21.9.10

El paro en España ... el de hace tres lustros... el de ahora... el mismo paro...

Ver la serie entera sobre el paro, en El País, Pre-Parados

"Hace tres lustros apareció en EL PAÍS una carta al director titulada "Estoy asustada", cuyo contenido se repetiría luego de modo genérico en muchas ocasiones, pero que entonces fue novedosa.

Decía así: "Estoy asustada. Soy mujer, soy española, tengo 27 años, soy licenciada en Derecho, tengo un máster de muchas horas y otros muchos cursos que me han ido formando y cualificando cada vez para más cosas; tengo un buen nivel de inglés y una demostrable experiencia cuasi profesional, ya que nunca me han hecho un contrato, sino que siempre he trabajado a través de convenios de colaboración para realizar prácticas, incluso sin remunerar.

Ahora no tengo empleo, ni prácticas, ni nada; solo tengo ese perfil profesional que acabo de exponer y que seguramente corresponderá más o menos con el de muchos españoles/as de mi edad que, al igual que yo, están en paro; que, al igual que yo, están buscando un trabajo; que, al igual que yo, no lo encuentran y que, al igual que yo, están asustados (...)

Estoy asustada porque ahora mismo ya no sé donde acudir, estoy desorientada en un entorno que no me da una solución; estoy asustada porque si estuviera segura de que esta situación va a ser transitoria, pues tendría toda la paciencia en espera de ese momento; pero es que a veces me pregunto si esta situación tiene alguna salida; a veces me veo a mí misma con cerca de 40 años, cargada de cursos, cursillos y cursetes, con un currículo de no te menees y buscando empleo todavía: ¡por favor! Necesito al menos tener esperanza e ilusión por mi futuro".

¿Qué habrá sido de aquella mujer que hoy tendrá 42 años? ¿Buscará un puesto de trabajo fijo todavía?; ¿se habrá desanimado?; ¿la habrán prejubilado de hecho, tras algún expediente de regulación de empleo? Entonces ya se hablaba de "generación perdida".

España, en la crisis económica que arrancó a primeros de los noventa, tardó 13 años en tener tasas de desempleo semejantes a las de la media europea (7,95% de la población activa, en 2007) y ello a ritmos de crecimiento anuales muy superiores al 3%.

El aún ministro de Trabajo, Celestino Corbacho, declaró hace poco, con mucho voluntarismo, que se precisarán al menos cuatro años para volver a generar empleo para esos 2,7 millones de ciudadanos españoles que lo han perdido en los últimos años." (JOAQUÍN ESTEFANÍA: Desempleo: la tierra baldía. El País, economía, 20/09/2010, p. 20)

"Estudió biología cinco años y se marchó a Holanda. Allí se enteró de que le habían concedido una beca de investigación de cuatro años en Valencia, su tierra, y volvió. "Parecía un sueño. Pero fue el principio del fin", dice con amargura.

Empezó su investigación. Tras esa beca consiguió otra para seguir con sus experimentos sobre la arteriosclerosis. Otros cuatro años. "Ahora gracias a una fundación tengo contrato. De 20 horas semanales. Pero en realidad paso en el laboratorio cerca de 10 horas al día. Si no, sería imposible que mi investigación avanzara". Gana unos 1.100 euros al mes.

Se siente precaria hasta la médula. "No solo por el hecho de cobrar poco. El problema es que vivir de becas y fundaciones impide avanzar como persona. Nadie me daría una hipoteca. No tengo derecho a una baja laboral o de maternidad", explica con indignación. ¿Por qué no cambiar de trabajo? "Estoy tan especializada y tan sobrecualificada que no sabría hacer nada más. Esa es la trampa. Me gusta investigar.

Llevo tanto tiempo trabajando por pura vocación, que si ahora abandonase sentiría que los últimos ocho años han sido un fracaso". Cuando se desanima, recuerda el día que presentó su tesis, hace unos meses. "Inexplicable". Le tiembla la voz. "Tantos años de esfuerzo concentrados... ¿Cómo no va a haber fuga de cerebros?". (El País, (pre)parados, 20/09/2010)

"Beatriz Picazo también tiene 30 años, pero poco más en común con Marian, aparte de que vive en precariedad continua. Ni se imagina lo de los hijos y la hipoteca. No tiene empleo fijo. Tampoco profesión concreta. Ha trabajado en una empresa de páginas web, de camarera en Londres, de dependienta...

