"La publicación, este mes, del informe anual del gobierno alemán sobre la
riqueza y la pobreza, que comprende 600 páginas, ha suscitado una gran
controversia puesto que están previstas varias elecciones en diferentes
estados y a nivel federal. (...)
Los hogares pertenecientes al grupo del 10% más adinerado poseen más de
la mitad de la riqueza total, mientras que la mitad más desfavorecida de
la población se reparte solamente 1% de esta riqueza. Además, el
crecimiento no beneficia de la misma manera a un grupo u otro. A
propósito de esto, la ministra hizo una comparación muy reveladora: “Las
cuatro décimas partes más desfavorecidas de la población asalariada
ganaron en 2015 menos que en los años centrales de la década de 1990”. (...)
Para aprehender la realidad social de Alemania, es útil mirar las
estadísticas de la pobreza recogidas por Eurostat. Según esta
plataforma, el número de personas en riesgo de pobreza o de exclusión
social se elevaba en este país a 16,8 millones en 2015, que representa
una proporción del 20,6%.
Si se compara esta situación en varios países
en 2015, estas cifras alcanzan en Francia a 11,05 millones de personas
(17,7% de la población total); en Italia, 17,47 millones de personas
(28,7% de la población total); en Suiza, 1,48 millones de personas
(18,2% de la población total). (...)
Las contrarreformas de la “Agenda 2010” llevadas a cabo bajo la
coalición roja-verde del canciller Gerhard Schröder (SPD) y de Joska
Fischer (Verts), introducidas en 2005 (fecha de entrada en vigor de la
última ley Hartz IV 2/ , han cambiado hasta tal punto la imagen de Alemania, que hoy se puede hablar, sin exageración, de la “sociedad Hartz IV”. (...)
La ley conocida como “Hartz IV” y que se puede traducir como “Cuarta
ley introductoria de servicios modernos en el mercado de trabajo”
condujo a una aguda degradación de las condiciones de vida y de trabajo
de la mayoría de las personas afectadas sea de forma directa o
indirecta.
Esto repercute, en la mayoría de las personas, de forma
negativa en su salud. El conjunto de la sociedad sufre las desastrosas
consecuencias puesto que (después de 10 años de “régimen Hartz”),
millones de personas ya no disponen de una relación laboral que les
permita el pago de las cotizaciones sociales, lo que significa que no
disponen de ninguna protección ante los riesgos elementales de la vida
(los salarios de miseria subvencionados en el marco de la “Hartz IV”
estaban vinculados a la dispensa de cotizaciones sociales).
Ahora bien,
cuando semejante protección existía a pesar de todo, las personas
asalariadas, estaban contratadas de forma interina, temporal, es decir, a
tiempo parcial (a menudo, obligatoria). Incluso en el sector público,
la proporción de CDD (Contrato de Duración Determinada. ndt) está en
alza. La creación de un amplio sector de bajos salarios llevó a aumentar
enormemente la presión sobre las personas asalariadas a menudo
sometidas a relaciones de trabajo precarias y/o atípicas.
Esta presión suscita problemas de salud, así como enormes presiones
psicosociales para las personas asalariadas y sus familias. Desde hace
una decena de años, el aumento de la exigencia de rentabilidad, la “caza
al retraso” (Terminhetze) así como el estrés permanente están a
la orden del día en el mundo del trabajo, lo que enferma a muchas
personas.
Esta realidad no ha caído del cielo sino que ha sido moldeada
por la “Agenda 2010” de Gerhard Schröder y las leyes Hartz.
En lugar de ser estimulado por las “reformas” de Hartz IV, el mercado
de trabajo alemán ha sido completamente desequilibrado. La fórmula
“pequeños trabajos en lugar de puestos de trabajo” resume bien la
profunda dinámica de precarización consecuente con el boom de los
contratos de trabajo itemporales, trabajo (seudo-)autónomo,
“miniempleos” y Ein-Euro-Job 3/. (...)
Werner Seppmann, un filósofo alemán, describe Hartz IV como un
“sistema de presión social” cuyas rígidas reglas operan mucho más allá
de las personas afectadas por los despidos o el desclasamiento social:
“Las reglas propias de de Hartz IV tienen una función disciplinante
igualmente entre quienes tienen todavía un empleo, que están
estrangulados por el miedo al paro y la degradación de las condiciones
de vida que se deriva automáticamente del régimen Hartz”.
Entre las
personas que sufren este régimen “presión social”, Hartz IV deja un
sentimiento de impotencia, el sentimiento de estar entregado a una
maquinaria, lo que es susceptible de robarles las ganas de vivir.
