"La Alianza Global contra la Trata de Mujeres
(GAATW por sus siglas en inglés) nació en 1994. Mujeres migrantes,
estudiantes y trabajadoras que vivían en Holanda se unieron para
analizar sus distintas vivencias.
Las interpelaba entender las
realidades del proceso migratorio y el papel que sus diferentes
situaciones de partida jugaban a la hora de convertirse en trabajadoras
sexuales sin papeles o estudiantes con documentos. De ahí fue brotando
la urgencia de vincular las cuestiones migratorias con la trata de
personas. (...)
Chus Álvarez (Ávila, 1979) forma parte del equipo de GAATW y ha
participado en una de los últimos estudios realizado por esta red, una
investigación en siete países acerca
de cómo la organización de las mujeres trabajadoras sexuales puede
mejorar sus condiciones de vida y luchar contra la trata de personas.
Los sietes países elegidos representan posiciones, estrategias y
políticas dispares en el abordaje de la prostitución, desde la
despenalización hasta la criminalización total. (...)
¿Por qué las mujeres migrantes que crean GAATW deciden centrarse en la trata?
Su realidad migratoria les permitió entender que la migración y la
trata van unidas, se entrecruzan, aunque las políticas globales y de
migración las separen. Mientras hay un discurso de protección a las
víctimas de trata y de defensa de sus derechos, también existen unas
políticas migratorias cada vez más restrictivas que cierran las
fronteras y dificultan el movimiento de personas.
Una de nuestras
principales líneas de acción para combatir la trata es trabajar por una
migración segura, con derechos. Este es uno de los modos más realistas
de luchar contra la trata.
¿Hay fondos y medidas que se dicen destinados a la lucha contra la trata y en realidad la favorecen?
Sí. En GAATW hemos documentado cómo las políticas de lucha contra la
trata perjudican mucho a quienes migran, especialmente a las personas
más vulnerables. El problema es que la cuestión de la trata no es tan
sencilla como nos quieren vender, que hay un tipo malvado o una mafia
que mete a una persona en un país donde hay otro tipo que la explota.
Por lo tanto, las medidas para abordarla tampoco deberían simplificarse.
Hay un montón de situaciones económicas, políticas, sociales,
históricas que están provocando migraciones en situaciones de mucha
vulnerabilidad y es esta vulnerabilidad creada la que favorece los casos
de trata. Crear políticas contra la trata destinadas principalmente a
fortalecer las fronteras solo dificulta la migración y la hace más
peligrosa.
¿Qué consecuencias tiene la asociación sistemática de trata y tráfico? ¿Deberían abordarse por separado?
Sí. El tráfico es un crimen contra el Estado, pero es la única opción
que las políticas migratorias restrictivas dejan a ciertas personas que
quieren migrar. No es que pensemos que el tráfico es algo paradisíaco,
en muchas ocasiones también se dan situaciones de explotación, pero son
esas situaciones las que se deberían criminalizar.
En la trata está
clarísimo que hay una situación de explotación. Y eso es un crimen
contra las personas. En ambos casos la prioridad debería ser la
protección y garantía de los derechos humanos.
¿Y qué políticas serían más adecuadas a la realidad que ven ustedes y las asociaciones con las que trabajan?
Por un lado, existe la necesidad de fortalecer a las personas
trabajadoras para defender sus derechos laborales. Romper con la
precariedad y la explotación que se está aceptando como norma, ya seas
nacional o migrante. Por otro lado, están las políticas migratorias.
Habría que tratar de hacer políticas que no cierren las puertas, sino
que las abran y organicen esa migración, que se vea cómo pueden entrar
esas personas sin estar en continuo peligro, sin vivir en la necesidad
de aceptar condiciones de explotación porque lo que les puede pasar si
no las aceptan es peor, y en muchas ocasiones implica ser deportadas.
Como temas concretos, por ejemplo, durante la realización del
informe, vimos que, en algunos países, como Nueva Zelanda, la policía
que trabaja contra la trata y con trabajadoras sexuales no está también
intentando localizar a personas sin documentación. Esta es una de las
medidas que se reclama en España.
Si no tengo documentos y la policía,
que supuestamente me tiene que proteger y en la que tengo que confiar
para denunciar un caso de explotación, es la misma que me puede
deportar, no va a haber denuncia porque no se me va a proteger. Hay una
falta administrativa que se pone por encima de los derechos humanos de
la persona a la que se está atendiendo.
