"1- El caos que se expresa en Cataluña a través de la
opinión –divida por mitades– entre “independentistas” y “unionistas”
desafía la razón, pues cada uno de esos campos se dividió a su vez entre
unas derechas neoliberales reaccionarias y unas izquierdas en principio
sensibles ante las deplorables condiciones que se ofrecen a los
trabajadores.
Algunos partidos de esa izquierda han cedido ante el
liberalismo (lo cual constituye una contradicción en sí mismos), pero
otros son potencialmente anticapitalistas, incluso si comparten la
ilusión –mayoritaria en Europa– de que es posible “reformar las
instituciones de la Unión Europea”, instituciones que han sido
construidas como bloques de hormigón para que ello no sea posible.
Sin embargo, a pesar de estas diferencias, unos y
otros están dando prioridad al aspecto “nacional” (o mejor,
“nacionalitario”). Incluso están dispuestos a gobernar conjuntamente en
una heterogénea coalición, ya sea “independentista” o “unionista”. Solo
he escuchado a un participante catalán en los debates –el representante
de Podemos– atreverse a decir claramente que no iba a dar su apoyo a
cualquier coalición dirigida por la derecha.
La ideología dominante ha conseguido sus objetivos:
sustituir la prioridad de una conciencia social (la lucha de clases)
para dar la primacía a otras identidades, en el tema nacional. Se trata
de una deriva trágica.
2- El drama catalán es el de España. (...)
3- No se ha pasado la página del fascismo, ni en
España ni más allá, en Europa. Pues no estamos aquí ante “un error de
juicio” de los europeos”. La derecha que domina las instituciones de la
Unión y que la ha construido en hormigón armado para que su monopolio no
pudiera ser puesto en cuestión, demuestra todos los días y en todas
partes “que prefiere el fascismo al frente popular”.
La demoledora
entrada de los fascistas en puestos clave del gobierno de Austria, al
lado de un pobre imbécil de derecha elegido para ese propósito, es un
buen ejemplo. No es el único. Europa apoya a los fascistas en Ucrania y
los estados bálticos. Marine Le Pen se ha convertido en un personaje
familiar, etc.
El poder en los monopolios del capitalismo
contemporáneo ha devenido totalitario. Apoyado en la deriva liberal de
las izquierdas históricas mayoritarias este totalitarismo se manifiesta
por la emergencia de un partido de hecho único (el de los monopolios)
que usa diferentes máscaras y ejerce su poder de dominación total y
exclusivo en todos los campos: la gestión económica, la de los medios y
de la política.
Este totalitarismo, todavía “soft” está decidido a
endurecerse si las luchas populares logran cuestionar su monopolio.
Esta deriva de la sociedad en toda Europa debería
preocuparnos, una deriva que interpela a todos aquellos que son
conscientes de lo que sucede, y que no presagia nada bueno." (Samir Amin, El Viejo Topo, 31/12/17)
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