"En el país del fracking desmelenado, la negación académica del cambio
climático y el aumento de los presupuestos armamentísticos, en el país
de Donald Trump, existe una pequeña ciudad de algo más de 42.000
habitantes que sólo se abastece de energía generada por fuentes
renovables. Burlington se encuentra al noreste de Estados Unidos, en el
estado de Vermont, fronterizo con Canadá.
Durante algunos años tuvo como
alcalde a Bernie Sanders, político contestatario y rara avis en el
panorama estadounidense que hace un tiempo amenazó con frustrar las
aspiraciones de Hilary Clinton de ser la candidata demócrata a la Casa
Blanca. Qué hubiera pasado de haberlo conseguido es una aporía histórica
que no merece la pena plantear para no caer en la melancolía.
Burlington aparece en numerosas guías como uno de los mejores lugares
para vivir en Estados Unidos y sus habitantes se muestran orgullosos de
haber construido una ciudad que muchas otras urbes miran con envidia.
Su actual alcalde, Miro Weingberger, es consciente de que la leyenda de
Sanders y su defensa del ambientalismo planea sobre la ciudad, pero
sitúa en unas fechas mucho más recientes el cambio de la ciudad hacia un
futuro limpio. “Hay que remontarse una docena de años, a 2004, cuando
se tomó la decisión de dejar de comprar electricidad a la única planta
nuclear que hay en Vermont”, cuenta Weingberger.
La decisión requería
coraje e imaginación a partes iguales, puesto que la mayor parte de la
energía consumida en aquellos años en Burlington provenía precisamente
de aquella central. Hoy la ciudad puede presumir de un combo energético
que incluye la biomasa (en un 45%), hidroelectricidad (30%), eólica
(24%) y solar (1%).
Como resaltó Politico Magazine en un extenso artículo que dedicó a la
propuesta energética de Burlington en noviembre del pasado año, la
decisión de las administraciones de apostar por las energías limpias
impregna todo el estilo de vida de sus habitantes.
Han crecido
explotaciones agrícolas en forma de cooperativas que también practican
la agricultura sostenible y venden sus productos de temporada en la
ciudad, y los usuarios de apuestan por contadores inteligentes que
recogen datos del consumo eléctrico minuto a minuto para que ellos
mismos puedan adoptar las medidas más consecuentes con el gasto que
realizan.
Son solo dos ejemplos que ilustran que hay otra forma posible
de hacer las cosas. Así lo asegura Taylor Ricketts, profesor de Economía
Ecológica de la universidad de Vermont: “No hay nada mágico en
Burlington.
La naturaleza no nos ha regalado más horas de sol, vientos
más fuertes o ríos más poderosos que en otros lugares. Así que si
nosotros podemos hacerlo, también pueden los demás”. El acento, pues,
está simplemente en dejar a un lado intereses económicos y tomar la
decisión de apostar por un cambio que asegure el futuro de nuestro
planeta." (Zuberoa Marcos | Maruxa Ruiz del Árbol, El País, 11-04-2017)
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