En la GAATW trabajamos con las organizaciones para que las personas
cuando migran tengan el mayor número de herramientas para poder
defenderse de situaciones de explotación, que conozcan sus derechos, la
realidad del país al que van a emigrar, las organizaciones con las que
pueden contar, las situaciones con las que se pueden encontrar y cuál es
la red que puede tener en su país de origen o de destino.
Cuando se habla de trata, se suele hablar de trata asociada a
la prostitución o con fines de explotación sexual. ¿Hay diferencia
entre la prostitución y la trata?
La Alianza reconoce que la prostitución es un trabajo y por lo tanto
si hay una explotación, es una explotación laboral. Evidentemente
sabemos que hay situaciones de trata y explotación dentro de la
industria del sexo. Pero no tiene ningún sentido que se identifique
prostitución con trata y que se considere que erradicando la primera se
termina con la segunda.
La trata y la explotación tiene causas más
complejas. Para erradicar la trata hay que abordar esas causas. Cuando
se persigue y criminaliza el trabajo sexual, lo único que haces es
perseguir y criminalizar a quienes lo ejercen y amenazar su fuente de
recursos económicos. Otra de las consecuencias de identificar una cosa
con la otra es que se invisibilizan los casos de trata que se dan en
otros sectores.
Además, se hacen políticas y actividades que no abordan
el problema. En España, por ejemplo, mucho del dinero que debería ser
para luchar contra la trata y atender a las personas que han sido
explotadas se gasta en hacer campañas de sensibilización contra la
prostitución.
¿Cuáles son esos otros sectores más desconocidos en los que se dan casos de trata?
El sector textil, por ejemplo, es muy común en Asia y América Latina.
En la agricultura, donde al pasar lejos de las grandes ciudades es más
difícil de ver, también ocurre aquí en España. En los barcos pesqueros
también hay bastantes casos. En el trabajo doméstico. La GAATW trabaja
con muchas asociaciones en Asia y Oriente Medio que detectan muchísimos
casos de trabajadoras del hogar que están yendo a países como Líbano,
Qatar o Emiratos donde se dan situaciones muy muy duras.
Se habla sobre todo de trata de mujeres, ¿hay trata de hombres o de niños?
Esa es otra gran frase que se repite, que la mayoría de las víctimas
de trata son mujeres. Y no es así. Los datos estadísticos bailan un poco
y, a veces, no hay datos muy fiables, pero el informe de la OIT del
2012 muestra un número muy igualado entre mujeres (55%) y hombres (45%).
Un 90% del total serían explotadas por personas o empresas, de estas el
22%, con fines de explotación sexual y el 68%, con fines de explotación
laboral.
El 10% restante serían personas en trabajo forzoso impuesto
por el gobierno o estados militares. Lo que ocurre es que, dentro de los
casos de trata con fines de explotación sexual, la mayoría son mujeres.
Respecto al número de mujeres en prostitución que son víctimas de
trata, también estas cifras bailan.
Por ejemplo, te metes a buscar en
internet y se repiten cifras altísimas, pero ninguna tiene una base, una
fuente fiable. La más fiable sería la del informe de 2010 sobre trata, de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito: aproximadamente el 14%.
A lo largo del año pasado llevasteis a cabo un informe en
siete países acerca del papel que puede jugar la autoorganización de las
trabajadoras sexuales en la lucha contra la trata. ¿Cuáles son las
principales conclusiones?
Nada de lo que decimos es, en realidad, novedoso. Ya lo han dicho
antes las organizaciones de trabajadoras del sexo, pero no se quiere
escuchar. Una de las conclusiones es que el discurso popular sobre la
trata de personas y el trabajo sexual funde los dos conceptos e intenta
abordar las dos realidades como si fueran una sola.
Esto perjudica tanto
a las personas que ejercen el trabajo sexual como a las que son objeto
de trata. En todos los países que hemos investigado las trabajadoras
sexuales hacen una diferencia clara entre las situaciones de trata, que
conocían y que reconocían claramente como un crimen, y el discurso
contra la trata, políticas y afirmaciones que les han afectado
directamente, influyendo en sus condiciones laborales, en la imagen que
los medios muestran de ellas, etc.
