"La cumbre entre Donald Trump y Vladimir Putin del 16 de
julio en Helsinki ha sido un éxito personal para los dos participantes,
pese a su completa falta de contenido. No hubo en ella ningún acuerdo.
El éxito fue el mero hecho de su realización.
Para Putin, porque se vio en un papel de superpotencia,
que en general ya no corresponde a la realidad más allá del potencial
nuclear militar, aspecto que Trump subrayó en varias ocasiones. A los
rusos les gusta que se enfatice su único atributo de superpotencia. Eso
fue un punto para Moscú. El otro es que al lado del payaso reaccionario
Trump, Putin parece un político serio, consistente y razonable.
Para Donald Trump la cumbre fue una demostración del
principal rasgo de su política, es decir lo que Noam Chomsky define como
el Me First. Su éxito consistió en celebrar ese encuentro pese
a las presiones acumuladas en contra y a la histérica criminalización
de cualquier contacto con Rusia de parte del establishment de
su país; políticos, servicios secretos y medios de comunicación. El
contenido político de este éxito se puede resumir en la frase: “por mis cojones me tomo una pesicola con Putin, y vosotros os jodeis”. (...)
Ante Rusia se trataba de aguar la fiesta del Mundial de fútbol. Con la inestimable ayuda de los amigos británicos, el caso Skripal
pudo ser parte del preparativo (todo escepticismo es poco en estos
asuntos), pero una vez superada la prueba futbolera con un gran éxito de
imagen y organización, la acusación contra doce presuntos agentes de la
inteligencia militar (GRU), señalados como los intrusos en los
ordenadores del Comité Nacional Demócrata y del presidente de la campaña
electoral de Hillary Clinton –de nuevo un documento de 29 páginas sin
la menor prueba– intentó sabotear el encuentro de Helsinki pocos días
antes de su celebración.
Una vez más Trump y Putin se impusieron ante
todo eso e incluso se permitieron ridiculizarlo en su conferencia de
prensa, lo que no ha hecho más que realimentar la histeria mediática en
Estados Unidos, verdadero termómetro de la pelea interna en el seno del establishmentde ese país.
En un exceso de soberbia que es la marca esencial del Me First,
Trump fue incisivo al ningunear el culebrón de la injerencia rusa en
las elecciones americanas de 2016. Y eso parece que va a convertir la
victoria del Me First en una nueva chapuza.
Jefes y exjefes de la CIA, senadores y periodistas de renombre vuelven a elevar su voz contra la última traición
de Trump. El encuentro y la conferencia de prensa fueron, “la conducta
más desgraciada nunca vista de un presidente de Estados Unidos”, dijo el
presentador de la CNN y millonario, Anderson Cooper. (...)
Es la moral del imperio loco, la misma que destituyó a
Nixon, el presidente con tres millones de cadáveres vietnamitas a su
cargo, por un caso banal de espionaje de sus adversarios políticos… La
misma moral que este 18 de julio preguntaba a los americanos desde la
columna de Thomas Friedman en The New York Times a propósito de la ridiculización de Putin y Trump de la leyenda de la injerenciarusa en las elecciones, “¿Están ustedes con Trump y Putin, o con la CIA, el FBI y la NSA?”.
Menudos pájaros.
La suma de todo ello es la confusión. Es muy posible que de Helsinki no salga absolutamente nada. (...)
La confusión de Helsinki se suma así al caos que Trump incrementa en la OTAN, la UE, etc.
Los europeos pasaron de lanzar, en vísperas del encuentro,
advertencias gallináceas de que Trump no cerrara acuerdos con Putin “a
expensas de sus aliados” (el ministro de exteriores alemán, Heiko Maas y
el consejero de Merkel, Peter Bayer), a la firma de declaraciones con
China a favor del libre comercio y un acuerdo comercial con Japón de
dudoso beneficio para la UE.
Ambos gestos contienen el mensaje: “tenemos
otros socios”. En resumen, confusión y grietas por doquier que no
parecen beneficiar a nadie. " (Rafael Poch, CTXT, 18/07/18)
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