18.10.18

Los molinos de viento y las granjas de placas solares, conectados a electrolizadores, partirán el agua y producirán hidrógeno limpio sin mácula de carbono... así se descarbonizará el planeta... con motores de hidrógeno alimentados solamente por energías renovables


Y aunque en nuestro viaje no emitimos ni un gramo de carbono, sí dejamos una huella previa en la atmósfera. La noticia positiva es que, si todo el parque móvil europeo funcionara con este tipo de hidrógeno, las emisiones de carbono se reducirían drásticamente en un 45%.   (...)

“¿Pero es el hidrógeno que ahora usamos completamente verde? No”, admite Thomas Bystry, director de operaciones de hidrógeno de Shell. “No podemos hacer lo que ahora está haciendo Japón. Primero debemos animar a la gente a que utilice el hidrógeno. 

Y después tenemos que lograr que ese hidrógeno sea verde”. Ahí está el debate, asegura este directivo. Centrar todos los esfuerzos en conseguir un hidrógeno que sea 100% ecológico al principio, o crear primero el mercado.

¿Y qué hace Japón? Es un país pequeño, de escasos recursos energéticos. Tiene que comprarlo todo, hidrógeno de Argentina, Australia y Siberia. El doctor Katsuhiko Hirose, del departamento de ingeniería de planificación tecnológica y medioambiental de Toyota en Aichi, explica la visión japonesa: “Cuando hablas de la sociedad del hidrógeno, parece que se trata de un concepto académico, algo muy distante.

 Pero tenemos que hacer algo ahora, no esperar 10 años. Hay que apretar el acelerador en esta transición energética. Si queremos una sociedad de futuro sostenible, necesitamos usar cada vez más las energías renovables. No queda otra opción. En realidad, la sociedad del hidrógeno ­descarbonizada se basa en las renovables”.

Japón cuenta con un centenar de ESH. La descarbonización del futuro dentro de 20 o 30 años no solo dependerá de que haya más surtidores. Hay una balanza que equilibrar. A un lado, los molinos de viento y las placas solares. Al otro, las implacables reglas de los tiburones del mercado de la energía. La ecuación debe resolverse con armonía. A la red de estaciones para suministrar a los automóviles se les unirán centrales para producir hidrógeno. En la tercera fase vendrá el Proyecto Jidai (en japonés, nueva era), el hidrógeno verde. Y será rentable. “La descarbonización no significa solo un alivio para el entorno. Crea empleo, moviliza la economía. Ahora es algo más real en Japón que en ningún otro lugar”, asegura el doctor Katsuhiko Hirose.

 Los interrogantes se van despejando en el Parlamento danés. En una sala, varios expertos empiezan a hablar de la electrólisis que se aprendía en las primeras clases de química. Se trata de la reacción más sencilla: aplicar electricidad al agua para separar sus componentes y ­robarle el hidrógeno. La reacción inversa a la de la pila de hidrógeno. Agua como combustible. 

 Lars Jakobsen, de la compañía noruega NEL, está convencido de que la electrólisis a escala industrial va a cambiar de golpe el panorama energético, en el momento en el que la electricidad provenga de una fuente renovable. Este tipo de electrólisis va a reescribir este futuro. “Es nuestra visión. Solo nos fijamos en las energías renovables. Y solo nos interesa el hidrógeno verde, no el que se produce a partir del gas natural, que tiene una huella de carbono”.  (...)

“El problema principal del hidrógeno que no es verde es que es bastante barato, ya que se trata de un subproducto. Si quieres que sea verde, debes recurrir a la electrólisis y a las energías renovables. Para eso necesitamos escala, vehículos, autobuses y camiones. Será la solución para abaratar los precios del hidrógeno. Es una visión que tenemos al alcance de la mano”, asegura Lars Jakobsen. 

