20.7.17

El 20,2% de la población alemana no dispone de reservas económicas... esto significa que cada enfermedad grave o despido es susceptible de hacerles caer en la pobreza

"La publicación, este mes, del informe anual del gobierno alemán sobre la riqueza y la pobreza, que comprende 600 páginas, ha suscitado una gran controversia puesto que están previstas varias elecciones en diferentes estados y a nivel federal. (...) 

Los hogares pertenecientes al grupo del 10% más adinerado poseen más de la mitad de la riqueza total, mientras que la mitad más desfavorecida de la población se reparte solamente 1% de esta riqueza. Además, el crecimiento no beneficia de la misma manera a un grupo u otro. A propósito de esto, la ministra hizo una comparación muy reveladora: “Las cuatro décimas partes más desfavorecidas de la población asalariada ganaron en 2015 menos que en los años centrales de la década de 1990”.  (...)

Para aprehender la realidad social de Alemania, es útil mirar las estadísticas de la pobreza recogidas por Eurostat. Según esta plataforma, el número de personas en riesgo de pobreza o de exclusión social se elevaba en este país a 16,8 millones en 2015, que representa una proporción del 20,6%. 

Si se compara esta situación en varios países en 2015, estas cifras alcanzan en Francia a 11,05 millones de personas (17,7% de la población total); en Italia, 17,47 millones de personas (28,7% de la población total); en Suiza, 1,48 millones de personas (18,2% de la población total).  (...)

Las contrarreformas de la “Agenda 2010” llevadas a cabo bajo la coalición roja-verde del canciller Gerhard Schröder (SPD) y de Joska Fischer (Verts), introducidas en 2005 (fecha de entrada en vigor de la última ley Hartz IV 2/ , han cambiado hasta tal punto la imagen de Alemania, que hoy se puede hablar, sin exageración, de la “sociedad Hartz IV”.  (...)

La ley conocida como “Hartz IV” y que se puede traducir como “Cuarta ley introductoria de servicios modernos en el mercado de trabajo” condujo a una aguda degradación de las condiciones de vida y de trabajo de la mayoría de las personas afectadas sea de forma directa o indirecta. 

Esto repercute, en la mayoría de las personas, de forma negativa en su salud. El conjunto de la sociedad sufre las desastrosas consecuencias puesto que (después de 10 años de “régimen Hartz”), millones de personas ya no disponen de una relación laboral que les permita el pago de las cotizaciones sociales, lo que significa que no disponen de ninguna protección ante los riesgos elementales de la vida (los salarios de miseria subvencionados en el marco de la “Hartz IV” estaban vinculados a la dispensa de cotizaciones sociales). 

Ahora bien, cuando semejante protección existía a pesar de todo, las personas asalariadas, estaban contratadas de forma interina, temporal, es decir, a tiempo parcial (a menudo, obligatoria). Incluso en el sector público, la proporción de CDD (Contrato de Duración Determinada. ndt) está en alza. La creación de un amplio sector de bajos salarios llevó a aumentar enormemente la presión sobre las personas asalariadas a menudo sometidas a relaciones de trabajo precarias y/o atípicas.

Esta presión suscita problemas de salud, así como enormes presiones psicosociales para las personas asalariadas y sus familias. Desde hace una decena de años, el aumento de la exigencia de rentabilidad, la “caza al retraso” (Terminhetze) así como el estrés permanente están a la orden del día en el mundo del trabajo, lo que enferma a muchas personas.

 Esta realidad no ha caído del cielo sino que ha sido moldeada por la “Agenda 2010” de Gerhard Schröder y las leyes Hartz.

En lugar de ser estimulado por las “reformas” de Hartz IV, el mercado de trabajo alemán ha sido completamente desequilibrado. La fórmula “pequeños trabajos en lugar de puestos de trabajo” resume bien la profunda dinámica de precarización consecuente con el boom de los contratos de trabajo itemporales, trabajo (seudo-)autónomo, “miniempleos” y Ein-Euro-Job 3/. (...)

Werner Seppmann, un filósofo alemán, describe Hartz IV como un “sistema de presión social” cuyas rígidas reglas operan mucho más allá de las personas afectadas por los despidos o el desclasamiento social: “Las reglas propias de de Hartz IV tienen una función disciplinante igualmente entre quienes tienen todavía un empleo, que están estrangulados por el miedo al paro y la degradación de las condiciones de vida que se deriva automáticamente del régimen Hartz”.

 Entre las personas que sufren este régimen “presión social”, Hartz IV deja un sentimiento de impotencia, el sentimiento de estar entregado a una maquinaria, lo que es susceptible de robarles las ganas de vivir.

