"Una gran potencia es hegemónica cuando consigue -por los medios que sea- que sus aliados compartan, hagan suyos sus objetivos estratégicos, sus definiciones geopolíticas y sus líneas básicas político militares. El concepto estratégico de la OTAN aprobado en Madrid recoge, casi sin matizaciones, las directrices de la gran potencia norteamericana que resueltamente toma el mando y pasa a la ofensiva. A esto, en puridad, se le llama autonomía estratégica que la ejerce, no quien quiere sino quien puede.
Dicho sea de otra forma, la autonomía estratégica es un proyecto que se construye económica y socialmente y que define una posición internacional soberana. El concepto aprobado pone fin a un debate confuso y precisa el verdadero papel de la política de seguridad y defensa de la Unión Europea como aliado complementario y subalterno de los EEUU. (...)
La guerra en Ucrania está acelerando mucho los procesos histórico sociales. Por lo pronto, se están articulando dos bloques geopolíticos y socioeconómicos. De un lado, el liderado por los EEUU que se refuerza, que gana disciplina y busca ampliarse desesperadamente; el otro, (contra)hegemónico, organizado en torno a China y Rusia, que pretende definir una propuesta alternativa al mundo unipolar hasta ahora dominante. Como suele ser normal, la bipolaridad de bloques impulsa el no alineamiento de países que encuentran una oportunidad para ganar autonomía, influir más en las relaciones socioeconómicas y, por así decirlo, sacar partido de una situación que se convierte en oportunidad. Lo que ya no cabe ninguna duda es que el conflicto militar en Ucrania inicia un largo proceso de transición entre las fuerzas del "viejo orden" euro norteamericano y las del" nuevo orden" en proceso de construcción.
Las cosas ya no serán como antes. Esta larga transición comienza por una guerra, de nuevo, en Europa, muy alejada de los EEUU y en el centro de gravedad euroasiático. No es casualidad. La guerra está donde la quería la administración Biden. Llevan años preparándose para eso, rearmando, formando y organizando a las fuerzas armadas de Ucrania. Para decirlo con más precisión, de 2014 –según datos del SIPRI- hasta 2021, Ucrania incrementó su presupuesto militar en un 142%, sus aliados formaron en torno a 10.000 efectivos cada año y le fue transferida tecnología militar avanzada. Hoy sabemos que la OTAN siempre ha estado en los puestos de mando de la estrategia militar ucraniana y ha dirigido con mucha precisión la crisis de un Estado, no se debería de olvidar, extremadamente complejo desde el punto de vista étnico, cultural, religioso y político. De ahí que en el conflicto haya elementos de guerra civil que la propaganda occidental intenta ocultar sistemáticamente.
La OTAN ha servido históricamente para tres objetivos precisos. El primero (un clásico del mundo anglosajón), impedir un acuerdo entre Europa y Rusia. La existencia de la URSS ayudó a justificar la presencia de la OTAN como bloque defensivo ante la supuesta agresividad del mundo soviético. La disolución del Pacto de Varsovia y la desintegración de la URSS obligó a una refundación de la OTAN, a encontrarle sentido a una presencia militar y nuclear en un mundo que había conseguido derrotar al imperio del mal. Se demostró –Brzezinski lo analizó con mucha precisión- que la presencia político militar estadounidense en Europa era parte de un diseño estratégico a largo plazo legitimado por la existencia de la URSS y definido por un nuevo orden internacional de carácter unipolar, impulsado, dirigido y organizado por EEUU, devenido en hiperpotencia.
Europa vivía un momento fundante. Existía la posibilidad de recomponer las relaciones con una Rusia que se abría al mundo y que buscaba reencontrar un camino de paz, progreso económico y la primacía del Derecho Internacional. Se puede decir de muchas formas, con acentos diversos y hasta con formulaciones dramáticas: no habrá paz, no habrá autonomía política real de Europa sin un acuerdo con Rusia, sin un tratado de paz, cooperación y desarrollo con el gran país euroasiático. La enésima OTAN que surge de Madrid nace para bloquear definitivamente esta posibilidad que, es bueno subrayarlo, perjudica gravemente a Europa, pero también a una Rusia forzada a un repliegue estratégico y a una alianza duradera con China. La elección histórica tendrá una enorme trascendencia.