Otra de las conclusiones es que las trabajadoras están unidas contra
todas las formas de violencia, coacción y explotación que existan en el
trabajo sexual, bien sea trata, un abuso de un cliente o de alguien que
regenta un local, o incluso un conflicto entre ellas mismas. Esto es
importante porque el imaginario que se construye alrededor de la trata
de personas invisibiliza y desoye el resto de situaciones precarias y de
explotación que pueden darse en el sector.
También se destaca que hay una contribución de las organizaciones de
trabajadoras sexuales que no se está teniendo en cuenta. No se las está
escuchando ni se las está invitando a las mesas donde se negocian
políticas públicas o estrategias contra la trata. Así que por una parte
muchas voces generalizadas dicen que la trata es solo prostitución, pero
cuando tienen que decidir sobre estrategias para abordarla no cuentan
con las organizaciones de trabajadoras sexuales.
En otros sectores como
el textil o de trabajadoras del hogar se trata de incluir a las personas
que trabajan en él, pero esto no ocurre con el trabajo sexual. Sin
embargo, estas organizaciones ya están utilizando estrategias para
luchar contra la explotación que están funcionando. En nuestra
investigación veíamos, por ejemplo, que todas estas organizaciones
coinciden en que lo principal es escuchar a las personas, ver qué está
pasando y qué deciden y apoyarlas.
Y, sin embargo, eso no se está
haciendo. Hay muchísimas políticas contra la trata que se centran en el
denunciar, denunciar, denunciar, para poder entrar dentro de los
procesos de protección, cuando, aunque denuncien, las mujeres en
situación de trata no están teniendo protección. Es más una cuestión de
pillar a un criminal que de proteger derechos.
Las trabajadoras sexuales ya están contribuyendo a la lucha contra la
trata, a la prevención y a la protección frente a esta, mediante la
autoorganización y por eso es clave apoyarlas en ese proceso.
¿Cómo ocurre esto?
Como en cualquier otro sector laboral, cuando las personas
trabajadoras están organizadas tienen mucha más fuerza para protegerse
frente a abusos. En todas las entrevistas que hemos hecho con las
asociaciones lo que hemos ido viendo es que todas las trabajadoras
sexuales que se han organizado con otras son mucho más fuertes ante
situaciones de explotación.
Esto no significa que sean inmunes a los
abusos, sino que tienen más herramientas para prevenirlos, verlos venir
y, si suceden, poder enfrentarlos con sus compañeras.
Cuando las organizaciones nos contaban los servicios que ofrecen,
hablaban de asistencia u orientación. El dar esa información de lo que
sí se puede o no hacer, el informar de los derechos que tienen, del
entorno laboral en el que están, de las políticas públicas y las leyes
que pueden afectarles, el explicarles que pueden negociar y que son
ellas las que tienen el poder, eso es fortalecer a una persona para
enfrentar una situación de explotación que, a veces, no es tan fácil de
identificar. El crear un espacio donde las trabajadoras sexuales puedan
organizarse, hablar, compartir, las fortalece y las hace más conscientes
de cuáles son sus derechos y de cuándo no se están respetando. Eso es
otra forma de luchar contra la explotación.
¿Algo más a destacar?
En el informe se señala también que las etiquetas no tienen ningún
sentido. Todo el rato se intenta ver en qué casillas encajas, si eres
una víctima de trata, si eres una víctima de tráfico, si eres una
prostituta.
En vez de centrarse en qué le pasa a esa persona, qué está
demandando, qué derechos han sido violados... Las etiquetas no tienen
ningún sentido, porque además se cruzan. Por ejemplo, en el estudio hay
un ejemplo de Sudáfrica, donde muchas mujeres habían sido objeto de
trata, pero ellas no lo identificaban así. Tras saldar la deuda, ya no
tenían que seguir ejerciendo el trabajo sexual y sin embargo decidían
hacerlo frente a otras opciones.
Es decir, que vivas una situación de
trata no significa que te quedes siempre en ella, es un proceso, puedes
comenzar en una situación de tráfico, caer luego en una de trata, salir
de esta situación, caer después en otra situación de explotación. No
tiene mucho sentido intentar poner etiquetas para decidir qué tipo de
atención darles en vez de escuchar atentamente lo que esas personas
dicen.
¿Hasta qué punto esas etiquetas estigmatizan y nos hacen
mirar a las mujeres de determinadas zonas siempre como víctimas de trata
y por lo tanto como prostitutas?