Una de las consecuencias más destructiva atribuidas a Hartz IV en
gran parte de la literatura especializada es la pobreza. Esto se explica
por el hecho de que la llamada “seguridad social mínima para personas
en búsqueda de empleo” tiene un doble efecto fatal: por una parte,
muchas personas, en primer lugar, aquellas que están empleadas en el
sector de los bajos salarios o las que tienen un engañoso estatus de
autónomos (a menudo, la empresa cuenta con un solo empleado) recurren a
las “ayudas Hartz IV” (Arbeitslosengeld II), aunque no osen o no habrían osado probablemente ir al asilo (Sozialamt),
molestas por tener que pedir ayuda social para ellas mismas y sus
allegados.
Por otra parte, millones de parados de larga duración, que
antes eran beneficiarios de del subsidio del paro (Arbeitslosenhilfe)
o que se habrían convertido en beneficiarios, ya no reciben más que una
pequeña ayuda o ninguna.
Este cambio viene del hecho de que los
ingresos del compañero o de la compañera del demandante (por ejemplo, el
marido o la mujer, o la pareja con un buen sueldo) es tenida en cuenta
de forma mucho más estricta en el cálculo de las “prestaciones debidas” (Leistungsanspruch) en el “régimen Hartz IV”, lo que afecta mayoritariamente a las mujeres. (...)
Sobre la base de entrevistas con mujeres afectadas por las “leyes
para la reorganización del mercado laboral” en Berlín, una ciudad de
donde un 20% de la población total es obligada a vivir bajo el régimen
de Hartz IV, llegó a la conclusión de que “los derechos económicos y
sociales de las mujeres no han mejorado con las nuevas reformas del
mercado laboral”, sino que están masivamente en peligro a causa de ellas
5/ ”.
Los jóvenes adultos solo reciben contratos de trabajo temporales
(CDD) e intentan apañarse trabajando como pseudo -independientes con
contratos remunerados por hora (Honorarverträge) o bien con jobs de auxiliares mal o no pagados en absoluto (Generación precaria). (...)
Las crisis económicas, financieras y monetarias, pero también las
llamadas reformas sociales como las “leyes Hartz”, provocan no solo
restricciones materiales sino también daños psico-sociales en términos
de salud pública.
Quienes tienen que apañarse con la tarifa
reglamentaria de Hartz IV acompañada del reintegro de los gastos de
alquiler y calefacción cuando es el caso, no están en condiciones de
alimentarse correctamente ni de participar según su propia elección y
gusto en actividades de la vida social, cultural y política.
Cada
restricción se siente de forma atroz y reduce a nada las posibilidades
de realización como persona. Por lo tanto, Hartz IV relaciona una
morbilidad y una mortalidad más elevadas entre las personas sometidas a
este régimen que en un grupo con características demográficas
comparables pero formado por personas más ricas y mejor situadas. (...)
Las personas beneficiarias de las ayudas Hartz IV (Arbeitslosengeld II)
solo logran llevar una vida más o menos satisfactoria en casos
excepcionales, cuando disponen de factores de resiliencia o de
condiciones especiales que las protegen de la pobreza.
La soledad, el aislamiento social, la resignación son las
consecuencias casi automáticas de una percepción de las “ayudas Hartz
IV” de larga duración o de forma permanente. La angustia sobre el
futuro, las crisis de ansiedad, los cambios de humor son verdaderos
obstáculos para el bienestar de las personas afectadas, el de sus
parejas y el de sus familias.
Los problemas psicosomáticos, manifestados
por dolores de cabeza o de vientre, son para los miembros que son
denominados como “hogares Hartz IV”, un problema cotidiano. De la misma
forma, se registra entre este sector de la población, un aumento de las
enfermedades crónicas así como una tasa más elevada de embarazos de
riesgo y de muerte prematura de lactantes.
Las hijas e hijos de los
“hogares Hartz IV”, a menudo, sufren complejo de inferioridad, falta de
confianza en sí mismas, de depresión, así como de síndromes que
acompañan la percepción de las “ayudas Hartz IV” de larga duración o
permanente.
El espacio reducido unido a las condiciones precarias del
alojamiento así como la ausencia de espacios de aislamiento, contribuyen
a desfavorecer a estas criaturas en todas las dimensiones de la vida. (...)
Según un estudio del Deutsche Institut für Wirtschaftsforschung (DIW)
datado en 2014, el 20,2% de la población no dispone de reservas
económicas, mientras que el 7,4% tienen más deudas que ahorros. Para
estos dos grupos estadísticos, esto significa, claramente, que cada
enfermedad grave o despido es susceptible de hacerles caer en la
pobreza.
Las personas afectadas por Hartz IV son objetivo de exclusión social,
sufren discriminaciones en casi todos los ámbitos de la vida y padecen
cotidianamente la experiencia de sentirse en desventaja. (...)" (Christoph Butterwegg, Viento Sur, 11/07/17)
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