25.3.25

Piketty: En términos económicos, la realidad es que Europa es perfectamente capaz -si tiene sentido- de perseguir varios objetivos al mismo tiempo. En concreto, Europa lleva años registrando sólidos superávits en su balanza de pagos, mientras que Estados Unidos tiene un enorme déficit... Europa acumula sus ahorros en el resto del mundo (sobre todo en Estados Unidos)... La verdad es que Europa tiene unos fundamentos económicos y financieros más sanos que Estados Unidos, tan sanos que el verdadero riesgo ha sido durante mucho tiempo no gastar lo suficiente. Más que una cura de austeridad, lo que Europa necesita realmente es una cura de inversión si quiere evitar una muerte lenta, como diagnosticó acertadamente el informe Dragui... Pero tiene que hacerlo a su manera europea, dando prioridad al bienestar humano y al desarrollo sostenible, y centrándose en las infraestructuras comunitarias (educación, sanidad, transporte, energía, clima)... En caso necesario, Europa también podría aumentar su gasto militar. Aún hay que demostrar esta necesidad... La pregunta esencial sigue siendo. ¿Por qué Europa, con su riqueza de ahorros y su posición de facto como primera potencia económica y financiera mundial, no invierte más? El principal factor es político e institucional. No existe un marco democrático en el que los ciudadanos europeos puedan decidir colectivamente la mejor manera de utilizar la riqueza que producen. En la actualidad, estas decisiones se dejan de facto en manos de unos pocos grandes grupos y de una delgada capa social de directivos y accionistas de empresas. La solución podría adoptar varias formas, como una Unión Parlamentaria Europea basada en un núcleo de países... Ante la embestida trumpista, Europa necesita urgentemente recuperar la confianza en sí misma y ofrecer a sus ciudadanos y al mundo un modelo de desarrollo diferente

 "Ante la embestida trumpista, Europa necesita urgentemente recuperar la confianza en sí misma y ofrecer a sus ciudadanos y al mundo un modelo de desarrollo diferente. Para lograrlo, hay que empezar por alejarse del permanente autodesprecio que con demasiada frecuencia ocupa el lugar del debate público en nuestro continente. Según la doxa imperante en muchos círculos dirigentes, Europa vive por encima de sus posibilidades y necesita apretarse el cinturón. La última versión de este discurso es que debemos recortar el gasto social para concentrarnos en la única prioridad que cuenta: la persecución de Trump y Putin en materia de gasto militar.

 El problema es que este diagnóstico es totalmente erróneo. En términos económicos, la realidad es que Europa es perfectamente capaz -si tiene sentido- de perseguir varios objetivos al mismo tiempo.  En concreto, Europa lleva años registrando sólidos superávits en su balanza de pagos, mientras que Estados Unidos tiene un enorme déficit. En otras palabras, es Estados Unidos quien consume e invierte más en su territorio de lo que produce, mientras que Europa hace exactamente lo contrario y acumula sus ahorros en el resto del mundo (sobre todo en Estados Unidos). En los últimos quince años, el superávit medio anual en Europa ha alcanzado el 2% del PIB, algo que sencillamente no se veía desde hace más de un siglo. Esto es cierto tanto en el sur como en Alemania y el norte de Europa, con niveles que a veces superan el 5% del PIB. Por el contrario, Estados Unidos ha acumulado déficits medios en torno al 4% del PIB desde 2010. 

Francia está a medio camino, con una balanza de pagos casi equilibrada (con un déficit inferior al 1% del PIB y una población bastante más joven que la de sus vecinos). La verdad es que Europa tiene unos fundamentos económicos y financieros más sanos que Estados Unidos, tan sanos que el verdadero riesgo ha sido durante mucho tiempo no gastar lo suficiente. Más que una cura de austeridad, lo que Europa necesita realmente es una cura de inversión si quiere evitar una muerte lenta, como diagnosticó acertadamente el informe Dragui.

Pero tiene que hacerlo a su manera europea, dando prioridad al bienestar humano y al desarrollo sostenible, y centrándose en las infraestructuras comunitarias (educación, sanidad, transporte, energía, clima). Europa ya ha superado a Estados Unidos en materia de salud, con una diferencia de esperanza de vida que sigue aumentando en beneficio de los europeos. Todo ello mientras apenas se gasta más del 10% del PIB en la sanidad del continente, frente a cerca del 18% en Estados Unidos, prueba si las hay de la ineficacia del sector privado y de los sobrecostes que genera, piensen lo que piensen Musk y sus brigadas. Europa debe seguir apoyando a sus cuidadores para que puedan continuar en esta línea. También tiene los medios para superar definitivamente a Estados Unidos en transporte, clima, formación y productividad, siempre que haga las inversiones públicas necesarias.

En caso necesario, Europa también podría aumentar su gasto militar. Aún hay que demostrar esta necesidad. Gastar miles de millones en el ejército es una forma fácil de demostrar que estamos haciendo algo contra la amenaza rusa, pero nada indica que sea la más eficaz. Los presupuestos europeos combinados ya superan con creces a los rusos. El verdadero reto consiste en gastar juntos estas sumas y, sobre todo, en crear estructuras que permitan tomar decisiones colectivas para proteger eficazmente el territorio ucraniano.

Para financiar la reconstrucción del país, también es hora de que Europa se incaute no sólo de los activos públicos rusos (300.000 millones de euros, de ellos 200.000 millones en Europa), sino también de los privados, estimados en alrededor de 1 billón de euros, la mayoría en Europa, de los que hasta la fecha sólo se han incautado unas migajas. Para ello será necesario crear un verdadero registro financiero europeo que permita saber quién posee qué en nuestro continente, lo que también es esencial para luchar contra la delincuencia grave y llevar a cabo una política de justicia social y fiscal.  

La pregunta esencial sigue siendo. ¿Por qué Europa, con su riqueza de ahorros y su posición de facto como primera potencia económica y financiera mundial, no invierte más? Una explicación clásica es demográfica: ante el envejecimiento de su población, los países europeos se preparan para su vejez acumulando toneladas de ahorro en el resto del mundo. Sin embargo, sería más útil gastar estas sumas en Europa para permitir a las generaciones más jóvenes planificar el futuro. Otra explicación es el nacionalismo: cada país europeo sospecha que su vecino quiere despilfarrar el producto de su trabajo y prefiere encerrarlo. De hecho, la globalización comercial y financiera ha suscitado una honda preocupación -en Suecia tras la crisis bancaria de 1992 y en Alemania durante la crisis posterior a la unificación de 1998-1999- y ha provocado un repliegue en Europa hacia el ahorro y cada uno para sí mismo, que no ha hecho sino agravarse desde la crisis de 2008.

Pero el principal factor es político e institucional. No existe un marco democrático en el que los ciudadanos europeos puedan decidir colectivamente la mejor manera de utilizar la riqueza que producen. En la actualidad, estas decisiones se dejan de facto en manos de unos pocos grandes grupos y de una delgada capa social de directivos y accionistas de empresas. La solución podría adoptar varias formas, como una Unión Parlamentaria Europea basada en un núcleo de países. Lo que es seguro es que la demanda de Europa nunca ha sido tan fuerte, y que los dirigentes deben responder con audacia e imaginación, yendo más allá de los caminos trillados y las falsas certezas. "                 (

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