Sí, estigmatizan muchísimo. Las trabajadoras sexuales nos contaban
cómo les afecta la imagen que los medios dan de lo que significa ser una
víctima de trata: una mujer atada a una cama, que no tiene ningún
derecho, abusada sexualmente... Es otra forma de estigmatización.
Por
una parte, hace creer que todas las personas ejerciendo el trabajo
sexual están siendo explotadas y a la vez crea un imaginario sobre lo
que significa explotación que impide a las trabajadoras sexuales y a
quienes pretenden apoyarlas identificar abusos más cotidianos. Como
decía una de las trabajadoras sexuales, todo lo demás que nos pasa, las
largas horas de trabajo, si se quedan con nuestro dinero o nos están
sisando una parte, a nadie le interesa.
Lo único que interesa es si
estoy siendo agarrada por el cuello o si estoy siendo violada o se está
yendo en contra de mi voluntad, todas las demás cosas que me pasan y que
también son explotación a nadie le importan. La etiqueta se ha puesto
tan alta que todas las otras situaciones de explotación que están por
debajo se invisibilizan.
Pero si se elimina la etiqueta, ¿cómo se puede ayudar a estas mujeres a nivel judicial si no tienes un delito identificado?
Lo que nosotras vemos en nuestro trabajo es que hay muchas
organizaciones que están dando esa asistencia sin entrar a adjudicar la
etiqueta de víctima de trata. Están dando asistencia a esas personas por
las situaciones que han vivido, por la violación de derechos. Desde ahí
es de donde debería empezar la asistencia a las víctimas, empezar por
restituir derechos.
Es cierto que a nivel judicial es necesario tener un
delito que perseguir, pero existe una confusión terminológica (e
ideológica) que no ayuda mucho. En este tema siempre se está haciendo
una simplificación: o eres una trabajadora sexual súper empoderada y no
te pasa nada malo o eres una víctima de trata a la que le pasa todo lo
malo y sin capacidad alguna de acción. Estos dos extremos no representan
la amalgama de situaciones que hay en el medio y a las que hay que dar
respuesta.
¿Cuándo vinculamos siempre trata con prostitución se está
victimizando a las mujeres que ejercen esta de manera voluntaria? ¿Se
las está desempoderando?
Sí, está identificación las está afectando, pero a todas, a las
víctimas de trata y a las trabajadoras sexuales. Se ofrecen medidas a
las trabajadoras sexuales que no necesitan. Ellas necesitan una
promoción de sus derechos, romper con el estigma, poder ejercer su
profesión en libertad, sin ser juzgadas ni estigmatizadas.
Y a mujeres
en situación de trata se les están ofreciendo opciones que no tienen en
cuenta su situación personal porque se están centrando únicamente en
“sacarlas” de la prostitución. Por ejemplo, en el grupo de discusión que
hicimos en Madrid una de las trabajadoras sexuales nos comentaba que
había estado asistiendo a unos cursos ofrecidos por organizaciones
contra la trata y que la opción laboral que les ofrecían eran camareras
de piso, cuando en España este es uno de los entornos laborales donde
más explotación existe.
¿Cuál es el problema entonces con la
prostitución? ¿Es una cuestión de explotación o de moral? Tenemos que
empezar a hablar más claro y ver cuál es el debate que tenemos. No se
pueden poner los derechos de las personas por debajo de nuestra
moralidad, de nuestra ideología.
Al final estás dando alternativas que
llevan a condiciones muy precarias, a condiciones de explotación. Si el
problema con la prostitución es que explota a las mujeres, entonces la
solución propuesta no cuadra. Es hipócrita.
En el estudio han abordado siete países con situaciones
diferenciadas en cuanto al abordaje de la prostitución. ¿Han analizado
cómo estas diferentes realidades contribuyen o no a la lucha contra la
trata?
Sí, por ejemplo, en Nueva Zelanda hay despenalización. Lo que sale
durante toda la investigación es que las condiciones de vida y laborales
de las trabajadoras sexuales eran mejores. En los servicios sociales,
en los de salud o en la policía el estigma pesa menos a la hora de
hablar con una trabajadora sexual y así pueden obtener información clave
para abordar casos de explotación.
