7.7.22

Giorgio Ferrari (Instituto Enrico Fermi): La Unión Europea exige la emancipación de los estados europeos del gas suministrado por Rusia... para lo cual hay que aumentar la producción de biometano y hidrógeno, ambos elementos absolutamente necesarios para hacer funcionar la industria siderúrgica y química... las dificultades para implantar la tecnología necesaria repercutirá en los costes de inversión y mantenimiento estimados en 11.000 millones/año de gastos adicionales con incrementos de hasta un 20% para usuarios finales domésticos y aún más para los usuarios industriales. ¡Una factura de energía que no podemos pagar!... por tanto es imprescindible hacer la paz para poder disponer de todo lo que Rusia puede proporcionarnos, porque nadie más en el mundo puede dárnoslo a ese precio y porque de lo contrario los pueblos europeos entrarían en una competencia fratricida con el riesgo de autodestruirse como sucedió en la Primera Guerra Mundial

 "Las restricciones a las importaciones rusas y el aumento del precio del gas y del petróleo ya han llevado a muchos estados a incumplir todos los acuerdos de la “transición ecológica” al retomar el uso del carbón y a replantearse el abandono de la energía nuclear que puede ser económicamente más competitiva que las energías renovables.

 El tema energético se ha convertido en el tema prioritario de la agenda política mundial, pero la forma en que se aborda a nivel internacional plantea serios interrogantes sobre el resultado final que pueda llegar a tener.

Varias veces he expresado mi desacuerdo con las expectativas puestas con la llamada “transición energética”- aplaudida en gran parte del mundo ecologista-, esta “transición” no es más que el reemplazo de unas fuentes energéticas por otras dentro de un mismo sistema económico.

Con la “transición” se espera que aumente el consumo de los recursos naturales de la Tierra, tanto por el advenimiento de la cuarta revolución industrial, como porque   conversión de los combustibles fósiles a las energías renovables. De hecho, entre los expertos nadie rebate que la “transición” supondrá un aumento considerable en la extracción de materias primas.

Este último aspecto, la extracción de materias primas, será según las potencias europeas “un verdadero detonador planetario» capaz de desatar nuevas guerras, debido a que muchos minerales (tierras raras, por ejemplo) son absolutamente indispensables para la producción de renovables e hidrógeno,

Este conflictivo contexto, incluso antes del estallido del conflicto ucraniano, provocó retrasos y aumento de costes de producción en los coches eléctricos y en los aerogeneradores, ambos síntomas de una dificultad generalizada para alcanzar los objetivos de la “transición ecológica” dentro el plazo previsto: 45% de emisiones de CO2 en 2030 y cero emisiones en 2050.

Las dificultades son tan evidentes que la Comisión Europea, presionada por Francia y Alemania, introdujo a la energía nuclear y al gas bajo el concepto inventado a ultima hora de «energías de transición» y, por lo tanto, financiable con fondos públicos, aunque bajo ciertas condiciones.

Además, curso de la guerra en Ucrania ha inducido a la Comisión Europea a revisar algunos aspectos de su proyecto, con resultados desastrosos para la ciudadanía. (...)

Este tira y afloja sobre las sanciones se complementa con las decisiones de la UE sobre el suministro de energía que tienen como requisito previo la emancipación de los estados europeos del gas suministrado por Rusia para 2030.

Técnicamente, esto implica una rápida aceleración en la transición a las renovables en lo que respecta a la producción de electricidad que en 2030 debería alcanzar los 2500 Twh. Por tanto, el documento de la Comisión “RE Power EU”, prevé aumentar la producción de biometano y hidrógeno, ambos elementos absolutamente necesarios para hacer funcionar la industria siderúrgica y química. (...)

para mantener inalterados los objetivos de reducción de CO2 será necesario instalar una potencia eléctrica renovable adicional de al menos 170.000 Mwe (de ahora al 2030) lo que, además de ser un reto imposible de cumplir, supone un desarrollo sin precedentes de redes eléctricas, centrales de corrección y de potencia cuyos costes son difíciles de cuantificar por el tremendo gasto que suponen.