Este verano servía en un chiringuito de Castellón. "Ahora buscaré otra cosa", explica. Estudió hasta BUP. "Luego me metí en artes gráficas. Pero no me gustaba. Decidí trabajar". Por el camino, hace cursos, muchos del servicio público de empleo.

A Beatriz no le queda más que aceptar su situación y ha adaptado su vida a estas circunstancias. "Las personas de entre 20 y 30 años asumen la precariedad laboral como algo natural. (...)

Volviendo a Beatriz, ¿cuánto es lo máximo que ha cobrado? "Unos 1.200 euros. Me pareció bien. No tengo grandes gastos. Solo el coche". Es optimista pero reconoce que ha pasado momentos duros. "Hay épocas en las que sin trabajo casi no tenía ni para café... Pero valoro la libertad con la que vivía". Cuando le sale curro, se muda a donde haga falta y comparte piso. Cuando está sin nada, vive en una casa de su familia en Paiporta (Valencia).

"Pero no permito que me paguen nada". Una vez tuvo un contrato indefinido, pero a los tres años renunció. "Estaba en un departamento de compras y se me caía el despacho encima". Pero las cosas han cambiado. Ahora, dice, es más complicado ir de contrato en contrato.

Esteban Sánchez, el sociólogo, no ve rara estas decisiones, que cree que nacen de la precariedad misma: "Cuando una persona encadena becas fraudulentas y trabajos temporales, ¿qué compromiso con la empresa puede sentir? Ninguno. Con nada relacionado con lo laboral. Esto explica la baja sindicación de los jóvenes". (El País, (Pre)parados, 20/09/2010, p. 16)

"Me arrepiento de haber dejado los estudios". Los que cambiaron libros por trabajo en la construcción buscan alternativas.

El perfil de Manuel es el de los más azotados por la crisis: jóvenes que abandonaron las aulas antes de tiempo, encontraron empleo y dinero en la construcción y ahora se han quedado sin trabajo y con pocos (o ningún) certificado académico que le ayude a encontrar otro empleo. Según datos de la Encuesta de Población Activa (EPA), entre 2007 y 2009 el paro se ha cebado con la población con menor cualificación: entre las personas que se quedaron en el título de graduado escolar o en la primera etapa de educación secundaria, se perdieron 526.000 puestos de trabajo; de ellos, 398.000 (el 76%) eran jóvenes menores de 29 años. En el caso de los chicos, la pérdida de empleos se localiza fundamentalmente en la construcción (casi el 40%)." (El País, España, 21/09/2010, p. 13)

"Quiero vivir con mi novia, evolucionar". Borja y Ruth son novios y comparten su piso con Óscar - Otras parejas prefieren esperar a convivir solas, pero a veces la espera se hace muy larga.

Óscar Martín-Blas, 25 años, sabe que es el tercero en discordia: "Al principio, lo llevé un poco mal. Es complicado meterse a vivir con una pareja. Me gustaría tener más intimidad. Soy un hombre y no puedo pasearme por la casa en paños menores. O cuando hay roces entre ellos, entonces me voy al rincón, que es mi habitación, para que lo solucionen".

Desde hace tres años, Óscar vive con Ruth Palomares y Borja Cuéllar, ambos de 24 años y pareja desde hace tres, en un piso de 50 metros cuadrados en Paterna (Valencia). "Los primeros días yo estaba un poco cortado pero ya es como un amigo", cuenta Borja. Compartir piso es la opción más económica pero también, hoy por hoy, la única para los tres.

No tienen dinero para más. Desde que empezaron a convivir, Óscar, que trabaja en una consultora de mercados, no ha ganado más de 800 euros mensuales. Ruth (que estudió un grado superior de Automoción) y Borja (que cursó un módulo de Diseño Gráfico) no han tenido estabilidad laboral ni un sueldo superior a 1.200 euros. Y ahora están en paro. (...)

Pero no todas las parejas están dispuestas a compartir piso. Laura Fernández (27 años) y Alfonso Castellano (29) ni se lo plantean, aunque sí llevan un año deseando vivir juntos. (...)

