"A las democracias que se precien de ser concebidas como tales no les
queda más remedio que empezar a revertir parte del proceso de
globalización vivido en las últimas décadas. No es solo una cuestión
ideológica, que también. El sistema de gobernanza económica denominado “neoliberalismo” está roto,
finiquitado.
Es ante todo una cuestión de pura supervivencia. Solo
queda una opción realista, aumentar los salarios y redistribuir la
renta. Si no se hace, y más vale que se empiece pronto, todo acabará
como el rosario de la aurora. Por cierto, en España ello se debe
traducir en revertir la devaluación salarial y las dos últimas reformas laborales.
Todo ello viene a colación de un artículo muy reciente, no llega a una semana, del economista Michael Pettis, “High wages Versus high savings in a globalized world”,
traducido a román paladín: “salarios altos versus altos ahorros en un
mundo globalizado”. La tesis del autor es que las democracias tendrán
que elegir cada vez más entre aumentar los salarios y redistribuir la
renta o mantener el libre comercio y los flujos de capital.
Debido a que
es probable que elijan lo primero, el mundo se puede enfrentar a una
reversión a largo plazo de la globalización. Para ello repasa dos
modelos de crecimiento diferentes con enfoques distintos respecto a los
salarios, un modelo de salarios altos versus un modelo de ahorro
elevado.
Este análisis se produce además en un
momento donde todo el foco de la atención mediática global está
concentrado en el papel de las dos grandes superpotencias económicas,
Estados Unidos y China.
El propio Pettis, en su libro “The Great
Rebalancing: Trade, Conflict, and the Perilous Road Ahead for the World
Economy”, mostraba como los graves desequilibrios comerciales de estas
dos superpotencias estimularon la reciente crisis financiera y fueron el
resultado de políticas desafortunadas que distorsionaron los patrones
de ahorro y consumo.
El modelo basado en al ahorro no es sostenible
En el modelo de crecimiento de altos
salarios, son justamente estos salarios altos el motor del crecimiento
económico, vía demanda neta. Por el contrario, en el modelo basado en el
ahorro, la inversión en infraestructuras es el motor del crecimiento
económico, siendo esta inversión subsidiada vía transferencias ocultas o
explícitas desde los hogares, lo que simultánea y paradójicamente
reduce la participación de las familias en el PIB, forzando a éstas a
aumentar la tasa de ahorro.
Con la globalización, a través del proceso
de financiarización unido a una apuesta decidida por flexibilizar los
mercados laborales, controlar y reducir salarios, en ambos modelos se
produjo un aumento brutal de la deuda.
En este sentido, el crecimiento
basado en la inversión es muy intensivo en deuda, ya que las inversiones
no se financian solamente con recursos propios sino también con deuda y
muy especialmente bajo el favorable tratamiento fiscal de los intereses
versus los dividendos.
Viendo el comportamiento de ciertas economías como la china, el modelo
de crecimiento basado en el ahorro aparentemente genera períodos más
vigorosos de crecimiento económico, sustancialmente mayor en el corto y
medio plazo. Pero el problema es que no es sostenible en el largo plazo.
Debido a que el modelo de alto ahorro produce una demanda doméstica
débil, especialmente una vez que las necesidades de inversión se han
cumplido, los países que persiguen este tipo de modelo requieren grandes superávits comerciales
para resolver la incapacidad de su economía de absorber todo lo que
produce.
Un período de crecimiento rápido bajo el modelo basado en tasas
de ahorro altas siempre ha sido seguido por un ajuste brutal, durante
el cual se ha revertido gran parte del avance relativo logrado durante
el período de crecimiento.
Esto se debe a que los desequilibrios
generados por este modelo de crecimiento han sido especialmente
difíciles de revertir. Véase Estados Unidos en los años previos a La
Gran Depresión, el Japón de los 80, la China actual, o la tomadura de
pelo de la zona Euro con una Alemania subsidiada, vía tipo de cambio,
por el Sur de Europa.
¡Son los salarios, estúpidos!
En una economía mundial globalizada, el
modelo de crecimiento basado en salarios altos puede descarrilar debido a
su impacto en la competitividad. Si los costes de transporte y los
costes hundidos son muy bajos y existen pocas barreras comerciales, los
altos salarios hacen que la demanda se traslade a productores
extranjeros con salarios más bajos.
Como resultado, en lugar de obligar a
los productores locales a invertir en innovaciones que mejoran la
productividad, los productores extranjeros de bajos salarios
simplemente los obligan a dejar el negocio. En un mundo globalizado, la
forma de ganar competitividad es reducir el valor real de los salarios,
ya sea reduciendo los salarios nominales (como hicieron Alemania y
España) o devaluando la moneda (como lo hacen muchos países asiáticos).
Las autoridades chinas, por ejemplo, son
muy conscientes de que deben implementar un cambio de modelo desde el
actual basado en inversión a otro basado en demanda doméstica. Lo llevan
intentando varios años pero no lo consiguen. Desafortunadamente, hasta
que se complete el reequilibrio, China necesita de grandes superávits
comerciales para resolver la baja demanda interna.
Sin embargo, a medida
que el mundo se vuelve cada vez más proteccionista, países como China
pueden verse forzados a un ajuste mucho más rápido y una resolución
posiblemente dramática de sus cargas de deuda. De nuevo vuelve a
funcionar la inestabilidad financiera de Hyman Minsky.
Este proceso de incremento del proteccionismo se va extender a occidente
por dos razones. El neoliberalismo ha fracasado. Las economías
occidentales llevan años de crecimiento mediocre y continuas crisis
financieras. Pero además la desigualdad se ha disparado hasta niveles
insostenibles para una democracia sana.
Los intentos de revertir la
desigualdad de la renta se ven torpedeados por los requisitos de una
economía mundial globalizada. Por eso las democracias se enfrentarán con dos opciones:
o ignorar la desigualdad de la renta y riqueza, como están haciendo
hasta ahora, y permitir que empeore; o comenzar a imponer restricciones
al comercio y a los flujos de capital, de modo que las reformas
destinadas a revertir la desigualdad de la renta y riqueza, vía mayores
salarios, no conduzcan simplemente a un mayor desempleo. De nuevo el
péndulo de la historia volverá a actuar." (Juan Laborda, Vox Populi, 10/04/18)
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