La visión de la sociedad del hidrógeno descansa sobre algo que todos conocemos. El viento que sentimos en la cara y la luz solar que nos broncea, como fuentes exclusivas de electricidad, y el agua líquida. Sumemos a estos ingredientes la tecnología electrolítica —partir el agua— y las pilas de combustible que usan el hidrógeno para producir una corriente eléctrica, algo que ya se sabía hacer desde hace más de un siglo. 

Y la maldición se rompe: la descarbonización gradual de la sociedad humana se hace posible. Al igual que los pequeños mamíferos que supieron esconderse a los pies de los dinosaurios cuando estos dominaban el mundo, el hidrógeno siempre estuvo ahí; incluso en la época de esplendor del petróleo desde la revolución industrial. Y puede que haya llegado su oportunidad.  (...)

“Hay muchas posibilidades de producir el hidrógeno de forma ecológica, y una de ellas son los molinos de viento”, prosigue Jörg Nikkuta. Durante las dos terceras partes de su tiempo, estos molinos producen una electricidad que no se emplea. Podemos conectar a estos molinos un dispositivo electrolizador que produzca hidrógeno en cantidades suficientes como para rellenar los tanques de los trenes”.

 La energía no se crea ni se destruye, sino que se transforma. Y almacenar la eléctrica resulta mucho más difícil que transportarla. Los mercados tienen que adaptarse a las leyes físicas y no al revés. Pero el hidrógeno puede cambiar las reglas de juego.  (...)

El hidrógeno es un gas que se puede almacenar y transportar con todas las facilidades. “Con un solo molino convencional y de pequeño tamaño, de tan solo dos megavatios, podemos producir energía para cinco trenes que circulen durante todo un día”, dice Jörg Nikkuta. “Es una manera fácil de producir hidrógeno verde”.  

En el futuro que se plantea dentro de 20 o 30 años, los molinos de viento y las granjas de placas solares, conectados a electrolizadores, partirán el agua y producirán hidrógeno limpio sin mácula de carbono. 

El gas se almacenará en grandes esferas, o en depósitos durante meses para convertirse después en electricidad; o se distribuirá mediante tuberías a los hogares para proporcionar luz o calefacción, o todo eso a la vez. Alimentará las pilas de combustible de los motores de los trenes de transporte de hidrógeno o los de grandes camiones que llevan los tanques del preciado gas a las estaciones de servicio.

“El hidrógeno y la electricidad son dos vectores que se llevan bien, uno puede intercambiarse por el otro y viceversa”, recalca Javier Brey, presidente de la ­Asociación Española del Hidrógeno. Brey está convencido de que el hidrógeno verde servirá para descarbonizar el transporte. (...)

La Plataforma Tecnológica Española del Hidrógeno y de las Pilas de Combustible calcula en 800.000 los puestos de trabajo que estarían ligados al hidrógeno en 2030, pero es notable el desinterés por la cuestión de los sucesivos Gobiernos españoles.  (...)

Pese al desinterés político, hay buena investigación española, afirma Brey. “Contamos con empresas que desarrollan sistemas de electrólisis, de almacenamiento de hidrógeno, de dispensado, de pilas de combustible… Y centros de investigación que exportan su trabajo a un sinfín de países… 

 España está preparada para ­desempeñar un papel fundamental en la economía del hidrógeno”. Una prueba de ello fue el motor desarrollado por el Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial (INTA) para un Volkswagen Santana en 2006. (...)

A Vincent Dewaersegger, el portavoz de Toyota en Europa que ha estado presente a lo largo de esta aventura energética, le gusta comparar el hidrógeno con el queso y la electricidad con la leche. “Los granjeros producen leche, pero es algo que dura poco tiempo y obtienen poco beneficio al venderla. Pero si la transforman en queso, pueden almacenarla y venderla más cara. Puedes almacenar la energía durante mucho más tiempo, con un valor económico alto a largo plazo, en vez del producto en sí”.                  (Luis Miguel Ariza, El País Semanal, 09/10/18)

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