"Yo me agobio más que Laura porque lo que quiero es de una vez evolucionar, tener un pisito y cuatro paredes. Vivir con mi novia", asegura Alfonso. "La cosa está chunga. Todo se retrasa: el piso, la boda, todo", añade. Los dos sienten que el tiempo se les echa encima. Mientras tanto, acuden puntuales cada viernes a su lugar de encuentro: el Centro Comercial de Nervión Plaza, donde van a cenar y al cine." (El País, 22/09/2010)

"Me planteo quitar de mi currículo las dos carreras". La sobrecualificación sale cara: se pierde competitividad y productividad.

Ana Pastor tiene 29 años, dos carreras (Historia, rama Arqueología, y Restauración), habla inglés y francés. Vivió un año en París e hizo prácticas en el Louvre y en el instituto de Patrimonio francés.

Miguel Larraz es ingeniero técnico de Diseño Industrial, cursó un máster de un año de la Escuela Elisava, de la Pompeu Fabra, domina el inglés y vivió un año en Rumania. Tiene 27 años.

Lilian García, de 24, estudió Ciencias Ambientales y un máster de dos años en Copenhague en Ingeniería Química. Ha hecho seis cursos desde que se quedó en paro hace un año. Acaba de empezar otro máster.

"¿Que qué me planteo?", dice Ana. "Eliminar de mi currículo las dos carreras y enfocarlo hacia la parte de trabajos no cualificados que he hecho". Miguel intenta trabajar de camarero. Lo ven como algo temporal. "Soy muy joven para tirar la toalla, no quiero renunciar a mi profesión, que me gusta mucho", añade Pastor.

"A veces veo que me descartan porque creen que voy a querer cobrar más o que lo voy a dejar pronto, en cuanto encuentre algo mejor", explica Larraz. "Antes pensaba: el próximo trabajo va a ser mejor. (...)

Lilian García se siente en desventaja. Es la más joven, y su único contrato fue de seis meses en una empresa para el Ayuntamiento de Madrid, aunque no tenía mucho que ver con las Ciencias Ambientales. "La juventud es mala para encontrar trabajo. No nos dan una oportunidad de aprender en una empresa.

Además, te piden mil idiomas, tres años de experiencia y formación para luego pagarte menos de mil euros". Y la ventaja salarial que tenían frente a los que solo terminan la Secundaria se ha desplomado un 40% entre 1997 y 2004, según un informe de La Caixa publicado en 2007." (El País, 23/09/2010)

"Sin la ayuda de mis padres, no llego a fin de mes". Más de la mitad de los jóvenes de menos de 29 años no son económicamente independientes.

"Estoy desilusionada. Llevo muchos años trabajando y creo que lo justo es poder independizarme, pero ahora tengo que dejar la que ha sido mi casa durante más de un año", lamenta al teléfono Elena Palacios, madrileña de 29 años, que esa mañana empaquetaba sus cosas -ropa, libros...- para dejar el estudio en el que vive desde hace un año y tres meses y volver a casa de su madre.

Adiós a su espacio, ese en el que le encantaba escribir y escuchar música; adiós a su vida de adulta. Pero los 900 euros que gana como auxiliar de biblioteca no le dan para llegar a fin de mes en una ciudad como Madrid, donde solo en el alquiler se le iban 700. Sin la ayuda económica de su madre, este año hubiera sido "imposible", afirma. (...)

"me reconocieron el derecho en julio de 2009 y en enero de 2010 cobré todos esos meses; desde entonces no he vuelto a recibirla"- así que, entre la espada y la pared, echó mano de su madre: "Estaba tan ahogada que ella me ayudaba con la comida y los gastos puntuales". Y es que más de la mitad de los jóvenes de entre 20 y 29 años no son económicamente independientes, según datos del Instituto de la Juventud (Injuve) del último trimestre de 2009.

Carmen Cobos, la madre de Elena, es funcionaria y tiene un sueldo medio. "Elena ha gastado sus ahorros y yo los míos, por ayudarla", dice con impotencia. Carmen tiene otras dos hijas -ambas con estudios universitarios y buenas notas- a las que educó en la idea de que el trabajo duro se recompensa. Ahora, viendo a Elena volver a casa, no oculta su frustración: "Estoy muy decepcionada. Siento que todo lo que les inculqué no sirve, que me he equivocado".

