"El vertiginoso ascenso en la valoración en bolsa de Apple, que ha alcanzado los dos billones de capitalización bursátil y es ya la empresa mejor valorada en Wall Street, es un retrato de cómo funcionan las cosas en nuestra sociedad, de cómo las malas decisiones pueden dar réditos y, fundamentalmente, de cómo situar el acento en la sílaba equivocada.
Apple se ha convertido en un refugio para los inversores en tiempos de incertidumbre, como ha ocurrido, por motivos parecidos, con otras tecnológicas, las grandes ganadoras de la pandemia. La compañía dirigida por Tim Cook, sin embargo, revela algunos de los aciertos y de las equivocaciones contemporáneos con enorme nitidez.
Es una firma que goza de un elevado capital simbólico gracias a productos inventados hace ya muchos años, y cuyo prestigio global resulta seductor para diferentes clases sociales, lo que permite a Apple elevar los precios muy por encima de productos de similares o mayores prestaciones. Su gran fuerza actual no es la innovación en aquello que vende, ya que se ha limitado a actualizar sus aparatos, a añadir algún complemento y a sumar servicios a un consumidor fiel, sino su poder de mercado.
Eso le ha llevado a gozar de una posición muy favorable frente a proveedores y asociados ocasionales. (...)
Muchos de los desarrolladores de las aplicaciones que se venden en la tienda Apple se han quejado de condiciones gravosas, ya que deben pagar tarifas elevadas por su inclusión en ese circuito, tanto como el 30% por cualquier ingreso que se genere durante el primer año.
(...) un problema contemporáneo, un cada vez mayor peso de las tecnológicas sobre otros operadores y la consiguiente subordinación de gran parte del entorno productivo a sus condiciones. Son empresas que tienden a operar como monopolios, y esa es una buena forma de extraer rentas frecuentes. Esa es sin duda una de las fortalezas de Apple. No en vano, uno de los mayores inversores en empresas que funcionan de esa manera, Warren Buffett, cuya empresa posee un 5,7% de las acciones de la firma de la manzana, ha declarado que es el mejor negocio del mundo.
El segundo aspecto que permite entender la buena marcha bursátil de Apple, más aún que su posición en el mercado, es el cambio de actividad. Más que a vender teléfonos móviles u ordenadores, se dedica a generar efectivo a través de los dividendos y de las recompras de acciones. Desde que hace dos años alcanzó el billón de dólares en capitalización bursátil (la mitad que ahora), lo cual fue ya un hito, ha retribuido a sus accionistas con 175.600 millones, incluidos 141.000 millones de dólares en recompras de acciones. La firma de Cook es especialista en este terreno: desde 2012, ha recomprado acciones por un valor de 360.000 millones de dólares, más que cualquier otra empresa. Y piensa continuar haciéndolo, avisan sus directivos.
El tercer aspecto es la creatividad que emplea para mover su mayor activo, la cantidad de capital que posee, de manera que siga generando dividendos para sus principales accionistas. A esa habilidad, ya explicada, se suma ahora el empujón que le ha dado la Fed al asegurar que compraría bonos. A pesar de todo el efectivo que posee, Apple suele emitir deuda. Hace un año, fueron 7.000 millones, en mayo, 8.500 millones, y ahora planea colocar otros 5.500. El propósito es refinanciar la deuda y sustituirla por la nueva, con un interés bastante más bajo (gracias a que Apple es una gran tecnológica, ha salido reforzada de la pandemia y la Fed también adquiere bonos), ganar así dinero y volver a repartirlo.
Todos estos movimientos son lógicos y rentables, pero también subrayan dos elementos absurdos de nuestro sistema económico. Tenemos una empresa productiva que cada vez lo es menos, que se dedica a mover dinero de un lado a otro para obtener rentabilidad; es cada vez más una firma financiera que una compañía dedicada a fabricar y vender algo, con todo lo que eso supone. Pero, además, lo hace con apoyo estatal, lo que suena raro en la era del coronavirus. Cuando estamos necesitados de mucha mayor inversión en la salud, y cuando tantos negocios cierran y tantos puestos de trabajo se pierden, no parece tener sentido que desde los poderes públicos se ponga un dinero en el mercado que solo servirá para que una empresa con mucho capital tenga aún más, y que sus principales accionistas se enriquezcan.
Es una muy mala decisión social, económica y política,
que explica mucho de cómo funcionan las cuentas hoy y de cómo se están
olvidando los elementos esenciales. Es una época sanitaria y
económicamente dura, y lo razonable sería que las inversiones se
destinaran a combatir la pandemia y reforzar la economía real, la de las
pequeñas y medianas firmas, la de los trabajadores, la que mantiene la
sociedad funcionando. Por el contrario, se ha optado por actuar de una
forma que resulta rentable a una pequeña parte de la población, pero que
ni ayuda a resolver los problemas de la sociedad ni a estabilizar
políticamente los países occidentales. Los dos billones de Apple nos
pueden salir muy caros en el medio plazo." (Esteban Hernández, El Confidencial, 21/08/20)
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