"La verdad es harto sencilla: el gobierno estadounidense se aterrorizó a la vista de unos riesgos de dimensiones planetarias que parecían escapar a su control. Cuando cayó Lehman, el banco tenía casi un millón de contratos de derivados en curso desparramados por 80 países distintos. Demasiado complejo y con demasiado alcance como para poder todavía dominarlo; demasiado peligroso eso de comprometerse con miles de pozos sin fondo.
El gobierno estadounidense no tenía el menor deseo de responder de las pérdidas de bancos extranjeros, señaladamente alemanes, con dinero del contribuyente norteamericano. Eso tendrían que hacerlo los propios alemanes. Y éstos, comenzando por Steinbruck [el ministro socialdemócrata de finanzas en el primer gobierno Merkel] habían dejado dicho, alto y caro, que la crisis financiera no era cosa suya: luego, con neblinosa nocturnidad, tuvieron que improvisar paquetes de rescate para los grandes bancos y cajas de ahorros alemanes que estaban metidos hasta el cuello en el asunto.
La quiebra de Lehman costó miles de millones al Fondo de Garantía de Depósitos alemán, y el banco KfW, de propiedad federal, terminó naufragando. Para evitar que el Hypo Real Estate y otros grandes bancos alemanes en quiebra llegaran al concurso de acreedores, el Parlamento federal alemán aprobó por procedimiento de urgencia una ley en octubre de 2008. Para poder movilizar de la noche a la mañana 600 mil millones de euros, hubo que prescindir de varias reglas del juego parlamentario.
Un procedimiento concursal à la Lehman habría costado mucho menos al contribuyente alemán. Aun si no hubiera fluido un solo euro, lo cierto es que, sin el apoyo del Estado, a los bancos les habría ido mucho peor en la crisis financiera. De los precios de mercado y de las calificaciones de las agencias puede inferirse con bastante precisión cuál es el valor de la mano protectora del Estado. El apoyo del Estado significa para los bancos entre 2 y 4 grados de calificación al alza por parte de las agencias.
Así pues, los Estados apoyan y rescatan: por doquiera y a porfía. Desde el 15 de septiembre de 2008 tenemos los mayores y más costosos paquetes de rescate, los mayores programas de coyuntura de todos los tiempos capitalistas. La quiebra mundial del capital financiero fue combatida con una ampliación sin ejemplo histórico del crédito público.
Una vez ganada la batalla, los héroes se sientan sobre una montaña de deuda, y no saben cómo bajarse de ella. Sólo las acciones de rescate del sector financiero han costado la friolera del 25% del PIB mundial, es decir, nada menos que 15 billones de dólares (según los más bien conservadores cálculos del FMI). (...)
La crisis financiera a escala planetaria de 2008/2009 sólo resiste la comparación con un acontecimiento: la crisis crediticia de 1929/1931. Entonces, la muerte bancaria masiva, el desplome del curso internacional del crédito y del pago, el colapso de la economía mundial. Hoy, una crisis mundial de dimensiones similares; pudo evitarse el colapso con procedimientos de perentoria urgencia y costos gigantescos, merced a una inopinadamente rápida reacción de los gobiernos y los bancos centrales.
Algunas veces, incluso con acciones concertadas de los principales países capitalistas. Y como dicho, con indecibles costes: las pérdidas efectivas dimanantes de la crisis financiera montan cuatro veces la suma gastada en las medidas de rescate bancario. Según los conservadores cálculos del FMI, la producción mundial se ha desplomado en 2008 y 2009 entre un 6,5% y un 7%, lo que significa un mínimo de 4 billones de dólares.
Los EEUU, la economía más grande del mundo, han perdido entre 7 y 8 millones de puestos de trabajo. La cosa puede ir para muy largo, y las crisis pasadas a menudo han ido para largo, hasta que las pérdidas son finalmente enjugadas. Una década de estancamiento –conforme al modelo japonés— puede llegar a costar entre 60 y 200 billones de dólares. (...)
Cuando la coalición negriroja [cristianodemócratas y socialdemócratas] anunció alegremente en noviembre de 2005 la "ampliación del mercado de titulizaciones" como objetivo del gobierno, la locura del mercado subprime norteamericano era ya cosa públicamente conocida. Los bancos alemanes otorgaron centenares de miles de euros de créditos hipotecarios a conductores californianos de autobús con ingresos inferiores a los 2.000 euros anuales.
No directamente, sino a través de intermediarios varios que ningún dirigente bancario vio o contactó jamás. En el caso de Lehman Brothers, una sección concedió malos créditos a clientes peor que malos, mientras la otra sección apostaba lucrativamente a que esos mismos créditos pincharían en un plazo previsible. Cuando la burbuja inmobiliaria norteamericana estalló en noviembre de 2007, se vio inmediatamente la implicación de los bancos europeos en el asunto, lo que se ignoró tranquilamente.
Cuando la crisis financiera alcanzó su punto culminante en septiembre de 2008, los gobiernos eran chantajeables y fueron chantajeados, según observó muy acertadamente la señora Merkel. Pero esos mismos gobiernos y todos sus precursores se habían librado antes a la construcción de una "arquitectura financiera" que fue la que posibilitó un desastre de tamaña magnitud y propició la propia vulnerabilidad al chantaje. " (SinPermiso, 19/09/2010, citando a "Dos años después de la caída de Lehman Brothers: la mano invisible hace señales de despedida", de Michael R. Krätke)
Artículo 129 de la Constitución española: Los poderes públicos... establecerán los medios que faciliten el acceso de los trabajadores a la propiedad de los medios de producción - Implantar la democracia económica en España es constitucional
21.9.10
Las acciones de rescate de los bancos costaron el 25% del PIB mundial... 15 billones de dólares... tirando por lo bajo
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