11.9.18

El estrés económico en Europa hace que los italianos se hagan cada vez más italianos, los ingleses más ingleses, los franceses más franceses y los alemanes más alemanes. Ante la presión se acuerdan de sus valores y peculiaridades originarias. Europa corre el peligro de descomponerse de nuevo en sus partes porque la política y la economía política -como su ideología reinante- no ha querido considerar y valorar suficientemente la diferencia en el continente... En Italia y Grecia no tiene ningún sentido aplicar la “economía social del mercado” siguiendo el modelo alemán.

"(...) Emmanuel Todd, que se ubica a sí mismo en el centro como liberal de izquierdas y se destaca por su aguda crítica a las élites francesas, provoca a menudo con sus libros y ensayos debates polémicos.

La revista Der Spiegel, en el nº 32 del 4 de agosto del 2018, en su sección de cultura mantuvo con el señor Todd un interesante diálogo que, al menos a mí, me parece destacable:
  • Sr Todd, usted en 1976 en su libro “Ante el descalabro” predijo, basándose en análisis demográficos y sociales, el derrumbe y acabose de la Unión Soviética. ¿Profetiza hoy la disolución de la Unión Europea?
  • Europa se encuentra en un estado deplorable: desgarrada, descontenta, dividida, infeliz… Sus élites dirigentes yacen presas de un sentimiento de impotencia. El estado actual me causa una profunda tristeza, pero en absoluto me sorprende porque era ya previsible. Diría más: era algo que tenía que ocurrir.
  • ¿Cómo? Si tras la guerra fría y la división en Europa la Unión Europea ha ido mostrándose cada vez más fuerte y atractiva, más unida, llegando hasta una unión política completa.
  • Yo elaboro y presento una reflexión antropológica de la historia. Y en cierta medida la institucionalización de un trabajo conjunto, unitario, de las naciones europeas fue un objetivo razonable y ambicioso. Pero como especialista y estudioso de las estructuras familiares y, por tanto, de los sistemas morales y las costumbres, de las diversas formas de vida… no me vendí, no compré la idea romántica de que los europeos son culturalmente iguales, ni tampoco aquello de que Europa es un espacio homogéneo. La Unión Europea ha sido víctima de su propia sacralización y de una exagerada valoración de sí misma.
  • ¿Dónde coloca la ruptura, cuándo constata la fractura?
  • En realidad a partir de 1992, que es cuando se configuró el proyecto de la Unión Monetaria y se impuso la visión de unificar el continente definitivamente mediante la moneda. Ya entonces me dije: Europa se ha jodido. A partir de entonces la metafísica de Europa camina de espaldas a la realidad del mundo.
  • Es verdad que desde el principio afloraron muchas objeciones contra el euro, provenientes sobre todo del mundo de economistas y tecnócratas.
  • Yo creo que con razón, pero sin dar en la diana de lo fundamental. El desarrollo de la historia, en contra de los supuestos marxistas, resulta imposible reducirlo al desarrollo económico. 
    Se dan determinados cambios y movimientos, que resultan decisivos, y que se agitan y actúan en capas y estratos más profundos de la vida social. Europa corre el peligro de descomponerse de nuevo en sus partes porque la política y la economía política -como su ideología reinante- no ha querido considerar y valorar suficientemente la diferencia en el continente. 
    Se les dice a los franceses que deben ser como los alemanes; a los alemanes se les discute el derecho a ser alemanes. Se niega que Alemania es en el trabajo más eficiente que Francia y que es capaz de esfuerzos colectivos considerables. Pero, a su vez, se esconde y elimina que, por ejemplo, en Alemania nacen muchos menos niños. 
    Estas y otras muchas peculiaridades se pueden constatar prácticamente en todos los países. ¿Y qué ocurre? Que la ideología europea prevalece y se impone a la experiencia. La Unión Europea camina de espaldas a la realidad, negándola, y se adentra en un callejón sin salida.
  • En París, al igual que en Berlín, se escucha como un mantra contra la crisis: ¡Más Europa, más comunitarización, más agarrar el toro por los cuernos! ¿Cuál es su propuesta?
  • No es posible entender la desazón del continente europeo permaneciendo presos de los dos principales principios a la base del proceso constructivo europeo: la creencia de la primacía de la economía y la hipótesis de un desarrollo conjunto, común, de una sociedad de consumo uniforme. 
    En un mundo en el que la economía fuera el motor de la historia y los países se igualaran en sus producciones de Norte a Sur y de Este a Oeste es posible que un tal proyecto fuera exitoso. Pero nuestro mundo no es así.
  • Pero ha sido exitoso durante décadas y la equiparación de las condiciones de vida se han ido equilibrando. ¿Por qué no pensar en una acomodación y ajuste también político y cultural?
  • La teoría de la convergencia funcionó mientras la Europa Occidental franqueó el atraso económico con USA y se confió en una apertura de la Europa del Este a Occidente. Pero entretanto ha cambiado la tendencia. 
    Se ha iniciado de nuevo la marcha hacia la desigualdad impulsada por la doctrina del libre comercio y la globalización; libre comercio no significa automáticamente más y mayor bienestar para todos, sino que el libro comercio fuerza a las naciones industriales a una mayor competencia de modo inmisericorde, que al final aboca en una guerra comercial y económica como en la que ahora vivimos. 
    En Europa la Unión Monetaria agudiza las consecuencias del libre comercio de manera dramática. Y es que todos tienen que participar en la carrera, sólo que con diferentes desventajas.
  • Desde hace tiempo en Alemania se ha convertido la continuación de la Unión Europea en razón de estado. Ningún político alemán quiere pasar por ser un aguafiestas europeo.
  • No lo niego. Con cierta frecuencia se me acusa de ser enemigo de Alemania, y no es verdad; admiro muchas de sus cualidades. Pero necesitamos en Europa una Alemania clarividente, consciente de su papel. La transformación kafkiana de la Unión Europea no sólo es responsabilidad de Alemania. 
    Es cierto, su propia fuerza gravitatoria juega y es en esa transformación un factor importante, porque Alemania se orienta y rige por ideas universalistas, que al mismo tiempo las niega, y por ello ellas siguen desarrollando su efecto sin escrúpulo y traba.
¿Cómo? Más bien tenemos la impresión de que Alemania debe ser obligada a asumir su responsabilidad.Yo soy francés, pero como científico no me guío como mis conciudadanos por el principio de un hombre universal abstracto, herencia de la Revolución francesa. Sin duda, el hombre es universal pero vive en sistemas religiosos, familiares y sociales diferentes y distintos, que determinan su existencia y vivir concreto. 

