"El caso de Irlanda es ilustrativo, porque el «ajuste» se hizo antes que en el resto de Europa. Al estallar la crisis, el gobierno aplicó la receta del Fondo Monetario Internacional y de la ortodoxia económica: aumentó los impuestos y redujo los salarios de los empleados públicos más del 20%.
Pero la demanda siguió cayendo, y la economía se contrajo en 2009 más de un 7%, con lo que el balance fiscal pasó de ser positivo en el 2007, a incurrir en un déficit de 13,4% en el 2009. Por lo cual Irlanda tuvo que seguir endeudándose; los precios de los bonos de deuda pública irlandesa siguieron bajando y hoy Irlanda paga 3 puntos de porcentaje más que Alemania para financiarse.
Algo similar ocurrirá con los ajustes en Grecia, España, Portugal y otros países. Esto es como la «paradoja del ahorro» que propuso Keynes y que sale en los manuales de macroeconomía. Los ciudadanos de un país aumentan el ahorro, para bajar, por ejemplo, su nivel de endeudamiento.
Pero al gastar menos disminuye la demanda; por lo tanto bajan la producción y el ingreso; razón por la que finalmente también baja el ahorro, y el problema del endeudamiento no se alivia. En este caso lo que quiere el Gobierno irlandés es
reducir el déficit y para ello recorta el gasto público y aumenta los impuestos; pero la contracción de la demanda que se deriva de ello hace bajar el ingreso, por lo que baja todavía más la recaudación de impuestos y se incrementa el déficit."
El déficit fiscal enorme en muchos países se suma a la falta de demanda en
gran parte de la economía mundial, lo que crea presiones para una caída de precios, es decir, un proceso deflacionario que parece estar ya en marcha en Japón, iniciándose en Europa y posiblemente también en EEUU.
Por eso un sector de la clase dominante y sus economistas, temerosos de que la demanda se des plome y aumente aún más el desempleo, están pidiendo que se mantenga el gasto público.
Pero, por otra parte, el aumento del déf icit fiscal lleva al aumento de las tasas de
interés y a la inestabilidad de los mercados financieros en muchos países. Primero fue Dubai, luego Grecia, después Hungría, ahora Irlanda, España y Portugal. Y el
riesgo es que el incendio se extienda a todo el sistema financiero mundial.
El dilema que se presenta es cómo transitar entre el abismo de una caída de la demanda efectiva internacional, que llevaría a una depresión mundial, y el abismo de una crisis financiera internacional generalizada, que podría desembocar también en una gran depresión. (...)
Tras decenios de aplicar la fórmula keynesiana y aume ntar la deuda pública, los gobier nos se encuentran ahora con que «inventar» demanda mediante el aumento del déficit crea inestabilidades macroeconómicas importantes y exige «apretarse el cinturón». Pero esto, ¡mala suerte!, reduce la demanda. Salir del fuego para caer en las brasas...
Todo esto debería ser el centro de la crítica a los planes de ajuste recomendados por el FMI y la ortodoxia económica. Sin embargo, la crítica se debilita si se sostienen recetas irrealistas, o si se piensa que las contradicciones profundas del capitalismo se superan fácilmente generando deuda. (...)
En primer lugar, se puede resolver el déficit mediante señoraje, es decir, imprimiendo dinero. Hay larga experiencia en este método. (...)
En segundo lugar, puede financiarse el déficit mediante emisión de deuda: bonos del Estado que se venden a los particulares, las empresas y los bancos. Pero en la medida en que el déficit crece, el tipo de interés que el Gobierno ha de pagar por esa deuda, sube. (...)
Lo clave para que se recupere la demanda son las inversiones. En el mundo hay ah ora enormes masas de dinero que antes o después necesita encontrar «oportunidades de inversión». Y oportunidades de inversión significa empresas con buenas perspectivas de producir ganancia. Como las ganancias empresariales son la diferencia entre ventas totales y costos, y un componente importante de los costos son los costos salariales, para que aumente la inversión es clave que aumente la rentabilidad, por ejemplo, mediante la reducción de los salarios. (...)
Las crisis económicas son periodos de baja rentabilidad del capital, en los que mu-
chas empresas dan pérdidas y quiebran, mientras otras tratan de sobrevivir recortando gastos, para lo cual los despidos son a menudo el mecanismo fundamental. (...)
El argumento poskeynesiano según el cual el aumento del gasto público y la «inyección de dinero» en la economía son el método ideal para resolver la crisis tiende a ocultar un aspecto central, que la «solución» de las crisis en el capitalismo siempre pasa por el aumento de la explotación, por la desvalorización de los capitales improductivos y la concentración del capital. (...)
En cada crisis económica la caída de los salarios, el aumento de la explotación vía
incrementos de los ritmos de trabajo y el aumento de la «disciplina lab oral» en los centros de trabajo son componentes claves para la recuperación de las ganancias empresariales y del crecimiento económico. En eso la visión de la economía estándar, neoclásica, de los economistas generalmente ligados a las instituciones financieras internacionales y a los gobiernos más conservadores, es mucho más realista que la de los economistas keynesianos. (...)
o ocurrido en Japón en años recientes es un ejemplo ilustrativo de cómo un compo-
nente clave de las crisis es el aumento de la explotación de los trabajadores. En todo ese periodo los salarios estuvieron estancados o se redujeron y la situación general de los trabajadores empeoró, especialmente durante el 2009, año en el que, según informa The Economist, los bonos que se pagan a los trabajadores en las grandes empresas bajaron aproximadamente un 15%. (...)
Algo similar ha sucedido en EEUU, donde la recesión que comenzó a finales del 2007 ha hecho que se reduzcan los salarios y aumente la productividad. (...)
Todo esto, sin embargo, no es ninguna novedad. Son las medidas tradicionales que
se proponen en cada país cada vez que el capitalismo hace crisis. (...)
Quienes suscribimos este comentario también estamos convencidos como John Kenneth Galbraith de que existen «tendencias suicidas» en el sistema capitalista. Pero en vez de dejar que el capitalismo y sus persistentes intentos suicidas sigan sometiendo a la humanidad al sufrimiento de la pobreza, la desigualdad y las crisis económicas, al riesgo permanente de la guerra y a la creciente destrucción ambiental, preferimos que el paciente se suicide de una vez para que los demás podamos vivir. Y, si hace falta, haremos lo posible por propiciarle una buena eutanasia." (Sin Permiso, nº 6, Rolando Astarita: 'Los Galbraith, la visión keynesiana de las crisis y la realidad económica del siglo XXI')
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