"Si la economía va bien, ¿por qué el populismo autoritario continúa
ganando apoyo social y amenazando las democracias liberales? La razón, a
mi juicio, es que el crecimiento ya no trae progreso social para todos
sino, especialmente, para una nueva aristocracia del dinero que tiene
todos los vicios de la vieja aristocracia pero no alguna de sus virtudes
como la de "nobleza obliga". Es decir, el compromiso con los más
débiles. (...)
¿Cuáles son las causas del apoyo electoral al populismo iliberal? Hay
dos explicaciones: una de tipo cultural, otra de raíz económica.
La explicación cultural viene a decir que ese apoyo se debe a la
reacción de grupos de la sociedad que se sienten amenazados en su
identidad y condiciones de vida por las políticas de los gobiernos
liberales y socialdemócratas. En particular, el reconocimiento de
derechos civiles y sociales a las minorías y las políticas permisivas
con la inmigración.
El hecho de que en países en los que la economía va
bien, como Polonia o Estados Unidos, ganen apoyos dirigentes populistas
nacionalistas y xenófobos parece apoyar este argumento.
La explicación económica pone el foco en la desigualdad. El argumento
es que la expansión de la democracia después de la Segunda Guerra
Mundial fue el resultado del buen funcionamiento de las economías de
posguerra en términos de progreso social y reducción de la elevada
desigualdad de preguerra.
En sentido contrario, en la medida en que
desde los años ochenta la desigualdad volvió a aumentar, el apoyo a la
democracia liberal comenzó a caer. Los datos electorales y de encuestas
de opinión de diversos países dan apoyo a esta idea. Las dos
explicaciones no son antagónicas, pero la económica tiene, a mi juicio,
mayor capacidad explicativa.
¿Por qué la economía ya no trae progreso para todos? En mi opinión,
porque se ha roto el contrato social de posguerra mediante el cual los
grupos a los que les iba bien con la economía de mercado se
comprometieron a apoyar a los que les iba peor pagando impuestos para
financiar el nuevo Estado social.
España construyó un contrato social de
este tipo con los Acuerdos de la Moncloa de 1977 y la Constitución de
1978. Ese contrato social hizo posible la democracia y sirvió de cemento
para una sociedad que continuaba teniendo elevados grados de
desigualdad.
(...) la caída de los salarios y el paralelo aumento estratosférico de las
retribuciones de los altos ejecutivos ha generado una nueva
aristocracia del dinero que tiene todos los vicios de la vieja
aristocracia de la tierra pero no su sentido del compromiso social.
Esta
nueva aristocracia del dinero, cosmopolita y falsamente meritocrática
(nacida de las finanzas, las corporaciones globales y los nuevos
monopolios digitales), considera que la desigualdad es el estado natural
de las cosas. De ahí que practique la abstinencia emocional con los que
se quedan atrás. Esta conducta ha roto el contrato social.
Así las cosas, el populismo nacionalista, xenófobo e iliberal es
tanto una amenaza como una oportunidad. Una oportunidad, como pide
Macron, para que las democracias liberales escuchen la "cólera del
pueblo" y pasen al terreno político que ahora está ocupando el populismo
iliberal.
En este sentido, el buen populismo puede ser la solución. De
lo contrario, el aumento de la desigualdad acabará asesinando las
democracias liberales." (Antón Costas, El País, 13/05/18)
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