“En el fondo, y posiciones partidistas aparte, desde fuera, está claro para muchos que estos cuatro últimos años han sido los de la entrada de España en el club de los países más avanzados de Europa, e incluso que, en lo que atañe a las cuestiones denominadas "de sociedad", se ha colocado simple y llanamente a su cabeza. (…)
La inseguridad, el racismo proyectado sobre el inmigrante, todo en este terreno, no podían sino inquietar al observador. Ahora bien, al regularizar rápida y masivamente a los inmigrantes, el nuevo Gobierno levantó un verdadero dique jurídico contra la tendencia a la intolerancia y la exclusión social. Por otra parte, y no es poca cosa, contribuyó a ingresar en las arcas del Estado unos enormes dividendos, apuntaló
Dicho de otro modo, España debe situar las cuestiones del desarrollo global de África y del codesarrollo vinculado a los flujos migratorios en el centro de su estrategia europea. (...)
A continuación, la integración de los inmigrantes presentes en el país representa otro gran desafío. No es tarea fácil, y menos cuando algunos parecen decididos a servirse de la inmigración para enfrentar a unos ciudadanos con otros. (…)
El derecho al voto en las elecciones locales sería un poderoso vector de integración. Favorecería la participación ciudadana, responsabilizaría a aquellos que disfrutasen de él, permitiría defenderse a los grupos que son blanco del racismo y, por último, mejoraría la convivencia permitiendo a los extranjeros el ingreso en el sistema de usos y costumbres del país de acogida.” (SAMI NAÏR: Inmigración: evitar el racismo y la demagogia. El País, ed. Galicia, Opinión, 20/02/2008, p. 41)
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