"Los resultados de las elecciones en Suecia, como en Italia, Austria y
últimamente Alemania, no son buenos para Europa. El avance del
extremismo xenófobo parece imparable, la inmigración sirviendo de leña
en el fuego encendido frente a los refugiados en 2015. El caso de Suecia
demuestra, como si fuera un modelo puro, el núcleo duro de la
naturaleza de la crisis actual (...)
Pues asistimos por doquier en Europa a la articulación explosiva de un
doble rechazo que vincula perversamente la inmigración y la Unión como
proyecto colectivo. Es la época del retorno de las naciones y todavía no
sabemos si eso significará una regresión duradera en el proceso europeo
o sólo una crisis de adolescencia, el pasaje difícil a la edad adulta
de la Unión.
Lo que sí es cierto es que todo puede ocurrir en una Europa
carente de una orientación común sólida para superar sus dificultades.
Suecia —modelo antirracista y progresista con décadas de trayectoria—
entra, a su vez, en el peligroso ciclo en el que han caído varios países
del norte de Europa e Italia. El partido de los Demócratas Suecos
afirma su fuerza, desestabilizando el mapa político sueco. Derechas y
socialdemócratas tendrán que tomar decisiones difíciles, igual que en
Alemania.
Cualquiera que sean los acuerdos, ralentizarán la necesaria
reforma de Europa e institucionalizarán, como en Austria e Italia, una
política de extranjería dura. Una nueva época se esta abriendo.
La
opinión pública europea está a la espera de recibir respuestas
eficientes por parte de los partidos dirigentes, de cualquier bando que
sean: ¿qué hacer frente a la inmigración considerada tanto un desafío
identitario como una amenaza de competición social por poblaciones más
inseguras que nunca? ¿Qué hacer para acabar con la crisis social
europea?
Dos interrogantes que están provocando lenta pero seguramente
el estallido de Europa.
La respuesta a la primera cuestión deviene cada vez más, por parte de
los Estados, en la consolidación de un proceso insolidario de
renacionalización de las políticas migratorias; los países fronterizos
no reciben ayuda suficiente y es incluso probable que el próximo
Parlamento Europeo, en 2019, se incline —bajo la presión de la derecha y
de la extrema derecha que podrán conseguir un importante peso— hacia la
legitimización de la regresión nacionalista y dura en política de
asilo.
La segunda pregunta, lancinante desde 2008, dependerá de si
Alemania, para salvar Europa, aceptara cambiar la política monetarista
prevalente, impulsando un relanzamiento económico centrado en empleo.
De
todos modos, que Suecia, después de Austria e Italia, caiga —o no— en
la cesta del extremismo xenófobo y Alemania siga —o no— su camino
actual, las fuerzas progresistas europeas están ya en una encrucijada.
Deben ofrecer, urgentemente, una alternativa para renovar Europa." (Sami Nair, El País, 10/09/18)
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