Las clases dirigentes europeas han decidido subordinarse al "viejo orden" dirigido por los EEUU y oponerse con todas sus fuerzas y capacidades (económicas, políticas, militares y culturales) al "nuevo mundo" que emerge con toda su diversidad, pluralidad y dimensión poblacional con las grandes potencias asiáticas, en otro tiempo -bueno es recordarlo- colonias, países dominados y explotados por los todopoderosos representantes de la civilización occidental.
El segundo objetivo de la OTAN siempre ha sido el control político de la integración europea y de cada uno de los países individualmente considerados. Manolo Sacristán le llamó a eso "la OTAN hacia adentro". Hay que decir que, en lo fundamental, esto ya se ha conseguido. El tipo de democracia, el modelo económico-social capitalista y la Unión Europea no son cuestionadas en parte alguna y las amenazas, de haberlas (como en EEUU) vienen del lado oscuro del sistema. Paradójicamente, cuando más se habla de democracia, más se acentúa su crisis y en el horizonte se vislumbran procesos de involución política, social y cultural.
Las democracias europeas, las que existían realmente, se basaron en el conflicto capital/trabajo, en un potente movimiento obrero organizado y en una izquierda que aprovechó la contraposición con la URSS para hacer viable el reformismo. La integración europea, los cambios geopolíticos y tecnológicos han transformado radicalmente ese mundo. Está culminado la "gran transformación" de la cultura europea y nos adentramos en la "norteamericanización" de nuestra vida pública.(...)
El tercer objetivo es el más conocido y sobre el que existe abundante literatura: pertenecer a la OTAN significa que tus fuerzas armadas y, en gran medida las de seguridad, forman parte de un dispositivo transnacional dirigido, organizado y financiado por los EEUU. (...)
La clave del concepto estratégico aprobado por la OTAN en Madrid es clara y distinta: los enemigos de EEUU son los enemigos de Europa, Rusia y, sobre todo, China. El triunfo de la Administración norteamericana es enorme, el fracaso de la Unión Europea histórico y el éxito de China especialmente significativo. El Imperio Medio consigue una retaguardia geoeconómica y energética decisiva, iguala poder estratégico-nuclear con el país de Biden y, lo más importante, gana tiempo para construir alianzas, definir escenarios y fortalecer su complejo militar, tecnológico y científico. Insisto, el tiempo es decisivo y el desgaste de todos los demás grande, muy grande. (...)
Para terminar, no me resisto a citar de nuevo a Kagan en su mencionado libro Poder y debilidad porque señala muy bien cuáles son las bases reales de la política exterior norteamericana: "Es un hecho objetivo que los estadounidenses han ido extendiendo su poder e influencia en círculos siempre expansivos, incluso desde antes de fundar su propia nación independiente". Concluía el razonamiento así: "EEUU, en cualquier caso, continúa y claramente tiende a mantenerse como potencia estratégica dominante en Extremo Oriente y en Europa.
El final de la Guerra Fría se
consideró por parte de los estadounidenses como una oportunidad, no de
replegarse, sino de ampliar su influencia; de extender hacia el Este,
hasta Rusia, la alianza que lideraban; de fortalecer sus relaciones con
aquellas potencias de Extremo Oriente que están en vías de
democratizarse; de fomentar sus intereses en partes del mundo como Asia
central, cuya existencia ni siquiera conocían muchos estadounidenses".
Todo esto lo escribió en el 2003 y lo continuó aún con mayor claridad en
libros posteriores. La lectora o el lector observará que no solo hay
análisis sino programa que, en muchos sentidos, se ha ido cumpliendo con
bastante precisión." (Manuel Monereo, Público, 04/07/22)
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