Algunos países europeos lo tienen todavía peor: el 21% de los trabajadores españoles están en paro. (...)
¿Y cómo sabemos que no hay margen para que las políticas hagan que los parados vuelvan a trabajar? (...)
El núcleo de nuestro problema económico lo constituye en realidad la deuda -principalmente la deuda hipotecaria- que las familias asumieron durante los años de la burbuja de la última década.
Ahora que la burbuja ha estallado, esa deuda está actuando como un lastre del que no consigue librarse la economía, impidiendo cualquier recuperación real del empleo. Y una vez que uno cae en la cuenta de que el problema es la sobrecarga de deuda privada, se percata de que hay algunas cosas que se podrían hacer al respecto.
Por ejemplo, podríamos hacer que programas como los de la Administración para el Progreso del Trabajo pusiesen a trabajar a los parados haciendo cosas útiles como reparar carreteras (lo cual, al aumentar los ingresos, también facilitaría que las familias devolviesen lo que deben).
Podríamos tener un programa serio de modificación de hipotecas, para reducir las deudas de los propietarios de viviendas en apuros. Podríamos tratar de conseguir que la inflación volviese a subir hasta el 4% que predominó durante el segundo mandato de Ronald Reagan, lo que contribuiría a reducir la carga real de la deuda.
Así que hay políticas que podríamos poner en práctica para reducir el desempleo. Estas políticas serían poco ortodoxas, pero también lo son los problemas económicos a los que nos enfrentamos. (...)En Estados Unidos, en concreto, cualquier intento de abordar el problema del desempleo se topará con un muro de piedra de oposición republicana. " (PAUL KRUGMAN: Contra la impotencia aprendida. El País, Negocios, 05/06/2011, p. 20)
No hay comentarios:
Publicar un comentario