"(...) Como banco central de los Estados Unidos, la
Reserva configura la política financiera de la economía global
manipulando el nivel de los tipos de interés. Aunque esto afecta a todo
el mundo, muy pocos entienden el alcance de su influencia. (...)
Hemos llegado a un punto crucial: ningún
presidente desde Woodrow Wilson (durante cuya administración fue creada
la Reserva Federal) habrá nombrado a tantos consejeros de la Reserva
como Donald Trump. (...)
No sorprende que Wall Street haya recibido con los
brazos abiertos a la nueva plantilla de Trump para la Reserva, ya que
sus miembros están predispuestos a relajar las restricciones a entidades
financieras de toda clase. (...)
Mientras Trump pone las cosas a su favor, den por
hecho un impacto económico que se sentirá en los próximos años y podrá
dejar el mundo devastado. Pero pueden estar seguros: si la Reserva puede
ayudar a Trump a mantener la bolsa alta durante un tiempo con dinero
fácil para la especulación de Wall Street y el dólar competitivo para
una guerra comercial, lo hará. (...)
Después de casi triplicarse con respecto a la crisis post-financiera de la primavera de 2009, el año pasado el Promedio Industrial Dow Jones ascendió mágicamente de nuevo a casi el 24%. ¿Por qué? Porque a pesar de toda su campaña sobre “drenar el pantano” [frase que Trump usó en campaña como promesa de que atacaría a la élite de Washington], Trump adoptó exactamente la misma actitud de mimar a los bancos que el Presidente Obama.
Defendió la política de dinero fácil de
la Reserva y contrató a Steve Mnuchin, un antiguo compañero de Goldman
Sachs y amigo especial de Wall Street, como secretario del Tesoro.
Apostó por incentivar la malversación y el fraude que había al fomentar
la desregulación de los bancos, como si la codicia y tendencia al riesgo
de Wall Street se hubieran desvanecido.
Señales inminentes de crisis
Entrados en 2018, las sombras de 2008 ya comienzan a aparecer.
(...) el país cuyos bancos causaron la última crisis se enfrenta a niveles
récord de deudas de los consumidores y las empresas, y un paisaje
geopolítico global vulnerable.
Es cierto que la tasa de desempleo es notablemente
más baja que en el punto más alto de la crisis, pero para la gente de a
pie este crecimiento no ha sido tan claro.
En Estados Unidos, cerca de
uno de cada cinco empleos suponen ingresos menores al umbral de pobreza
federal. (...)
Igual que antes de la crisis financiera de 2008, hay un terrible nivel
de confianza entre los políticos y los supervisores en que ni la
economía ni el sector bancario tienen posibilidad de hundirse. Incluso
el nuevo presidente de la Reserva Federal ve la posible necesidad de
rescates como una reliquia de tiempos pasados. (...)
A medida que aparecen señales de crisis, pocos en Washington han
indagado cómo podemos asegurarnos de que no vuelve a haber otra crisis
sistémica. (...)
Lo que la investigación de mi nuevo libro —“Colusión:
cómo los banqueros centrales amañaron el mundo” [sin traducción
publicada]— reveló fue cómo los bancos centrales y las entidades
financieras han trabajado juntas para manipular los mercados globales
durante la década anterior.
Los principales bancos centrales se dieron a
sí mismos un cheque en blanco con el cual resucitar a bancos sin
solución, comprar bonos del Estado, hipotecarios y corporativos, y en
algunos casos —como en Japón o en Suiza— acciones. No han tenido que
explicar al público a dónde iban esos fondos o por qué. En vez de eso,
sus políticas han inflado burbujas de activos, mientras miman a bancos
privados y empresas bajo el disfraz de ayudar a la economía real.
Las políticas de bancos centrales de tipos cero y de
compra de bonos, que se imponen en EE UU, Europa y Japón, han sido parte
de un esfuerzo coordinado que ha cubierto la potencial inestabilidad
financiera en los países más grandes y en los bancos privados. A su vez,
ha creado burbujas de activos que podrían estallar en una crisis aún
más grande la próxima vez.
Así que hoy estamos cerca —cómo de cerca es algo que
aún no sabemos— del filo de un peligroso precipicio financiero. Los
riesgos planteados por los mayores bancos privados aún están ahí, sólo
que ahora son todavía más grandes de lo que eran en 2008, y en un
escenario de mayor deuda. En los EE UU de Donald Trump, esto significa
que hoy se están fomentando las mismas políticas arriesgadas. La
diferencia es que el presidente está nombrando miembros de la Reserva
que sólo aumentarán el peligro de estos riesgos en los próximos años.
La peor herencia que deje el residente Trump podría ser una crisis
económica. Trump —y la Reserva que está ayudando a crear— no sólo no
está prestando atención a las alarmas que suenan (ignoradas también por
la última reiteración de la Reserva), sino que se ha asegurado de que
ninguno de sus designados tampoco lo hará. (...)
Cuando los políticos y los supervisores se duermen al volante, seremos
el resto de nosotros quien lo sufra tarde o temprano. Porque la
complicidad que ha seguido y sigue entre los principales bancos
centrales del mundo es ahora un problema internacional." (Nomi Prins , TomDispatch.com , en El Salto, 13/05/18)
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