“El caso
Lamela ha sido catastrófico, a la injusta persecución de un grupo de profesionales, a los que aún hoy, presuntos periodistas y supuestos políticos siguen insultando, se unen dos efectos desgraciados descritos en estas páginas por Milagros Pérez Oliva: privar a muchos pacientes de los cuidados terminales y dejar un reguero de resquemor profesional con consecuencias morales devastadoras entre sanitarios. Por si faltaba algo, se hizo algo insólito, usar la autoridad institucional para perseguir a los profesionales por razones ideológicas.
(..)
No sugiero que los profesionales se aparten de la colaboración con las instituciones, todo lo contrario, se trata de fomentar una participación más activa pero también más exigente comenzando por nosotros mismos.
Lo que se echó de menos entonces fue, eso, una participación mucho más activa de sociedades científicas y profesionales en unos sucesos que tenían graves repercusiones para la sanidad pública española” (Ildefonso Hernández Aguado: Algo que aprender del 'caso Lamela'. El País, ed. Galicia, Sociedad, 12-02-08, p. 41)
El resquemor profesional cada uno se lo rasca como quiere, pero ¡Con qué derecho se dejan morir aullando de dolor a unos enfermos terminales! ¿Por miedo a que Lamela te expediente? ¿De ahí proviene el “resquemor”, de abandonar a los pacientes?
Por el mismo motivo muchos médicos vascos dan el alta prematura a los enfermos empadronados en otras autonomías, porque, al parecer, los enfermos gallegos no nos merecemos el estar hospitalizados en Euskadi. No es resquemor, es puro miedo, al jefecillo.
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