"La precariedad laboral de los hijos se traduce en precariedad para las familias, en lo económico y en lo emocional", explica Alessandro Gentile, investigador del Instituto de Políticas y Bienes Públicos del CSIC, que ha analizado la cuestión en su tesis Inestabilidad laboral y transición a la vida adulta. Jóvenes adultos mileuristas en España e Italia. Y es que las expectativas frustradas de los hijos lo son también, y con mayor crudeza, de los padres, que han invertido en educación para ver ahora cómo sus vástagos no logran ser independientes.

Lo que peor lleva Gorka Martín-Curto (periodista madrileño de 28 años) es seguir siendo una preocupación para su padre: "Me revienta no verle tranquilo y, mientras yo necesite ayuda, sé que no lo estará". A Gorka su padre, médico, le "echa un cable" con el alquiler. Es propietario del piso que su hijo comparte con otros tres compañeros y los 300 euros de alquiler se reducen a veces. "Algunos meses me lo ha rebajado y otros, directamente me lo ha perdonado", explica. Y es consciente de su suerte.

Gorka trabaja a media jornada por 600 euros al mes como auxiliar de producción en programas de call tv -esos que se emiten de madrugada y en los que un presentador exhorta a los espectadores a resolver una sopa de letras-. Antes de eso pasó medio año en paro, cuando la web de en la que trabajaba empezó a despedir gente. El problema es que lo que era una solución temporal se alarga: "Cogí el trabajo porque eran 600 euros o nada; pero ya llevo así un año". (...)

Gentile señala que esta es "una generación de herederos", en la que cada uno vive el riesgo "según la familia que tenga detrás". Y va más allá: "En esta generación están poniendo las bases de las desigualdades futuras".

Para Alicia Canes (28 años, Barcelona) su situación de dependencia se está volviendo, "moral y económicamente, insostenible". Licenciada en Historia del Arte y con un currículo brillante (DEA, beca en la Real Academia de España de Roma, seis idiomas...), siempre ha trabajado a la vez que estudiaba. A finales de 2009 cambió Barcelona por Londres ante la falta de perspectivas laborales - "en España solo existía el paro", dice- y se fue a vivir con su novio danés. Hoy hace prácticas como voluntaria en el centro Barbican. Sin cobrar, porque espera que esa sea la llave para encontrar trabajo en alguna institución. Con el sueldo de su novio pagan el alquiler y las facturas; pero comen gracias a los padres de ella, que les pasan entre 400 y 500 euros mensuales. "Sin mis padres no llegaríamos a fin de mes", afirma Alicia. Pero ella ha puesto una fecha límite a esta ayuda: finales de año.

Aunque asegura que sus padres no le dicen nada, está convencida de que lo llevan fatal. "Jamás hubieran imaginado que para nuestra generación pasar a la vida adulta -encontrar trabajo, comprar piso, etcétera- sería una situación tan descorazonadora. Ellos -y el Estado- han invertido mucho dinero en mi formación. ¿Dónde ha ido a parar toda esta inversión? Es una injusticia", concluye.

Hay algo cultural tras la ayuda paterna. Para Gentile, buscar soluciones de puertas para adentro "retrasa la actuación política": "En Francia u Holanda no se habla de problemas de jóvenes, sino de ciudadanos; así, estos problemas los asumen las instituciones. Pero aquí, nuestra mejor seguridad social es la familia". (El País, 25/09/2010)

"Si España no quiere saber nada de mí, yo tampoco quiero saber nada de ella".

Cuando era pequeña mis padres siempre me decían: "Nosotros no pudimos estudiar porque no teníamos dinero. Hija, estudia para que el día de mañana no estés tan puteada como estamos nosotros". La niña le hizo caso y hoy, 24 años después, la ya mujer tiene una licenciatura en Comunicación Audiovisual, un máster en Periodismo, títulos de F.P.O., multitud de cursos y seminarios, muchas (demasiadas) becas en importantes empresas de España, un expediente académico brillante y está PARADA. (...)