Cada sistema y cada cultura presenta una solución posible a la inseguridad de la existencia y del vivir humano, y cada una tiene sus pros y contras. La economía hay que entenderla y considerarla como una superestructura consciente, que en su conformación depende de procesos y factores sub- e inconscientes. 

La abstracción universalista ha tenido consecuencias catastróficas para Europa. Alemania está obligada a identificarse con un occidente abstracto, que defiende el dogma del individualismo y cree en leyes y recetas económicas de valor y alcance universal.
  • ¿Perdone, pero usted no se ha convertido ahora en alguien que se refugia en la metafísica o, todavía peor, en una mística nacional?
  • Espíritu de contradicción, desmesura, orgullo desmedido, fraude… es algo muy alemán sobre todo desde la perspectiva de los demás. Esto lo ha vivido Europa de nuevo con la crisis migracional y ante el comportamiento aventurero de la señora Merkel. 
    La importancia, de pronto creciente, de Alemania en Europa y en el mundo, no es el resultado de un proyecto consciente, sino más bien la consecuencia obligada de la reunificación y de la eficiencia económica ha llevado a un país, que ya no se comprendía, al papel director de la Unión Europea. 
    Alemania fue al mismo tiempo deslumbrada por dos ideas abstractas: por el universalismo económico americano y el universalismo político francés; de modo que a los socios europeos sólo les podía proporcionar en la crisis financiera sus propias recetas económicas, que representaban y materializaban su orden social desigual y autoritario con una fuerte integración del particular.
  • Que no tienen por qué ser erróneas.
  • Pero no son aplicables dogmáticamente. En Italia y Grecia no tiene ningún sentido aplicar la “economía social del mercado” siguiendo el modelo alemán. En Francia el concepto “ordoliberalismo” lleva una connotación de política alemana represiva y tan negativa como la palabra”ultra” o “neoliberalismo” americano. 
    El intento por encasquetar el concepto económico alemán a países con otras bases antropológicas lleva únicamente a potenciar las contradicciones entre las naciones.
  • Sin duda no ha olvidado que la Unión Monetaria no fue el resultado de un pérfido ardid de guerra alemán.
  • Totalmente claro, fue el intento inepto de los socialistas franceses bajo el presidente François Mitterrand al objeto de erigir un baluarte contra el dominio económico de los alemanes. 
    Hubiera sido mejor para todos que Alemania hubiera desarrollado de modo comedido una perspectiva juiciosa para las diferentes naciones y hubiese asumido un papel directivo flexible y blando, teniendo en cuenta las diferencias antropológicas y culturales del continente. 
    Establecer para todos la misma norma jurídica y económica es sin duda irreprochable desde un punto de vista moral pero en la práctica una pesadilla para todos.Nadie quiere unificar Europa, tampoco la canciller alemana.
     En la retórica política no sólo la unidad encierra reacción sino que conjura la multiplicidad y variedad de Europa. Y que las sociedades son diferentes en sus valores y formas de organización es verdad de Perogrullo. 

    ¿A pesar de todo a qué se debe esa espiral de creciente distanciamiento y de resentimiento creciente?
A que el universalismo de los tipos de lucro y provecho exige que no se considere y se pase por alto la multiplicidad antropológica del mundo. El economismo exige una visión uniforme de las sociedades. Cuando estas sociedades son parte de una competición entre sí, obligadas a la adaptación y amenazadas de disolución, terminan al final, de una u otra manera, replegándose sobre sí mismas.
  • ¿Globalidad como medio contra los nacionalismos termina convirtiéndose en viraje drástico en su promotor?
  • El estrés económico en Europa hace que los italianos se hagan cada vez más italianos, los ingleses más ingleses, los franceses más franceses y los alemanes más alemanes. Ante la presión se acuerdan de sus valores y peculiaridades originarias. 
    Un comercio libre exagerado y sin freno promociona y conduce a la xenofobia universal, a un liberalismo sin barrera y al particularismo nacional. 
    Donald Trump anuncia, presenta y avisa de manera ostentosamente horrible a Europa y al mundo el repliegue en la fortaleza, en el burgo, unido a deficiencias ocasionales. (...)"                    (Entrevista a Emmanuel Todd, Mikel Arizaleta , Rebelión, 10/09/18)

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