27.9.11

"No hubo explicación que pasara la prueba de la risa para el hecho de que el precio de la vivienda difiriese claramente de su tendencia a largo plazo y de los alquileres, creando una burbuja que llegó a un tope de más de ocho billones de dólares. Esto se podía advertir como mínimo en fecha tan temprana como 2002"

"Conforme nos preparamos a celebrar el tercer aniversario de la bancarrota de Lehman Brothers y la consiguiente crisis financiera, es buen momento de evaluar la situación y preguntarnos qué ha cambiado. La respuesta no es alentadora. (...)

Ninguno de los ejecutivos que impulsaron y empaquetaron hipotecas fraudulentas ha ido a la cárcel. Hasta quienes se enfrentaron a demandas civiles, como Angelo Mozilo, de Countrywide, [1] han salido sin duda adelante después de haber pagado grandes indemnizaciones para resolver sus pleitos.

Y los responsables políticos en la cumbre que nos guiaron hasta el desastre económico siguen estando estupendamente. Cuando el antiguo presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan, no anda cobrando sus sueldo de siete cifras de Pimco [Pacific Investment Management Co.], el mayor fondo de bonos del país, comparte su sabiduría con el mundo en programas dominicales de tertulia matutina.

Y lo que es más importante, lo que se entiende que es su sabiduría ha sido escasamente cuestionado. Los bancos centrales de todo el mundo todavía mantienen como meta política principal, si no la única, un 2% de inflación. Actúan como si nada de lo que ha sucedido en el mundo pudiera conseguir que pongamos en cuestión esta política. (...)

Sólo hace falta saber aritmética de tercero de primaria para darse cuenta de que la burbuja inmobiliaria había crecido desmedidamente en relación a los fundamentos del mercado inmobiliario.

No hubo explicación que pasara la prueba de la risa para el hecho de que el precio de la vivienda difiriese claramente de su tendencia a largo plazo y de los alquileres, creando una burbuja que llegó a un tope de más de ocho billones de dólares. Esto se podía advertir como mínimo en fecha tan temprana como 2002.[4] 

Y era fácil ver que esta burbuja era la que impulsaba la economía, lo mismo empujando la construcción a niveles nunca vistos en el conjunto del PIB que llevando a un auge del consumo que deprimió la tasa de ahorro a cero. 

Nada había en la bolsa de trucos de la Fed que pudiera substituir el 8% del PIB (es decir, 1,2 billones de dólares) de la demanda impulsada por la burbuja cuya pérdida hubo de soportar la economía cuando reventó la burbuja inmobiliaria.   

Así pues, este desastre era previsible al ciento por ciento para quienes sabían aritmética; la única cuestión era el cuándo y la naturaleza exacta del proceso. Pero la historia posterior a la crisis la han contado casi enteramente quienes fueron responsables de la crisis. Y no tenían desde luego intención de confesar el hecho de que carecen casi por completo de la capacidad de pensar por sí mismos. 

Esto significaba poner de relieve la crisis financiera y la complejidad de los CDS (credit default swaps), los CDO (collaterised debt obligations) y otros complejos instrumentos financieros...y echar tierra encima de la sencilla historia de la burbuja inmobiliaria. Hasta que los progresistas no tengan suficiente poder para imponer las sencillas leyes de la aritmética en los debates económicos, no podremos hacer progresos para influir en la política. "                        (Sin Permiso, 18/09/2011, 'Lehman Brothers: tres años de negación', de Dean Baker, The Guardian, 12 de septiembre de 2011)

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