Finalmente, en lo que respecta al hidrógeno, un estudio reciente destaca las dificultades de su aplicación y distribución con las actuales infraestructuras. De hecho, la idea básica es producir hidrógeno y distribuirlo mezclado con gas natural a través de las redes existentes, pero a diferencia de lo que se ha anunciado hasta ahora, esta operación tiene importantes inconvenientes y, en consecuencia, altos costes. (...)

En resumen, en cuanto a la reducción de emisiones, la reducción de hidrogeno no supera el 6-7%, dado que este elemento es menos comprimible que el gas. Además, para el mismo volumen transportado, el flujo de energía se reducirá en un 13%.

Todo esto repercutirá en los costes de inversión y mantenimiento estimados en 11.000 millones/año de gastos adicionales con incrementos de hasta un 20% para usuarios finales domésticos y aún más para los usuarios industriales. ¡Una factura de energía que no podemos pagar!

Entre la guerra y la crisis

Sin embargo, el empeño bélico contra Rusia, claramente influida por EEUU y la OTAN, no se detendrá dado el interés estratégico casi vital que tiene Estados Unidos en esta guerra, haciendo que la población ucraniana y europea pague los costes de un conflicto ajeno a los intereses de los pueblos de Europa. Veamos:

1.Esta guerra es el desenlace inevitable de la política expansionista de la OTAN desde hace 20 años: además de su expansión hacia el Este, los gastos militares son prueba de ello. Según la SIPRI entre 1999 y 2020 estos son los gastos: Rusia $ 1.080 mil millones; Gran Bretaña $ 1.190 mil millones; países europeos de la OTAN $ 4.950 mil millones; Estados Unidos $ 15.190 mil millones. Prácticamente toda la OTAN gastó 20 veces más en armas que Rusia. ¿Por qué lo hizo? ¿Qué amenaza puede justificar este gigantesco gasto?

2.No hay nada ético en las razones que Occidente da para apoyar militarmente a Ucrania: tanto la conveniente formulación de sanciones como el trato diferenciado a Rusia frente a la NO aplicaciones de sanciones a regímenes manifiestamente dictatoriales con los que Occidente hace negocios.

3.La UE y los EE UU – con la decisión de dejar de abastecerse de Rusia en materia de materias primas y fuentes de energía – están provocando una recesión en la economía occidental y un aumento generalizado de los precios (incluidos los de primera necesidad) que provocará una disminución del nivel de vida de cientos de millones de personas en toda Europa.

Las restricciones a las importaciones rusas y el aumento del precio del gas y del petróleo ya han llevado a muchos estados a incumplir todos los acuerdos de la “transición ecológica” al retomar el uso del carbón y a replantearse el abandono de la energía nuclear que puede ser económicamente más competitiva que las energías renovables.

La población ucraniana no puede seguir muriendo por la «gloria» de Occidente y por Unión Europea que nos nutrido de promesas irrealizables como ganar la guerra y llevar a cabo una supuesto “conversión verde”

Y si no queremos que las laceraciones inducidas por este conflicto acaben en una catástrofe económica para todos, hay que gritar que el interés de los trabajadores europeos y de todos los estratos más pobres de la población, incluido el ucraniano.

Es imprescindible hacer la paz para poder disponer de todo lo que Rusia puede proporcionarnos, porque nadie más en el mundo puede dárnoslo a ese precio y porque de lo contrario los pueblos europeos -que no disfrutan del mismo nivel de vida- entrarían en una competencia fratricida con el riesgo de autodestruirse como sucedió en la Primera Guerra Mundial.

Pero, para que esto suceda, necesitamos una Europa independiente de los EE UU. y sin la OTAN."                  

(Giorgio Ferrari, ingeniero del Instituto Enrico Fermi; Observatorio de la crisis, 06/07/22)

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