"Este mes se cumple el décimo aniversario del colapso financiero de Lehman Brothers (...)
La actual crisis sistémica fue aprovechada por las élites bancarias y ciertos oligopolios, con la ayuda inestimable de sus brazos políticos, para implementar su particular ajuste de cuentas. Pero contaron además con el soporte teórico de ciertos economistas e instituciones académicas que validaron las actuales políticas económicas distópicas. El virus realidad duró bien poco.
No contentos con no prever nada, impusieron su
diagnóstico y sus recetas, y les dieron un nombre, “reformas
estructurales”. ¿A qué suena bien, eh? ¿Quién se va a negar a ser
reformista?
Existen multitud de teorías, con sus respectivas hipótesis, que han
demostrado ser de muy escasa utilidad, por mucho que los medios de
comunicación nos deleiten presentándolas, día sí y día también, como si
fueran verdades ineludibles, cuando en realidad son meras conjeturas no
soportadas por la realidad de los datos. (...)
Hace bien poco, la semana pasada, en una reunión del comisario europeo de Asuntos Económicos y Monetario, Pierre Moscovici, con la flamante ministra de economía, Nadia Calviño,
se recalcaba la necesidad de seguir implementando ajustes estructurales
y disciplina presupuestaria. ¿En base a que teorías? En base a ninguna,
simplemente a ese componente chamán que rodea a la ciencia económica
actual y donde se aplica los principios goebellianos de simplificación y
unanimidad. (...)
Si Moscovici y Calviño conocieran las balanzas sectoriales de Wynne Godley usarían la siguiente ecuación: Balance Privado Doméstico + Balance Público Doméstico + Balance Exterior = 0
Y
serían conscientes de que si un sector tiene superávit presupuestario
por lo menos uno de los sectores tiene que incurrir en déficit
presupuestario.
En términos de variables stock, para que un sector
acumule patrimonio financiero neto al menos uno de los sectores tiene
que aumentar su endeudamiento en la misma proporción. Es imposible que
todos los sectores acumulen patrimonio financiero neto incurriendo en
superávits financieros. Por lo tanto, el criterio de Maastricht sobre déficit público (no superar el 3% del PIB) no se basa en nada.
Por el contrario, la deuda privada
alrededor de una burbuja jamás es neutra para la economía y suele
acabar como el rosario de la Aurora.
Tras la recesión de balances
privados correspondiente, aplicando la identidad de Wynne Goodley, el
déficit público se dispara. Volverá a pasar.
Respecto a las cacareadas reformas estructurales, si Moscovici y
Calviño, y la mayoría de economistas, conocieran ciertas investigaciones
de los economistas del Banco Central Europeo y del Fondo Monetario
Internacional, aplicarían al menos, espero, la duda metódica de Descartes. En un documento de trabajo reciente del Banco Central Europeo, con el sugerente título “On the sources of business cycles: implications for DSGE models”,
que ya analizamos, los autores demuestran la existencia de grandes
regularidades en los co-movimientos de variables macroeconómicas clave,
en múltiples economías, en el análisis de los ciclos económicos.
Y
encuentran que hay una fuente dominante de dichos co-movimientos en
términos reales: la demanda agregada, es decir, el gasto. Por lo tanto,
todas esas reformas propuestas desde el lado de la oferta obedecen a
chascarrillos sin fundamento alguno.
Pero ahí los tienen, inasequibles e
imperturbables al desaliento, apoyando lo indefendible. Si en la
segunda fase de la gran Recesión, vuelven de nuevo a tratar de aplicar
restricción presupuestaria y reformas estructurales, solo conseguirán
una crisis sistémica.
La solidez del sistema bancario europeo y estadounidense no ha mejorado
durante estos últimos 10 años. No hubo ninguna reforma del capitalismo
tras la Gran Recesión. ¡Qué rápido aprendieron algunos del teatro
barroco español! Existe suficiente evidencia que sugiere tanto una
supervisión como una regulación laxa e incompetente de los bancos
sistémicos, aquellos demasiado grandes para quebrar.
Y como ha demostrado diversos estudios y análisis,
incluidos algunos del FMI y del BIS, los grandes bancos siguen
beneficiándose de subsidios públicos implícitos creados por la
expectativa de que el gobierno los respaldará si se encuentran en
dificultades financieras. Este subsidio implícito distorsiona la
competencia entre bancos, y favorece una toma excesiva de riesgos y, en
última instancia, puede implicar elevados costes para los
contribuyentes.
La expectativa de que obtendrán respaldo estatal reduce
los incentivos de los acreedores para controlar el comportamiento de los
grandes bancos, alentando así un apalancamiento y una toma de riesgos
excesivos. Vean los trabajos y últimos datos de Anat Admatti y
entenderán lo peliagudo de la situación actual.
Entonces,
¿por qué no se hace lo obvio? Les propongo dos reformas ineludibles.
Los grandes bancos sistémicos deben trocearse y evitar así el problema
de riesgo moral "too big to fail", demasiado grande para quebrar.
Finalmente, se debe restablecer la ley Glass-Steagall de separación
entre banca de inversión y banca comercial. No se preocupen, no lo
harán. Y ya ustedes saben por qué: la eterna defensa de los intereses de
clase." (Juan Laborda, Vox Populi, 11/09/18)
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