20.4.17

Hace falta primero un lugar en el que se deben reunir todas las categorías sociales. Y cuando vienen las mujeres es la revolución...

"(...) En Argelia ya en 1988 había jóvenes marginales que salieron a la calle. Jóvenes sin oficio, sin vínculos sociales, que no representaban más que una marginalidad enfurecida. El Ejército disparó contra ellos. Hubo 500 muertos. 

Y nos dimos cuenta de que en las universidades había un movimiento incipiente para apoyar la revuelta de los jóvenes. Si los universitarios se hubiesen unido a los jóvenes de la calle… En Historia no se puede decir “si”, eso no existe. 

Lo que pasó es que cuando la Universidad se organiza para unirse a la calle, el poder argelino emprende una reforma fundamental y pone fin al partido único. Así siega la hierba bajo los pies de los manifestantes, que vuelven a la universidad y se dicen: Hemos ganado.

Después vinieron las elecciones, la victoria de Frente Islámico, el golpe de 1991, la guerra civil… y seguimos ahí. ¿Por qué en Túnez sí hubo revolución?

La primera virtud de la revolución es reconstituir lo que podemos llamar un pueblo. Que se compone de todas las clases sociales. En Túnez, en Sidi Bouzid, donde hubo esa inmolación por el fuego, al principio nadie se movía. 

Yo estaba en Túnez ese día, y dije a mis amigos, que eran el corazón de la resistencia contra [el dictador Zine El Abidine] Ben Ali, mujeres y hombres a los que daban palizas en la calle… ¿habéis oído que ha pasado algo grave en Sidi Bouzid? Y me dijeron: Pero si todos los días pasa algo grave. Pero resulta que ese día era diferente.

¿Qué era diferente?

Cuando vimos la primera imagen fuerte, todos los abogados, en sus trajes, salieron a la calle a apoyar a los jóvenes de Sidi Bouzid. Ahí se desencadenó algo. Mis amigos militantes no lo pudieron prever. Ningún intelectual lo preveía. 

Porque lo que se expresó en Túnez era un pensamiento nuevo, que no había salido de nuestro ‘background’ poscolonial, es decir de todo el trabajo de reflexión, de resistencia contra el régimen autoritario, militar, contra la religión, para instaurar la democracia, con un discurso que ya era viejo.

Porque resistencia contra el régimen ya lo había de antes, claro.

En los países árabes, es decir todo ese mundo, me entiendes, se instalaron regímenes autoritarios tras la independencia, y durante unos cincuenta años hubo movimientos de resistencia en estos países. Violentos o no, pero de resistencia. Y no solo como en Egipto con los Hermanos Musulmanes: hubo resistencia democrática, de mujeres, de intelectuales.

Pero el discurso en Túnez fue nuevo, dijo. ¿Qué cambió?

Los jóvenes que se rebelaron, que llevaron a cabo la revolución de Túnez, no dijeron: nos rebelamos por ser demócratas, por ser feministas, por la democracia directa o indirecta… todo ese vocabulario que teníamos.

 La revolución es de entrada decir No al poder que hay. Sin explicación ninguna. Si no dices No al poder que hay, sin pedir nada más, no hay revolución. Eso es lo inquietante. Porque la revolución siempre se abre hacia lo desconocido. Lleva a la persona a lo desconocido, no hacia un régimen. No es un cambio de régimen, es un cambio de naturaleza. Y eso en Argelia no ha pasado, y en Túnez sí.

Y luego llegaron los islamistas, algunas del exilio como Rached Ghannouchi, y se hicieron fuertes.

Antes de las elecciones, estaba en una conferencia con la respetada activista Khadija Cherif. Le dije: Khadija, si pasa lo mismo que en Argelia ¿qué haríais? Me respondió: Jamás anularemos las elecciones. Lucharemos dentro del marco de la democracia. Y lo que es impresionante es que la sociedad tunecina estaba estructurada para acometer la primera etapa de la democracia. Hoy se ve que eso era más difícil de lo que se pensaba. Pero eso no quiere decir que se haya perdido.

¿Y en Egipto? Parte el dictador, hay elecciones, los islamistas llegan al poder, se les deja gobernar… y llega el golpe.

En Egipto, a los islamistas los quieren sacar de la sociedad. Y así los convierten en víctimas y mártires. En lugar de ponerlos ante la responsabilidad de gobernar y de fracasar, y que los echara la sociedad por gobernar mal, como pasó en Túnez. Ahí, el partido Ennahda participó en el poder y perdieron después, porque demostraron que no saben gobernar, y sobre todo mostraron su rostro. La sociedad se movilizó, y está bien. En Egipto, la utopía islamista renace, y más fuerte que antes.

Gran parte de Egipto respaldó el golpe militar de Abdelfatah Sisi por oposición al islamismo.

Como en Argelia. También la sociedad argelina pedía a los militares tomar el poder [en 1991].