Una de las consecuencias más destructiva atribuidas a Hartz IV en gran parte de la literatura especializada es la pobreza. Esto se explica por el hecho de que la llamada “seguridad social mínima para personas en búsqueda de empleo” tiene un doble efecto fatal: por una parte, muchas personas, en primer lugar, aquellas que están empleadas en el sector de los bajos salarios o las que tienen un engañoso estatus de autónomos (a menudo, la empresa cuenta con un solo empleado) recurren a las “ayudas Hartz IV” (Arbeitslosengeld II), aunque no osen o no habrían osado probablemente ir al asilo (Sozialamt), molestas por tener que pedir ayuda social para ellas mismas y sus allegados.

 Por otra parte, millones de parados de larga duración, que antes eran beneficiarios de del subsidio del paro (Arbeitslosenhilfe) o que se habrían convertido en beneficiarios, ya no reciben más que una pequeña ayuda o ninguna.

 Este cambio viene del hecho de que los ingresos del compañero o de la compañera del demandante (por ejemplo, el marido o la mujer, o la pareja con un buen sueldo) es tenida en cuenta de forma mucho más estricta en el cálculo de las “prestaciones debidas” (Leistungsanspruch) en el “régimen Hartz IV”, lo que afecta mayoritariamente a las mujeres.  (...)

Sobre la base de entrevistas con mujeres afectadas por las “leyes para la reorganización del mercado laboral” en Berlín, una ciudad de donde un 20% de la población total es obligada a vivir bajo el régimen de Hartz IV, llegó a la conclusión de que “los derechos económicos y sociales de las mujeres no han mejorado con las nuevas reformas del mercado laboral”, sino que están masivamente en peligro a causa de ellas 5/ ”.

 Los jóvenes adultos solo reciben contratos de trabajo temporales (CDD) e intentan apañarse trabajando como pseudo -independientes con contratos remunerados por hora (Honorarverträge) o bien con jobs de auxiliares mal o no pagados en absoluto (Generación precaria).  (...)

Las crisis económicas, financieras y monetarias, pero también las llamadas reformas sociales como las “leyes Hartz”, provocan no solo restricciones materiales sino también daños psico-sociales en términos de salud pública.

 Quienes tienen que apañarse con la tarifa reglamentaria de Hartz IV acompañada del reintegro de los gastos de alquiler y calefacción cuando es el caso, no están en condiciones de alimentarse correctamente ni de participar según su propia elección y gusto en actividades de la vida social, cultural y política. 

Cada restricción se siente de forma atroz y reduce a nada las posibilidades de realización como persona. Por lo tanto, Hartz IV relaciona una morbilidad y una mortalidad más elevadas entre las personas sometidas a este régimen que en un grupo con características demográficas comparables pero formado por personas más ricas y mejor situadas.  (...)

Las personas beneficiarias de las ayudas Hartz IV (Arbeitslosengeld II) solo logran llevar una vida más o menos satisfactoria en casos excepcionales, cuando disponen de factores de resiliencia o de condiciones especiales que las protegen de la pobreza.

La soledad, el aislamiento social, la resignación son las consecuencias casi automáticas de una percepción de las “ayudas Hartz IV” de larga duración o de forma permanente. La angustia sobre el futuro, las crisis de ansiedad, los cambios de humor son verdaderos obstáculos para el bienestar de las personas afectadas, el de sus parejas y el de sus familias.

 Los problemas psicosomáticos, manifestados por dolores de cabeza o de vientre, son para los miembros que son denominados como “hogares Hartz IV”, un problema cotidiano. De la misma forma, se registra entre este sector de la población, un aumento de las enfermedades crónicas así como una tasa más elevada de embarazos de riesgo y de muerte prematura de lactantes. 

Las hijas e hijos de los “hogares Hartz IV”, a menudo, sufren complejo de inferioridad, falta de confianza en sí mismas, de depresión, así como de síndromes que acompañan la percepción de las “ayudas Hartz IV” de larga duración o permanente. 

El espacio reducido unido a las condiciones precarias del alojamiento así como la ausencia de espacios de aislamiento, contribuyen a desfavorecer a estas criaturas en todas las dimensiones de la vida. (...)

Según un estudio del Deutsche Institut für Wirtschaftsforschung (DIW) datado en 2014, el 20,2% de la población no dispone de reservas económicas, mientras que el 7,4% tienen más deudas que ahorros. Para estos dos grupos estadísticos, esto significa, claramente, que cada enfermedad grave o despido es susceptible de hacerles caer en la pobreza.

Las personas afectadas por Hartz IV son objetivo de exclusión social, sufren discriminaciones en casi todos los ámbitos de la vida y padecen cotidianamente la experiencia de sentirse en desventaja. (...)"          (Christoph Butterwegg, Viento Sur, 11/07/17)

No hay comentarios: