19.12.19

Hacia una nueva política industrial en España

"(...) se requiere repensar el enfoque de la política industrial y, más aún, a la luz de los cambios que están teniendo lugar en Europa, en ciertos casos presionados por las acciones de China. Por el momento, parece que se sigue con una visión obsoleta y pasiva de la política industrial, cuyos resultados han contribuido a la desindustrialización del país.  (...)

En definitiva, convendría que no se repitiese la falta de ideas o la aplicación de un enfoque con un corte ideológico alejado de la realidad del país, elementos ambos que ha caracterizado a los gobiernos españoles tras la cortina (o supuesta defensa) de una política industrial pasiva.
 
La nueva política industrial requiere primeramente poner en práctica una integración de las políticas de demanda con las de oferta (estructural). Sin embargo, desde el punto de análisis de este trabajo, se insistirá más en la faceta sectorial-industrial. Esta requiere en su diseño contemplar dos dimensiones que han de aparecer integradas. 

La primera, de carácter vertical, en la que se determinen las prioridades del gobierno y, en definitiva, las del país. Esto requiere un análisis de perspectiva, al menos a 10 años vista. Es decir, es preciso no enunciar el objetivo de estimular la competitividad, sino indicar en qué sectores podemos ser más competitivos o por qué sectores debería apostarse para ser competitivos, teniendo como referencia la década siguiente. 

A título de ejemplo, algunas de las prioridades que podrían considerarse serían las de la industria de la moda (con efectos de arrastre en textil, confección, cuero, calzado o cosmética); aerospacial (donde la integración en cadenas internacionales de valor europeas podría tener gran trascendencia y pudiendo impulsar la industria de materiales especiales, incluyendo ciertas actividades relacionadas con productos metálicos); naval (en este ámbito, la de tipo militar sería estratégica); o radioelectrónica y telecomunicaciones (en ésta prioridad se incluiría de manera preferencial los aspectos de ciberseguridad). 

La potenciación de reconstrucciones de edificios equilibrados medioambientalmente, la dotación de infraestructuras para recargas de vehículos eléctricos o el estímulo de las energías eólica y solares podrían ser interesantes, pero pueden tener severas limitaciones en su capacidad de arrastre de otros sectores industriales nacionales, puesto que la mayoría de los componentes parece que procederían del extranjero. 

 En estos últimos casos, su estímulo podría estar más orientado a facilidades regulativas para estimular que la iniciativa privada entrase por interés propio y, quizá, en el mejor de los casos, podría estimularse el desarrollo de ciertas ingenierías.

La segunda es la dimensión horizontal, consistente en el establecimiento de los estímulos para implicar a los diferentes agentes sociales en el cumplimiento de las prioridades establecidas. 

Esto significa especificar las formas de intervención directa del Estado (empresas estatales o bancos estatales – en este último caso, mantenimiento de Bankia en manos del Estado como instrumento para promocionar una política industrial activa, al tiempo como establecerse en un eje para mejorar el nivel de competencia en el sector bancario) y determinar las empresas o grupos de empresas privadas implicadas en las prioridades del desarrollo económico. 

Respecto a la participación del Estado, no sólo deberán establecerse las administraciones del Estado central implicadas (como genéricamente se ha apuntado en algunas de la agendas sectoriales actuales), sino que se implicará a los gobiernos autonómicos. En este ámbito, se debería cambiar parte de la financiación regional, es decir, condicionar los flujos financieros de la administración central a las autonómicas a la adhesión de estas últimas a las prioridades industriales (concediendo mayor financiación si se ajustan a las prelaciones establecidas y restándola cuando no se atengan a éstas).

 En cuanto a las empresas privadas, se determinarían entidades individuales o grupos de ellas, forjando “clusters prioritarios”. Los núcleos centrales serían privados, aunque en ciertos casos podrían ser públicos-privados (generando nuevas formas de colaboración público-privado). A las empresas líderes se les abrirían líneas especiales de apoyo, tanto financieras como en especie, donde se incluirían sus actividades y se fomentaría la integración-colaboración con otras empresas privadas, estimulando los efectos de arrastre productivo.

En conclusión, en las actuales circunstancias, se requiere acometer una nueva política industrial. Esta se caracterizaría, por un lado, por el establecimiento de prioridades a largo plazo, por otro lado, por la actividad de Estado, determinando las mencionadas líneas de desarrollo y apoyos explícitos (financieros y en especie) y, finalmente, por el establecimiento de una nueva colaboración público-privada para conseguir la puesta en práctica de la mencionada política industrial."          

 (Antonio Sánchez Andrés (Departamento de Economía Aplicada -Política Económica-, Universidad de Valencia). La paradoja de Kaldor, 19/11/19

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