¿Porque pensaban que los islamistas son peores que la dictadura?

Sí, eso pensaban. Pero ahora se analiza: era un juego de los militares para dar miedo a la población, porque no querían la democracia. Hicieron lo posible para crear una situación en la que los argelinos dijeran: o los islamistas o los militares. Hicieron todo lo que pudieron para destrozar el movimiento democrático que había en medio. 

Era una estrategia magistral, magnífica, ofrecer este tipo de elección a los argelinos. Y los argelinos tenían miedo; yo también tengo miedo a los islamistas. Pero yo y mi partido político, el Front des Forces Socialistes (FFS), no estábamos a favor de anular las elecciones. Y hoy vemos que anular las elecciones era lo peor que se pudo hacer.

El drama fue inmenso, desde luego.

Sí: hubo 200.000 muertos. Y fue el fin de la democracia. Porque cuando el poder retoma el poder, primero ataca a los islamistas, pero luego ataca a los demás. Mientras atacaba a los islamistas, hubo quien dijo que era el primer golpe de Estado feminista del mundo. Porque los militares tomaron el poder en 1991 y no hicieron ninguna ley a favor de las mujeres.

 Dijeron que era contra los islamistas y especialmente contra la charia, pero no hicieron nada para darle credibilidad. ¿Por qué no hacían leyes de igualdad, para favorecer a las mujeres, la democracia? Decretaron un estado de emergencia que duró hasta 2010, 2014….

Tengo la sensación de que el partido islamista FIS ganó la guerra civil con 20 años de retraso.

Perdió la guerra política. En Argelia mataron políticamente a los islamistas y luego los invitaron a las esferas económicas y políticas. Les dan su lugar en la sociedad, se les da todo lo que piden: el estatus de la mujer, la pausa de oración, los cafés, se cierran cafés que sirven alcohol… Para hacer callar al FIS le dan lo que quiera en la sociedad civil.

La ley argelina respecto a las mujeres es aún peor que la marroquí en este sentido, más islamista.

No vale la pena comparar con Marruecos. El único país que realmente ha dado un paso importante es Túnez.    (...)

Túnez c’est different, como si dijéramos. ¿Cómo se explica?

Por dos factores: uno, que la sociedad civil tunecina nunca fue destruida por el régimen, ni por el colonial, ni por el independiente, el poscolonial, que siempre se alimentó de ella misma, y que ha dado a grandes pensadores e intelectuales. 

Y dos, que esta sociedad tenía algo que defender en materia de igualdad en derechos humanos. Eso es lo que ha permitido salvar la democracia en Túnez. Evidentemente, si los militares hubiesen tomado el poder cuando los islamistas ganaron, como en Egipto, estaríamos en la misma situación, que es peligrosa.  (...)

El poder siempre parece arreglarse con los islamistas.

Sí. Nasser hizo lo mismo, Sadat hizo lo mismo…

¿Nasser también?

Sí, es él quien empezó, todos han hecho lo mismo. Ben Ali no pudo porque en el plano internacional estaba ahí para defender oficialmente a las mujeres. Pero en los últimos tiempos, su yerno [Mohamed Sakhr El Materi] abrió una radio islamista [Zitouna], un banco islamista… en la última época de su vida se convirtió en islamista.

Volvemos a las mujeres… ¿es el contrapunto siempre?

Lo que me interesa es ver cómo las mujeres han sido moneda de cambio entre los movimientos islamistas y el poder militar, el poder de facto.

Entre los islamistas también hay muchas mujeres.

No todas las mujeres son feministas. Entre los partidos fascistas hay muchos hombres. No te rías.

No me río. Pero hablamos de mujeres frente a islamistas, un grupo que también incluye a mujeres.

Cuando los demócratas toman el poder, lo toman contra hombres que están contra la democracia. Y no está bien ¿no? Imponer la democracia a hombres que no la quieren. Y querer imponer la igualdad a mujeres que no la quieren, no está bien ¿verdad?

No he dicho nada de eso.

¿Crees que en España todas las mujeres son feministas? No me gusta nada cuando discuto de feminismo que me saquen a las mujeres que llevan el velo y están contra el feminismo. Claro que están contra el feminismo. 

Pero no tienen ningún derecho sobre mis derechos. Siempre que se trate de mujeres, se contrapone a las mujeres que no quieren el feminismo con las mujeres feministas. Cuando se habla de democracia, jamás se contrapone a los hombres que no quieren la democracia a los hombres que sí la quieren.  (...)

En los países musulmanes también hay quien busca protección en el propio Corán.

¿Por qué las mujeres veladas van con los islamistas? Porque les dan seguridad. En Argelia hay muchas mujeres en los movimientos islamistas. Si en un país el Corán te da más derechos que el país ¡estás con el Corán! Si la moral religiosa representa una manera de protegerse, estás a favor de la moral religiosa.

