"No es ni remotamente frecuente que las relaciones internacionales registren cambios tan importantes como los que marcaron el año 2022. Y esos cambios todavía están lejos de haber terminado. El proceso iniciado ya no se detendrá, aunque algunos acontecimientos vengan a perturbarlo y quizás incluso a interrumpirlo durante algunos años.
La dominación de Occidente, o sea la dominación que ejercieron Estados Unidos y ciertas potencias coloniales europeas –principalmente Reino Unido, Francia y España– y una potencia asiática –Japón– ha llegado a su fin. Ya nadie obedece a un jefe, ni siquiera los países que siguen siendo vasallos de Washington. Cada cual comienza ahora a pensar por sí mismo. Todavía no estamos en el mundo multipolar que Rusia y China tratan de construir, pero ya estamos viéndolo surgir.
Todo comenzó con la operación militar rusa destinada a aplicar la resolución 2202 del Consejo de Seguridad de la ONU para proteger al conjunto de la población ucraniana del gobierno nacionalista integrista instaurado en Kiev.
Por supuesto, esa no es la interpretación de los hechos que se difunde en Estados Unidos, en la Unión Europea, en Australia ni en Japón. Los occidentales y sus socios están convencidos de que Rusia invadió Ucrania para modificar sus fronteras mediante el uso de la fuerza. Pero eso no es lo que anunció el presidente Vladimir Putin, ni tampoco lo que ha hecho el ejército ruso. Los hechos no confirman la interpretación de Occidente.
Dejemos de lado la cuestión de saber quién tiene o no la razón. Todo depende de saber si se tiene o no conciencia de que Ucrania estaba sufriendo una guerra civil desde que fue derrocado su presidente democráticamente electo, Viktor Yanukovich, en 2014.
Cuando relega al olvido los 20 000 muertos de esa guerra civil, Occidente es incapaz de percibir que Rusia quiso detener aquella matanza. Como además no quieren recordar los Acuerdos de Minsk –a pesar de que Alemania y Francia los firmaron como garantes de su aplicación, al igual que Rusia–, los occidentales no pueden plantearse la idea de que Rusia puso en práctica la «responsabilidad de proteger» que se proclamó en la ONU en 2005.
Sin embargo, la ex canciller de Alemania Angela Merkel [1] y el ex presidente de Francia Francois Hollande [2] reconocieron públicamente haber firmado los Acuerdos de Minsk, pero no para parar la guerra civil en Ucrania –entre el gobierno de Kiev y la población del Donbass– sino sólo para ganar tiempo y armar a Kiev.
En otras palabras, Merkel y Hollande se vanagloriaron de su propia duplicidad, se enorgullecen de haber engañado a Rusia… pero la acusan de ser la única responsable del conflicto actual. En cierta manera, no es sorprendente que Merkel y Hollande se enorgullezcan de su duplicidad ante la opinión pública de sus países respectivos y de Occidente.
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