"La crisis económica y financiera arrasó a las empresas españolas y
hundió la rentabilidad de todo el sector productivo del país. Antes de
la crisis, las compañías nacionales generaban un beneficio bruto
equivalente al 6,5% de su activo, un nivel que situaba a las empresas
españolas en la media de los países centrales del euro: Alemania,
Austria, Bélgica, Finlandia, Francia y Países Bajos.
Sin embargo, la
doble recesión que vivió el país cercenó los resultados de las empresas, lo que desplomó la rentabilidad del activo a menos de la mitad.
En 2012, apenas alcanzaba el 3% del activo. En otras palabras, por cada
100 euros de activo en su balance, el resultado bruto (antes de pagar
los intereses financieros) era de tres euros.
En apenas cinco
años, la estructura de beneficio de las empresas españolas pasó de
parecerse a los países centrales de la eurozona a asemejarse al resto de la periferia (Irlanda, Grecia, Italia y Portugal). Así lo pone de manifiesto el Banco de España en su último informe, 'La evolución económica y financiera de las empresas no financieras españolas durante la crisis'. (...)
Como es bien sabido, la peor parte se la llevaron las pymes.
Este estudio del Banco de España sirve para poner cifras concretas y
son alarmantes: la rentabilidad de las pequeñas y medianas empresas
españolas cayó incluso por debajo de la de los países periféricos.
El resultado bruto de estas empresas se redujo a doble dígito durante
cinco años consecutivos, lo que provocó que el retorno del activo se
hundiera hasta el entorno del 1% en 2012, el peor año de la crisis.
Antes
del estallido de la burbuja, las pymes españolas conseguían una
rentabilidad superior al 5%, por lo que en estos cinco años se hundió más de un 75%.
Las empresas grandes sortearon mejor la crisis gracias a su proyección
internacional. La caída a doble dígito de sus beneficios se limitó a dos
años: 2008 y 2009, y aunque siguieron reduciendo sus ganancias hasta
2014, nunca fue a un ritmo tan acusado como en el caso de las pymes. (...)
Hasta aquí, los datos que se han repasado excluyen del cálculo los intereses financieros,
pero no se pueden obviar a la hora de analizar la situación que
atravesaron las empresas durante la crisis. La restricción del crédito
fue un grave problema que profundizó en las consecuencias de la pérdida
de actividad y obligó a cerrar a muchas empresas que eran viables.
Antes
de la crisis, las pymes españolas destinaban un 15% de su resultado
bruto (incluyendo beneficios financieros) a pagar los intereses de su
deuda. Este porcentaje se multiplicó por dos en 2008,
año en que alcanzó el 30%, y en 2012 marcó su máximo, en el entorno del
35%.
Esto significa que de cada 100 euros que generaban las pymes (una
vez descontados los costes de producción), 35 tenían que dedicarlos al
pago de la factura financiera. En el caso de las pymes de la periferia
europea, este porcentaje nunca llegó a superar el 27%, lo que refleja
que las pequeñas y medianas empresas españolas atravesaron momentos muy
complicados durante la crisis.
No fue hasta la llegada de los estímulos monetarios del Banco Central Europeo (BCE) cuando las pymes empezaron a respirar. (...)
En el caso de las grandes empresas, la factura financiera también se
incrementó, pero en ningún momento llegó a los niveles anteriores. Antes
de la crisis, el coste de los intereses se situaba en el entorno del
15% de su beneficio bruto, y en el peor momento de la recesión no llegó a superar el 20%. (...)" (El Confidencial, 18/05/17)
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