Y, sin embargo, es muy llamativo lo
que ocurre con las mujeres migrantes. Como medida de prevención contra
la trata, dicen, las mujeres migrantes en Nueva Zelanda no pueden
ejercer el trabajo sexual legalmente. Así que siguen haciéndolo, pero
sin estar protegidas por el marco legal de aquellas que son nacionales.
Esto es muy significativo y nos ha permitido ver cómo los problemas
identificados por las trabajadoras sexuales en otros países donde se
criminaliza el trabajo sexual, en Nueva Zelanda solo afectan a las
mujeres migrantes.
¿Estas mujeres migrantes podrían caer en situaciones de
trata, pero al mismo tiempo la justificación para excluirlas es evitar
la trata?
Sí, se basa en que si pudieran legalizar su situación mediante el
trabajo sexual, esto abriría las puertas a la trata y a la explotación
cuando luego la evidencia lo que dice es justo lo contrario. Por eso
insistimos en cómo se utilizan políticamente los diferentes conceptos.
Los gobiernos no están siendo sinceros con lo que quieren hacer con las
leyes. Al final, y esto es lo que sale en el informe, se trata de
racismo y de una ley migratoria xenófoba en la que se las deja fuera
para no incluirlas en la sociedad neozelandesa.
Otro de los países estudiados es Canadá. Este, al estilo
sueco, criminaliza al cliente. ¿Cuáles han sido las conclusiones en
cuanto a las condiciones de las trabajadoras sexuales y las víctimas de
trata?
Los resultados han sido muy parecidos a lo que ha salido en todos los
otros países en los que existen políticas que criminalizan al cliente.
Al final esto siempre afecta a las trabajadoras sexuales. La situación
se parece mucho a la de España, donde las multas les están provocando
una mordida importante en sus ingresos por lo que tienen que trabajar
más horas e incluso hacer servicios más peligrosos, pero mejor pagados.
Además tienen menos tiempo para negociar con los clientes los servicios y
cómo se van a hacer porque estos tienen miedo de que les pillen o
tienen que ir a lugares más alejados para realizar los servicios, lo que
las coloca en una situación de mayor vulnerabilidad.
¿Entonces los modelos que penalizan al cliente están teniendo
un efecto positivo contra la trata con fines de explotación sexual,
están logrando disminuir esta o están provocando situaciones de mayor
ocultamiento y, por tanto, de mayor vulnerabilidad?
El tema con esto es que dependiendo de la información que quieras
obtener puedes obtenerla. ¿Qué quiero decir? Que hay muy pocos estudios
objetivos y amplios. El nuestro, por ejemplo, es muy reducido y lo
sabemos, es una muestra muy limitada. Estudios más amplios y que sean
serios sobre esto que me estás preguntando no existen.
Por ejemplo,
Suecia tiene unas relaciones públicas maravillosas que te dirán que todo
su proceso está funcionando genial y que los de todos los demás países,
como aquellos que despenalizan, están funcionando muy mal. Para
nosotras lo importante es poder hablar con las personas a las que, de
verdad, afecta, las que están al final de la cadena. Sabemos que estas
políticas de modelo sueco están afectando negativamente a las
trabajadoras sexuales y tampoco tenemos tan claro que estén beneficiando
a las víctimas de trata.
En Tailandia, por ejemplo, donde está
criminalizada completamente la prostitución, hay un montón de
organizaciones internacionales que van con una capa de superhéroes a
“salvar” a las mujeres, y se están realizando un montón de lo que llaman
rescates. El año pasado, en una de estas redadas se detuvo a entre 80 y
90 trabajadoras sexuales.
Estaban haciendo una redada para identificar a
víctimas de trata, pero al final lo que hicieron fue detener a
trabajadoras a las que ni siquiera permitieron cambiarse de ropa ni
comunicarse con sus familiares. Su única comunicación fue con Empower,
la organización de trabajadoras sexuales con la que realizamos la
investigación. Al final no se identificó a ninguna víctima de trata
entre las detenidas, pero deportaron a las que no eran nacionales y
publicaron fotos en los medios sin ningún tipo de respeto por la
privacidad. Esta situación se está repitiendo en muchísimos países.
La
experiencia y los datos que nos van dando las entidades nos indica que
el daño que se está haciendo es muchísimo mayor que el beneficio. (...)"
(Entrevista a Chus Álvarez, del equipo de la Alianza Global contra la Trata de Mujeres (GAATW por sus siglas en inglés), Amanda Andrade, CTXT, 05/09/18)
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