31.7.18

Las finanzas deberían convertirse en un servicio público, como solía serlo la electricidad, lo que significa que deberían ser públicamente poseídas y distribuidas. Las decisiones sobre el crédito, dónde invertir y qué proyectos financiar, deberían tomarse sobre la base no de la tasa del rendimiento, sino del valor y de la utilidad social. Y deberían tomarse de forma democrática

"(...) Bajo mi punto de vista, la mejor manera de reconstruir la izquierda es resucitar la vieja idea socialista del “Programa de Transición”[2] y dotarla de un nuevo contenido, apropiado para el siglo XXI. 

Hoy en día no podemos empezar diciéndole a la gente que vamos a socializar los medios de producción y que así conseguirán trabajos seguros y bien remunerados. Esta retórica está agotada. Lo que necesitamos, por contra, es lo que André Gorz llama “reformas no reformistas”. 

Éstas mejoran la vida de las personas en el aquí y el ahora trabajando, simultáneamente, en una dirección contrasistémica, en parte declinando la balanza en el poder de clase en detrimento del capital.

 Además, tales reformas no pueden centrarse exclusivamente en la producción y en el trabajo remunerado. Necesitan abordar igualmente la organización social de la reproducción —la provisión de educación, vivienda, cuidado médico, cuidados infantiles, cuidado de personas mayores, un medioambiente saludable, agua, servicios públicos, transporte, emisiones de carbono— y el trabajo no asalariado que sostiene a las familias y generar vínculos sociales más amplios.

Lejos de ser perfecta, la campaña de Bernie Sanders en los Estados Unidos tenía algunas ideas que apuntaban en esta dirección. A parte de elevar el salario mínimo a 15 dólares la hora, Sanders hizo campaña por un “Medicare para todos”, matrículas universitarias gratuitas, una reforma de la justicia penal, libertad reproductiva y por la división de los grandes bancos —todas ellas, medidas conectadas con el empleo. 

Sin duda, sus ideas no estaban completamente desarrolladas. Y podría decirse que eran más socialdemócratas que socialistas democráticas. Pero representaban los primeros indicios de una alternativa populista de izquierdas para los EUA.

La izquierda también necesita pensar en las finanzas y la banca. Uno de los pensadores más interesantes sobre este tema es Robin Blackburn, quien sostiene que las finanzas deberían convertirse en un servicio público, como solía serlo la electricidad, lo que significa que deberían ser públicamente poseídas y distribuidas. 

Las decisiones sobre el crédito, dónde invertir y qué proyectos financiar, deberían tomarse sobre la base no de la tasa del rendimiento, sino del valor y de la utilidad social. Y deberían tomarse de forma democrática —a través de juntas elegidas encargadas de representar a las comunidades y demás partes interesadas. 

Esta es una idea muy interesante, porque sin duda necesitamos un sistema de crédito. Abolir bancos e instituciones financieras globales no es la solución. Lo que se necesita, más bien, es socializar las finanzas.

Además, este es el momento perfecto para desarrollar un programa de izquierdas para las finanzas. Muchas personas están ahora familiarizadas con este problema. Después de todo, de eso se trataba “Occupy Wall Street”. 

Todo el mundo sabe que las empresas de inversión han vuelto a sus viejas trampas y que no se ha hecho nada en la dirección de una reforma estructural para evitar una crisis financiera global en un futuro cercano. Los estadounidenses son plenamente conscientes de que Obama usó nuestros impuestos para rescatar a los bancos cuyos mecanismos depredadores casi colapsan la economía mundial, pero que no hizo nada para ayudar a los 10 millones de personas que perdieron su hogar durante la crisis hipotecaria. 

No hay duda de que muchos están dispuestos a reconsiderar este sistema. En este ámbito, ni la derecha ni el centro tienen nada que ofrecer, así que se trata de una gran oportunidad para la izquierda.  (...)"

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