 En una situación catastrófica… Las mujeres islamistas, al principio, han encontrado en el islam derechos, se han visto respetadas. La sociedad argelina es peor que el islam. Es peor. Y dicen: Debes respetarme. Está en el Corán.

¿Y a dónde lleva eso?

¡No lleva a ninguna parte! Es lo que digo a las chicas jóvenes que se ponen el velo para poder salir a la calle. Vale, os veláis para poder salir, pero ¿para ir a dónde?

Parece una forma de adaptarse en lugar de rebelarse. ¿No valen los pequeños avances?

Sé que la ley reformadora que hace avanzar las cosas en pequeños pasos es muy importante, pero llega un momento en el hay que dar un salto, y si no se da el salto, no se llega a ninguna parte. El nivel de educación de las mujeres de Arabia Saudí es muy elevado. Su nivel económico es altísimo. Son mujeres empresarias, ricas. ¿Tienen lo que quieren? ¿Hay ahí un modelo que nos echa una mano, para que hagamos como ellas? No. No es el modelo que yo eligiría.  (...)

¿Y no se puede trabajar desde dentro de ese modelo religioso, reformando las normas, como piden algunas?

El modelo religioso no ha podido acompañar a las mujeres en ningún país del mundo hasta el final de la idea de la independencia y la igualdad. Hizo falta la ruptura, la revolución contra la Iglesia, para que la Iglesia se abra y que pueda haber feministas católicas.

 Porque el trabajo lo habían hecho las otras. La Iglesia católica, si tu la dejas hacer, querrá recuperar todo. Son los movimientos feministas los que han frenado a la Iglesia católica, no son las feministas católicas sino las feministas laicas. Y hoy se puede ser católica y feminista, sin problema. Porque las laicas llevan el combate.

¿No nos vale, pues, el ‘islam moderado’?

No necesitamos un islam moderado sino un islam valiente. Las mujeres y hombres que se quieren identificar como musulmanes – yo no: no quiero identificarme como musulmana aunque sea de familia musulmana, yo soy argelina ¿vale? – deben hacer un trabajo. 

La libertad no es elegir entre el velo y no llevar velo sino elegir algo distinto. Si eres musulmán, si llegas a la religión por tu libertad de conciencia no es lo mismo que si es porque tu padre es musulmán y tú respetas, tú obedeces al islam.  (...)

Lo que hace falta es una revolución interior. Coges los textos de Mohamed Arkoun, de [Rachid] Benzine, y son grandiosos, pero no han arraigado. Por eso, como feministas laicas, cuando se creó en Estados Unidos y Asia el movimiento Sisters in Islam, dijimos que tal vez fuese una solución, porque nosotras fracasamos; tal vez había que reivindicar la identidad islámica para combatir la desigualdad.

¿Lo que ahora se conoce como feministas islámicas?

No son las feministas islámicas. Ellas dicen: Somos musulmanas y queremos la igualdad. Mientras que las feministas islámicas dicen: Somos musulmanas, respetamos el islam, y en el islam está la igualdad, pero ponen la frontera de esta igualdad en el islam. Investigan, pero en cuanto el islam habla de la herencia, no la cuestionan. No cuestionan la poligamia. Hay mucho que no cuestionan.  (...)

La vía de Sisters in Islam ¿puede funcionar para hacer cambios profundos?

Pensábamos que quizás fuera la solución, luego reflexionamos: La piedra angular del feminismo intelectual es la deconstrucción de la condición de la mujer formada a través de la religión y el patriarcado. Y esta deconstrucción no se puede emprender desde dentro de la esfera religiosa. Hay que salir de ella. En la cuestión de igualdad y libertad hay un vocabulario que no se encuentra en los textos religiosos. Puedes encontrar la caridad, la complementaridad, la equidad…

 La palabra igualdad no les entra en la cabeza a los islamistas. En la conferencia de El Cairo sobre salud pública en 1995, ellos ganaron. ‘Ellos’ quiere decir el Vaticano, Irán, los países católicos conservadores, Argentina estaba en el grupo, yo los vi reunirse. Ganaron porque consiguieron eliminar del vocabulario de Naciones Unidas la palabra igualdad y la reemplazaron por equidad.  (...)

¿Tiene esperanzas?

Recuerdo un refrán que me sirve de guía. Es el título de un filme alemán y dice: En caso de gran peligro, el camino de enmedio lleva directamente a la muerte. Y estamos en esa situación. Necesitamos una ruptura. Necesitamos dar pasos fuertes. 

Porque en el otro bando nos afronta un enemigo que tiene una imagen muy fuerte, que tiene unidad, que tiene un proyecto. Si no tenemos unidad, no tenemos proyecto, no damos pasos fuertes, ¡nos comen! ¡Acaban con nosotras!"          (Entrevista a Wassyla Tamzaly , escritora, funcionaria internacional y feminista argelina, autora entre otros del libro "Mi tierra argelina". Sin Permiso, 28/03/17,

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