sanitario externo.

 Burgueño dejó de responder a los mensajes y llamadas de Aragonés, que le reclamaba el pago. (...)

Las excusas siguieron. Aragonés se dio cuenta de que no le iban a pagar, sobre todo cuando el 13 de mayo fue destituido Mur de Víu. (...)

El gestor de las ambulancias ha denunciado a Burgueño. Por culpa del impago ha entrado en concurso de acreedores, dejando en la estacada a los sanitarios que ha empleado desde hace años. (...)

“No lo hago por dinero”, explica Aragonés, sobre su revelación para este periódico. Le mueve buscar justicia para las familias de los fallecidos y para sus trabajadores. “Todo el trabajo que hemos hecho es como si no hubiera existido. Nos hemos dejado la piel, 12 horas diarias pegándonos cara a cara con el covid para que nadie lo valore y solo se prejuzgue lo mal que se ha actuado en las residencias. Pero nadie ha visto esto”. Es cierto. Nadie había visto lo que realmente sucedió en las residencias de Madrid pero poco a poco está saliendo a la luz."                   (Fernando Peinado, El País, 22/06/20)

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