Señalaba que, a mediados de los noventa, las economías emergentes de Asia habían sido grandes importadoras de capital y habían tomado dinero prestado en el extranjero para financiar su desarrollo. Pero a raíz de la crisis financiera asiática de 1997 y 1998 (que entonces parecía algo tremendo, pero que resulta insignificante comparada con lo que está sucediendo ahora), esos países empezaron a protegerse a sí mismos amasando enormes cantidades de activos extranjeros como reservas, pero lo que estaban haciendo de hecho era exportar capital al resto de los países. La consecuencia fue que el mundo se inundó de dinero barato en busca de un lugar adonde ir.
La mayor parte de ese dinero fue a parar a EE UU, de ahí su gigantesco déficit comercial, porque el déficit comercial es la otra cara de las entradas de capital. Pero, como Bernanke señalaba acertadamente, el dinero también fluyó hacia otros países. (...)
Aun así, gran parte del exceso de ahorro mundial fue a parar a EE UU. ¿Por qué? Bernanke citaba "la profundidad y complejidad de los mercados financieros del país (que, entre otras cosas, han permitido a las familias acceder con facilidad al dinero del mercado inmobiliario)". Profundidad, sí. Pero ¿complejidad? Bueno, se podría decir que los banqueros estadounidenses, confiados tras un cuarto de siglo de celo liberalizador, lideraron al mundo a la hora de encontrar formas complejas de enriquecerse disimulando el riesgo y engañando a los inversores.
Y los sistemas financieros muy abiertos y escasamente regulados eran la característica de otros muchos receptores de grandes entradas de capital. (...)Durante algún tiempo, el flujo masivo de capital creó una ilusión de riqueza en estos países, exactamente igual que en el caso de los propietarios de viviendas estadounidenses. Los precios de los activos subían, las monedas eran fuertes y todo parecía ir de maravilla. Pero, antes o después, las burbujas se pinchan siempre y las economías milagrosas de ayer se han convertido en los casos perdidos de hoy, países cuyos activos se han evaporado, pero cuyas deudas siguen siendo muy reales. (...)
Y el daño no se limita a los prestatarios originales. En EE UU, la burbuja inmobiliaria se dio principalmente en las zonas costeras, pero cuando estalló, la demanda de bienes manufacturados, especialmente de coches, cayó en picado, y eso le ha pasado una tremenda factura al corazón del sector industrial. (...)
Si quieren saber de dónde procede la crisis mundial, plantéenselo de esta forma: estamos contemplando la venganza del exceso.
Y el exceso de ahorro sigue estando ahí. De hecho, es mayor que nunca, ahora que los consumidores empobrecidos han redescubierto las ventajas de la frugalidad y que el boom mundial de la propiedad, que proporcionó una válvula de escape para todo ese exceso de ahorro, se ha ido al garete en todo el mundo.
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