"Durante la pasada década los bancos de Irlanda y España
experimentaron el crecimiento más desaforado de la Unión Europea. No fue
un crecimiento basado en el ahorro o en la captación de depósitos sino
en el endeudamiento exterior, sobre todo de Alemania.
El problema es que
las entidades españolas obtenían financiación a corto plazo y la
prestaban a largo. Cuando los alemanes dejaron de prestar, vino la
debacle.
Resulta también difícil de entender que el
Banco Central Europeo (BCE), que disponía de la mejor información de los
flujos crediticios desde el Norte hacia el Sur de Europa, no hubiera
detectado el problema.
Unos flujos que buscaban sólo la mayor
rentabilidad de las operaciones especulativas inmobiliarias en lugar de
dedicarse a las industrias e innovaciones en las empresas de los países
de origen.
El BCE podía haber frenado estas transferencias sin las
cuales nunca hubiera habido burbuja inmobiliaria, al menos de
dimensiones tan gigantescas.
Los
activos de los bancos españoles crecieron un 190% entre 2001 y 2011
hasta situarse en el 347% del PIB. En Irlanda llegaron a equivaler al
800% del PIB, aunque iniciaron un significativo repliegue desde 2009. En
el gráfico de abajo se aprecia el espectacular crecimiento de los
activos financieros de bancos y cajas españoles (en amarillo), muy
superior a los demás países.
Fueron unos años dorados para las instituciones
financieras españolas, que, entre 2007 y 2011 (es decir, ¡incluidos los
años de la crisis!), ganaron cerca de 100.000 millones de euros. En 2005
y 2006 sólo los beneficios ascendieron a 28.000 millones de euros.
Si los banqueros hubieran tenido la prudencia de aparcar un tercio de
estas ganancias como reserva para los años malos se hubiera evitado el
desastre y la consecuente petición de ayuda de España a la Unión Europea
(UE), que de momento ha aportado ya 41.000 millones, y que acabarán
pagando los ciudadanos españoles.
Esto me recuerda un comentario del ex
primer ministro británico Gordon Brown en Beyond the crash, en el que
escribía: “Ahora sabemos que, si los banqueros británicos se hubieran
pagado a sí mismos un 10% menos entre 2000 y 2007, sus bancos habrían
tenido 50.000 millones de libras más de capital para ayudarles a
superar la crisis”.
Y recordaba seguidamente que “la cuantía de la infra
capitalización de nuestros bancos fue de 50.000 millones de libras y
ésta fue exactamente la suma que tuvieron que poner los contribuyentes
británicos para estabilizar nuestro sistema bancario”.
La realidad es que el sistema bancario español se sostiene con las
muletas del Banco Central Europeo (BCE) de diciembre de 2011, cuando
ofreció un billón de euros en préstamos al 1% durante tres años a las
entidades europeas.
Las entidades de España e Italia
han sido las grandes beneficiarias de aquella graciosa ayuda, encaminada
exclusivamente a facilitarles una manera de sanear sus balances.
Actualmente la dependencia de los bancos españoles de los créditos del
BCE supera todavía los 300.000 millones de euros, el 30% del PIB
español.
Como el sistema financiero es desmesuradamente voluminoso
cualquier ayuda resulta también gigantesca. Por cierto, unas entidades
que presumen de privadas, pero que están vivas gracias al sostén de una
institución comunitaria financiada por los Estados como es el BCE,
¿están legitimadas para auto concederse unos sueldos tan fuera de toda
lógica económica?
Lo más indignante es que la factura
que deberán pagar los ciudadanos por la desmedida temeridad de los
financieros no se limita al coste de reposición de los activos dañados.
Lo peor son los daños colaterales.
Cuando los inversores extranjeros
detectaron la situación real de los bancos españoles cortaron en seco el
grifo no sólo a las entidades financieras sino al propio Estado, que
también tuvo que recibir los auxilios del BCE en agosto de 2011,
mediante la compra de deuda pública.
Los tres
principales daños colaterales han sido el aumento del paro hasta los
seis millones, las 400.000 familias expulsadas de sus viviendas por
ejecuciones hipotecarias y el encarecimiento de la factura de la deuda
pública. En 2013 pagaremos unos 40.000 millones de euros (3,9% del PIB),
el doble que en 2010.
Y el problema sigue en los
bancos que continúan tocados y sin estar operativos para ofrecer
préstamos. El crédito sigue encogiéndose a un ritmo del 3,2% en 2011 y
del 5,5% en 2012 y peores perspectivas para 2013. Mientras los créditos
morosos representan el 16% en las actividades productivas; el 26% en la
construcción y el 30% en las actividades inmobiliarias. (...)
A la vista de tan
horribles episodios se comprende el comentario del gobernador del Banco
de Inglaterra, que ha manifestado: “De todas las maneras de organizar la
banca, la peor es la que tenemos”. (Andreu Missé, eldiario.es, Rebelión, 08/02/2013)
No hay comentarios:
Publicar un comentario