"(...) Por su tamaño, las consecuencias de la caída de Deutsche Bank serían globales. Es uno de los bancos considerados too big to fail, demasiado grandes para quebrar, por el Consejo de Estabilidad Financiera (FSB). (...)
Sigue siendo prematuro comparar el batacazo bursátil actual con la
crisis financiera de 2008. Pero si el peor escenario, una recesión
global como la de entonces, se materializarse, el financiero sería el
sector que antes y en mayor medida sufriría. Esa idea ya ha calado en
las bolsas, y bastó para desatar la crisis en los parqués europeos de
hace unos días. (...)
En 2015, Deutsche Bank tuvo que publicar pérdidas de 6.700 millones
de euros (2.000 millones en el cuarto trimestre) y anunciar que reducirá
su plantilla en más de 35.000 puestos de trabajo. Antes de la crisis
financiera de 2008, la acción del banco alemán cotizaba a 100 euros.
Ahora oscila en torno a 17 euros, menos de una quinta parte.
Las primeras señales de alarma sobre las malas prácticas llegaron
hace tres años, cuando se dio a conocer la alta exposición del principal
banco privado de Europa a los derivados financieros: 75 billones de
dólares, una suma que supera 20 veces al PIB de Alemania y cinco veces
al de la zona euro.
El gran problema reside en esta dependencia de la
banca de inversión. Antes de la crisis financiera, generaba el 70% de
los beneficios del grupo. Tras el hundimiento de Lehman en 2008, se ha
desplomado y ahora produce pérdidas. (...)
Por su tamaño, las consecuencias de la caída de Deutsche Bank serían globales. Pero aunque sea considerado uno de los bancos too big to fail, su historial de los últimos siete años ha dejado una estela de escándalos.
Además de maquillar los datos en las hipotecas subprime
americanas y multiplicar sin tasa los bonus de los altos ejecutivos, el
buque insignia de los bancos germanos hizo trampas con el Libor en el
mercado de Londres. (...)
La erupción del escándalo del Libor data de 2012, pero sus efectos
todavía duelen. Los costes son inmensos. Y no sólo monetarios. Manipular
la principal referencia del mercado mundial de préstamo interbancario
ha hecho mella en la confianza dentro del banco, en los empleados, y
fuera del mismo, en los clientes.
En 2015, Deutsche Bank acordó pagar a
las autoridades de Estados Unidos y Reino Unido 2.300 millones de euros
por su implicación en este escándalo, del que los grandes bancos
implicados (Deutsche Bank, UBS, Citigroup, Barclays y JP Morgan) se
defendieron argumentando que las faltas las cometieron algunos
empleados, sin conocimiento de los superiores.
El escándalo del Libor hizo aflorar lo que ya podía adivinarse: la
dependencia de Alemania de su principal banco para reforzar su economía
es enorme. Las empresas alemanas de primer orden y las medianas han
crecido muy dependientes de la financiación del banco más grande del
país.
Tanto, que líderes empresariales e incluso miembros clave del
consejo de supervisión -- formado por accionistas y miembros de los
sindicatos y encargado de supervisar las acciones del consejo de
administración-- trataron de ayudar a los expresidentes ejecutivos de la
entidad, Anshu Jain y Juergen Fitschen, a poner los escándalos en un
segundo plano.
Cuando el regulador alemán debía publicar un informe sobre la
presunta participación del banco en la manipulación del Libor, surgió
una red de apoyo a Deutsche Bank. Directores financieros de algunos
grandes grupos empresariales alemanes, como Burkhard Lohr, director
financiero del Grupo K+S AG, proveedor de sal y fertilizantes, o Stefan
Sturm, director financiero del grupo médico Fresenius SE & Co KGaA,
declararon que la fortaleza del Deutsche Bank era vital. (...)" (Laura Alzola, CTXT, 17/02/16)
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