"(...) Lo que está sucediendo es una auténtica rebelión popular. Y las
rebeliones populares no se hacen con un ejército disciplinado; son
caóticas, multiformes, y, por desgracia, esas expresiones y esas
protestas se canalizan, desde la época de los pogromos contra los
judíos, contra el diferente. En esas explosiones están los pescadores
que buscan en ríos revueltos, los movimientos de ultraderecha.
Esto no
ocurriría si las organizaciones de izquierda hubiesen entrado a
desmontar el mito de la UE de Maastricht y sus consecuencias. ¿Hay
fascismo en las protestas de los jubilados españoles? No. Pero en ellas
pueden aparecer esos pescadores en río revuelto. En ese contexto, si no
hay respuesta por parte de la izquierda, cuando ésta deja un hueco, un
vacío, alguien lo ocupa, y puede hacerlo la extrema derecha.
No quiero
tener que optar entre el fascismo organizado, evidente, y la dictadura
de los mercados. Ahora hay elementos fascistas en los movimientos de
ultraderecha, claro que los hay, pero todavía no ha cuajado como tal
alternativa fascista. Aunque va camino de ello. Hay elementos fascistas
en la ultraderecha y hay que analizar por qué. Ahora se les tacha de
fascistas a estos movimientos. Así se muestra el rechazo.
Pero esa
denuncia se queda inane y débil frente al otro adversario, que es la
dictadura de los mercados. Sospecho, no entre la gente que estamos
debatiendo, sino entre quienes manejan los hilos de la opinión pública,
que al colocar la estampilla de fascismo a todo aquello que huela a
contestación y que tenga ingredientes de fascismo, como el racismo o la
xenofobia, están llevando la atención hacia esa parte, para hacer
olvidar los problemas que hemos sufrido por la pertenencia a esta Unión
Europea. Se habrá dado cuenta de que cuando hablo de UE, hablo de “esta
UE”.
¿Sabe por qué? Porque yo no me trago que cuando hablamos de la UE
me digan Europa. Europa es un concepto mucho más amplio y la UE es una
manera de construir el ideal europeo, pero en favor de la minoría.
Dice que no quiere tener que elegir entre el fascismo y la
dictadura de los mercados. Y hay quien comenta, a raíz de sus artículos,
que en España puede estar gestándose una corriente en la izquierda que
reivindica el repliegue nacional, el Estado-nación, la soberanía y la
identidad nacionales... Y también, que resuenan los ecos de En Pie o de
Mélenchon, críticos con la inmigración. ¿Cree justificado que se hable
ahora de una izquierda rojiparda, que comparte (o le disputa) ciertos
principios con movimientos que, según ha definido usted, tiene
componentes fascistas?
Son discusiones bizantinas, que obvian el problema fundamental. ¿Rojipardo? Vamos a situar el problema.
(...) el capitalismo globalizado no quiere que los Estados-nación
desaparezcan, porque son los ejecutores de sus políticas y, frente a sus
ciudadanos, tienen legitimidad democrática. Esa pieza capturada por mi
adversario es la que hay que reconquistar. Eso no tiene nada que ver con
la autarquía ni con el soberanismo. Se trata de retomar una pieza que
el adversario ha cogido en el campo de batalla y que está utilizando
para golpearnos en la espalda.
Tener el Estado implica tener la
capacidad de hacer muchas cosas, de redistribuir y trazar alianzas con
otros Estados para cambiar la UE. Yo quiero recuperar la soberanía y el
Estado. Pero no me conviertan ustedes en más cosas. No me hagan
nacionalista, porque no lo soy en absoluto.
¿Qué me dice de las posiciones poco amistosas con la
inmigración que ha comenzado a tener cierta izquierda? ¿Le preocupa,
comparte, combate?
Estoy preocupado por dos cosas con igual intensidad: por la reacción
miserable y egoísta de quien permite que se ahoguen inmigrantes en el
mar y por la frivolidad y el egoísmo de quienes montan campos de
concentración para ellos fuera de Europa.
Europa no quiere asumir el
problema de la inmigración y va a acabar con ella, porque a los
inmigrantes no los va a parar nadie. Europa no es capaz de visualizar
qué es lo que viene y no se sienta a pensar, porque supone cuestionarse
muchas cosas, muchas políticas de armamento y de explotación de recursos
naturales. Pero los problemas hay que asumirlos.
Por eso planteo mi
doble dolor: hay que atender ahora mismo a los inmigrantes, pero a
continuación hay que ir al grano. Imaginemos que abrimos totalmente las
fronteras y permitimos que continúen activas las situaciones que
provocan que las personas huyan de sus países de origen, es decir, los
conflictos y los gobiernos con los que colaboramos: entrarían en Europa
millones y millones y harían bien en hacerlo. Pero, ¿qué habríamos
resuelto? Llegará un momento en que no podrán ser atendidos.
Entonces,
lo que planteo es que hay que ayudar a quienes llegan y están aquí, e
integrarlos, pero inmediata y simultáneamente, hay que acabar con las
condiciones que provocan que esto se produzca. De lo contrario,
objetivamente, el problema va a ser enorme, no lo va a parar nadie.
Con el precedente de los exvotantes del PCF, que se
convirtieron en bases de Le Pen, cabe pensar que haya izquierdas que
quieran disputar ese terreno.
Cuando la gente está en mala situación, conecta con la idea de patria y
de identidad. Ahí está el problema: en el momento en que abandonamos a
nuestra gente, llegan los pescadores en río revuelto. En absoluto
defiendo la conquista del Estado a través de políticas xenófobas:
dimitiría inmediatamente.
Pero no practicaría lo que se ha denominado
“buenismo”: atendería a necesidades, pero apoyaría operaciones
internacionales para quitar a tanto dictador, para no robar a esos
países y para que cambien. Si no, no hay solución. Porque van a venir a
millones y no hay quien lo pare, porque tienen hambre.
Mélenchon ha dicho que al capital le interesa que haya inmigración para bajar los salarios. ¿Comparte esta idea?
Yo no sé cuál es la intención de Mélenchon. Pero un momento: es una
constante en el capitalismo crear un ejército de reserva para bajar los
salarios. Eso es así. Pero no hace falta que vengan los inmigrantes para
que sea de esta manera.
Eso ocurre dentro del país cuando hay parados.
Lo que dice Melénchon es verdad, pero no es atribuible a los
inmigrantes, sino a trabajadores que están en el paro en un mismo lugar.
Adoptar ese discurso me parece peligroso. Yo lo diría de otra manera:
nos falta un ideal universal. (...)" (Entrevista a Julio Anguita, Cristina Vallejo, CTXT, 25/09/18)
No hay comentarios:
Publicar un comentario