La semana pasada intenté optar a través de la bolsa de empleo de mi municipio a un contrato de formación para auxiliar administrativa. El chico que me atendió me sugirió que estaba "sobrecualificada" para el puesto, tuve que hacerle otro currículum en el que mis estudios se reducían hasta bachillerato y los trabajos a aquellos temporales que desempeñé para costearme mis estudios: camarera, teleoperadora, promotora, azafata,... Empecé a redactarlo con lágrimas recorriéndome las mejillas, sentía que estaba borrando todos los méritos que había cosechado, sentía que cada vez que marcaba un éxito y una experiencia con el ratón y le daba al botón "supr" del teclado borraba parte de mi vida, de mis sueños y de mis ilusiones.

Todo lo que he estado labrándome para un futuro mejor, no ha servido para nada. No hay trabajo, no lo encuentro por ningún sitio. Estoy hastiada de ver como un país vacía a lo largo del día el saco de esperanzas con el millones de españoles salimos a buscar trabajo cada mañana. España, que tanto presumía de ser un país lleno de privilegios, defrauda y engaña a jóvenes "preparados" como yo, que llevo trabajando desde que tenía 16 años, sin tan siquiera darnos la más mínima oportunidad de demostrar nuestras aptitudes.

No puedo evitar un repentino sentimiento de odio e ira hacia ella por haberme usurpado las fantasías que alimentaron mi niñez, por despreciarme y no ser capaz de ofrecerme nada, ni tan siquiera una vía de escape, ante mi desolación y desesperación. Con un poco de suerte el próximo mes estaré de au-pair en Reino Unido cuidando niños en una familia que me ofrece cama y comidas a cambio de 60 euros a la semana.

¿Miedo? Ya no tiene sentido la palabra miedo, cuando ya nada puede perderse, se tiene todo ganado. Y si España no quiere saber nada de mí y si no le importa lo que puede pasarme, yo tampoco quiero saber nada de España. ¿Sabéis lo que me dicen ahora mis padres? "Si nosotros tuviésemos tu edad, también nos iríamos". (El País, España, 26/09/2010, p. 16)

"CAROLINA ALLENDE Y MANUEL MENÉNDEZ, 27 SEP 2010

Nos cuesta creer que después de tanto esfuerzo tendremos que hacer el camino inverso y volver a Brasil para hacer las Américas.

Somos una pareja de "expatriados de origen". Sus padres se vinieron a España buscando algo mejor cuando él tenía diez años y los míos se mudaron a Brasil por trabajo cuando yo cumplía los 8. En diciembre del 2009 nos casamos, y en noviembre de ese mismo año nos quedamos los dos en paro.

Yo he vivido toda la vida en una país que no es el mio, pero nunca me lo echó en cara. Siempre fui una más en el colegio y en la facultad. A pesar de la dificultad del idioma, ni mi hermana ni yo nos sentimos diferentes. Brasil es un país de muchas culturas y una persona de fuera es siempre vista como una oportunidad para aprender algo diferente y nunca como una amenaza. Allí hice un máster para poder entrar en su mercado de trabajo con un título nacional, además de con mi licenciatura en Comunicación y mi posgrado en Administración. Trabajé seis meses en prácticas y no me renovaron el contrato.

Desde entonces cada entrevista termina con la misma mirada de "ella no es de aquí". Entiendo que haya que dar oportunidades a los jóvenes nacionales, pero hablo tres idiomas perfectamente, tengo un máster, un posgrado y una licenciatura extensísima con disciplinas muy diferentes de las que se tienen aquí con la misma carrera. Además llevo 15 años de experiencias laborales, que es mucho más de lo que las personas de mi edad tienen aquí.Hasta ahora lo máximo que he conseguido es un trabajo de teleoperadora o comercial de cursos de formación. Me encantaría saber qué pretenden las empresas españolas.

Mi marido se ha formado aquí, por lo que ni la excusa de que es de fuera vale. Habla cuatro idiomas y tiene un máster de estos que sólo nombrarlo se le saltan los ojos a los entrevistadores cuando lo llaman. Ha trabajado en grandes bufetes y hasta ha tenido el suyo, por lo que tiene experiencia en varias áreas de su carrera. Ahora está trabajando en turnos de oficio y ni sus compañeros entienden por qué no consigue un empleo.

Los dos sabemos que hay mejores oportunidades fuera, pero nos cuesta creer que después de tanto esfuerzo de nuestros padres y nuestro, tendremos que hacer el camino de vuelta para hacer las Américas (como decían los colonizadores). Realmente esperamos que las cosas mejoren para poder seguir aquí luchando los dos. (El País, Preparados)

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