22.7.10

Desplazar los impuestos que gravan el trabajo, a tasas sobre la propiedad ... la solución, como en Hong Kong

"A medida que se ahonda la crisis bancaria europea, la crisis fiscal de Grecia y de España se difunde por Europa y la economía estadounidense se encalla, el grueso de las discusiones sobre el modo de estabilizar las finanzas nacionales parte del supuesto, según el cual sólo habría dos opciones disponibles: o la "devaluación interna", que consiste en encoger la economía por la vía del recorte del gasto público; o devaluación directa de la moneda (en los países que, como los europeo-orientales, aún no se han sumado al euro). (...)

La UE, el FMI y los grandes bancos exigen a los gobiernos la búsqueda de excedentes fiscales por la vía de recortar los programas de pensiones y seguridad social, asistencia sanitaria, educación y otros gastos sociales. Los bancos centrales tendrían que reforzar la austeridad reduciendo el crédito.

Se supone que los salarios y los precios caerán proporcionalmente, lo que permitiría a las economías en proceso de encogimiento "labrarse un camino para salir de la deuda" gracias a un excedente comercial que les permitiría ingresar los euros necesarios para lidiar con las gigantescas deudas hipotecarias generadas por la burbuja inmobiliaria posterior a 2002, viniendo la nueva deuda del banco central en apoyo de la tasa de cambio.

Los Estados bálticos han adoptado el programa de austeridad monetaria y fiscal más extremo. Los recortes en el gasto público y las políticas monetarias deflacionarias han producido en los dos últimos años un encogimiento de las economías lituana y letona superior al 20%. Los niveles salariales en el sector público letón han caído un 30%, y el banco central ha manifestado su esperanza de que el encogimiento salarial prosiga y rebaje también los salarios en el sector privado. (...)

¿Pueden salir reelegidos los gobernantes que promueven este tipo de políticas? En Letonia y otras economías del Este europeo, los partidos políticos están comenzando a armar una Tercera Opción, una alternativa a la devaluación, al encogimiento de la economía y al desplome del nivel de vida.

Esa Tercera Opción pasa por la reforma del sistema fiscal. Arranca de la constatación de un hecho: la exacerbada fiscalidad sobre el empleo –superior al 51%-- significa que los salarios que se llevan a casa son menos de la mitad de lo que los empresarios les pagan. Letonia dispone del trabajo peor remunerado de la Europa septentrional, y sin embargo, proporcionalmente, es el de mayor coste para los empresarios. (...)

Lo bueno es que este deforme sistema fiscal deja margen substancial para desplazar las cargas fiscales sobre el empleo hacia las rentas de "barra libre", incluidas las rentas sobre el valor del suelo, las rentas monopólicas y la riqueza financiera. Ahora mismo, esas rentas están exentas –"libres"— de impuestos: van a parar a los bancos.

La economía letona puede hacerse más competitiva simplemente liberándola de la carga gemela que significan unos salarios pesadamente gravados fiscalmente y unos precios inmobiliarios hinchados por un eurocrédito fácil. Dispone de un ancho margen para reducir el costo del trabajador para las empresas, hasta en un 50%, sin reducir los salarios que se llevan los trabajadores a casa. Un desplazamiento de la carga fiscal así, del trabajo al valor rentista de los bienes raíces, reduciría el coste del empleo sin necesidad de reducir los niveles de vida, y todo ello sin poner en peligro las finanzas públicas. (...)

Rebajar los impuestos sobre los salarios reduciría el coste del empleo sin reducir ni el salario que los trabajadores se llevan a casa ni los niveles de vida. Incrementar los impuestos a la propiedad, por otra parte, dejaría menos valor subsistente para que ser capitalizado en los préstamos bancarios, lo que permitiría guarecerse del endeudamiento futuro.

Aprender de Hong Kong

Una política de este tipo fue la que anduvo detrás del auge económico de Hong Kong: el ejemplo que los dirigentes letones esperan emular como enclave de servicios bancarios y centro tecnológico internacional (como lo era la propia Letonia en los tiempos soviéticos, antes de 1991). Hong Kong promovió su despegue económico a partir, fundamentalmente, de los impuestos al valor rentista del suelo, lo que le permitió minimizar los impuestos al empleo (que actualmente significan sólo un 15%).

Desplazar la carga fiscal del trabajo al valor rentista del suelo mantendría, además, a la baja el precio de la vivienda y de los espacios comerciales, porque el valor rentista gravado no podría seguir siendo reciclado en forma de nueva hipotecas.

Ese desplazamiento fiscal presionaría también a la baja los precios de las propiedades inmobiliarias, porque el valor rentista gravado no quedaría disponible para que los bancos pudieran capitalizarlo en forma de préstamos hipotecarios. La vivienda en economías de deuda apalancada, como los EEU, Gran Bretaña [y España] absorben normalmente el 40% del presupuesto familiar [en España, cerca del 45%; T.].

Reducir esa proporción al 20% --como en la economía alemana, mucho menos endeudada, y en la que el préstamo ha procedido de manera harto más responsable—, permitiría gastar los ingresos salariales en bienes y servicios, y no en el servicio de la deuda hipotecaria. Lo que, así, daría mayor margen para la moderación salarial, sin necesidad de recudir los niveles de vida. Eso significa que los letones y otros países de la Europa del Este no están obligados a sacrificar la economía en el altar de la eurodeuda; no necesitan someterse ni a la devaluación de su moneda ni a programas de austeridad.

Desplazar a la propiedad del suelo la carga fiscal ahora soportada por los trabajadores reduciría el costo de la vida de los letones, rebajando el precio de la vivienda y de los espacios comerciales. La renta económica –ingresos sin los correspondientes costos de producción— sería transferida al Estado como base fiscal, en vez de quedar "libre" para que los bancos puedan capitalizarla en forma de forma de préstamos hipotecarios.

Los precios de las propiedades están determinados por el volumen del préstamo bancario, de manera que gravar fiscalmente el valor rentista del suelo (no los legítimos retornos de las mejoras de construcción y capital) reduciría la tasa de capitalización, manteniendo bajos los precios de la propiedad inmobiliaria.


En resumidas cuentas: el problema de la deflación monetaria ("devaluación interna") es que deja intactas las disfuncionales estructuras fiscales existentes. El asunto principal en los años venideros, y no sólo en la Europa del Este, será éste: si las economías pueden liberarse a sí propias de la carga gemela representada por unos salarios pesadamente gravados fiscalmente y unos precios inmobiliarios hinchados, y si pueden hacerlo evitando una sobredosis de austeridad, de todo punto innecesaria.

Se precisa un cambio en la estructura fiscal, un cambio conforme a las líneas que la mayoría de los países occidentales esperaban ver hace ahora un siglo." (Sin Permiso, 18/07/2010, citando a
'Ni devaluación interior ni austeridad fiscal: en Europa hay una alternativa político-económica de izquierda' de Michael Hudson)

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